Sepultado el profesor y musicólogo cubano Lino Neira Betancourt
El renombrado instrumentista, catedrático y musicólogo cubano Lino Neira Betancourt, fue sepultado en la necrópolis de Colón de La Habana, tras fallecer este fin de semana en la capital por complicaciones de la enfermedad cardiovascular que padecía.
Una nota extendida por la Universidad de las Artes, reconoce que el desaparecido percusionista fue hasta sus últimos días miembro del Consejo Científico, de la Comisión de Grados Científicos y del Tribunal Permanente de Ratificación de Categorías Docentes de esa alta institución docente de la enseñanza artística.
En el propio texto, se significa igualmente el papel aglutinador de Lino Neira Betancourt en los recordados festivales de percusión en abril, que luego suscitaron la ya desintegrada Sociedad de Percusionistas de Cuba (PERCUBA).
Ese proyecto del siempre presente investigador y pedagogo del Instituto Superior de Arte (ISA), reunió por única vez a compositores, a estudiosos, a intérpretes y a constructores de instrumentos de percusión, en las denominadas vertientes culta y popular de la música.
En el ISA, Lino Neira Betancourt fue vicedecano de la Facultad de Música, Jefe del Departamento de Percusión, donde se le considera el introductor de esa modalidad multitímbrica en los programas de estudio de la enseñanza artística en el país.
En los foros numerosos donde se le reconocían sus méritos científicos, se ocupó perennemente de vindicar a un segmento no suficientemente tenido en cuenta de la música popular, y a concebir un tributo perpetuo a su maestro, el Profesor de Mérito del ISA y Premio Nacional de Música y de Enseñanza Artística, Domingo Aragú Rodríguez.
Lino Neira Betancourt fue autor de los libros Como suena un tambor abakuá (1991), La percusión en los géneros musicales de Cuba (2004), y La percusión en la música cubana (2005), además de una profusa cantidad de artículos para publicaciones del país y de otras partes del mundo.
Siempre existió un velado prejuicio sobre la denominada música popular. Y dentro de ella, los percusionistas ocupaban regularmente la última escala de valor. Y desde joven, Lino Neira Betancourt se preocupó y ocupó por vindicar, por transponer trabajo en justicia. Y despacio como el día (así describía el poeta el transcurrir de la obra hermosa), se verificó aquella tarea monumental que validó, congregó, instruyó.
Acaba de despedirse Lino Neira Betancourt, el hombre de la Sociedad Percuba, de los fantásticos festivales de percusión de la tercera semana de abril, que lograron reunir lo que alguna vez pareciera casi imposible. Allí concurrieron compositores, intérpretes, investigadores y constructores de instrumentos de percusión, en las llamadas vertientes culta y popular.
Tanto la fiesta como la asociación llevaron una vida azarosa, accidentada, de escaso apoyo institucional, hasta sucumbir. Pero la siembra de Lino Neira Betancourt fructifica en la tocata y en el estudio morfológico, inscritos definitivamente en los programas de la enseñanza artística de Cuba.
El africano esclavizado, negado a olvidar y a dejar de ser, se inventó otro parche y facturó el tambor para concebir la música de su corazón, como la definió Martí en el ensayo Nuestra América. Creo que, hasta Lino Neira Betancourt, todo ese mundo de sonidos aconteció instintivamente. El musicólogo determinó la longitud de onda en la mano que percute. Desde la acústica, bien se puede precisar cómo suena un tambor abakuá. Y el catedrático tuvo el encanto de saberlo enseñar, de poderlo difuminar desde el púlpito, de dejarlo bien escrito en libros.
Vivió obsesionado con aquellas páginas de cabildos negros que lograron expandir sus tradiciones en el tiempo por la geografía cubana, a pesar de los muros de la esclavitud y del prejuicio racial. En cada discípulo de Lino Neira Betancourt habría sin falta el orgullo por ese componente de lo cubano, como también la disposición despertada por él sobre el ritmo interior de la Patria, con un sitio en la percusión.
En todos fijó la gratitud a los viejos maestros, que será siempre la inmejorable fórmula para seguir. Se marchó Lino Neira Betancourt, pero ahí quedan los jóvenes percusionistas de su distendido claustro, con el oído mejor avisado, dispuestos a recrear el latido de Cuba en el suceso infinito de los tambores.
Lino Arturo Neira Betancourt
conferencista, profesor, música, artes, doctor en ciencias sobre arte, percusión, solista