Primera mujer mambisa. Figura insigne de la localidad de San Nicolás. Sus actividades llenas de innegable humanismo, valentía, desprendimiento y coraje, ocupan un lugar en el proceso revolucionario cubano desde 1868 hasta las primeras décadas de la República Neocolonial.
Nace en San Nicolás de Bari en mayo de 1853 en la finca San José propiedad de su padre.Hija de Rafael de Córdoba e Hidalgo Gato, rico terrateniente con ideas liberales, separatistas y antiesclavista, hombre caritativo, religioso y desprendido. Secretario de obras para la reconstrucción de la iglesia del pueblo en 1856, benefactor de esclavos, expulsado de sus tierras por sus ideales irreconciliables con los proyectos del colonialismo español en Cuba.
Todos estos ideales, unidos por un ferviente amor a la tierra en que nació y un manifiesto rechazo a la época de barbarie en que le tocó vivir, sembró en Emilia las ansias de redención y su espíritu solidario se materializó a través de las miles de actividades que realizó aún poniendo en peligro su vida y la de su numerosa familia. Rodeada de ingenios, caña y negro, sinónimo de explotación, luchó contra ello separando lo justo de, de lo injusto.
Tuvo una niñez confortable y a través de las enseñanzas recibidas de sus progenitores, hondos sentimientos de justicia social fueron fructificados en sus años juveniles, y así, adolescente aún, montaba caballo y se dirigía a las fincas vecinas para obtener de sus dueños o administradores que los libraran del cepo o de los azotes a los negros esclavos que sufrían tales castigos.
Recibió una esmerada educación, acorde a su desenvolvimiento económico. Emilia fue más allá de lo que le exigía su tiempo y su condición de mujer. Culta e independiente, no acalló sus inconformidades y siguió el camino que le dictó la razón y su extrema sensibilidad humana.
A pesar de los prejuicios del siglo XIX, supo levantarse por encima de ellos y diseñar una personalidad fuerte, decidida, incontrolable e inaceptable en los cánones de su época y se lanzó irremisiblemente a practicar el bien y utilizar la sustanciosa parte que le correspondió en la herencia paterna para socorrer al desvalido y a luchar para arrancar a Cuba del yugo del colonialismo.
Tuvo el gran privilegio de nacer en 1853, el año en que nació el apóstol José Martí y supo seguir sus ideales de independencia y justicia social y como él, se dedicó en cuerpo y alma a luchar por un futuro mejor para su mancillada patria.
Su fecunda vida de ilustre patriota, se evidencia en los múltiples acontecimientos que protagonizó a lo largo de su existencia (1853- 1920). Se opuso abiertamente a la cruel explotación del hombre por el hombre, por ello se enfrentó valerosamente al sanguinario General español Valeriano Weyler, cuando la reconcentración, no solo con palabras, sino también con acciones.
Socorrió a los prisioneros a quienes les llevaba medicinas, alimentos, ropas, enfrentándose a las autoridades españolas. Los silenciosos muros del Castillo del Morro, El Príncipe y La Cabaña, conocen de su presencia, atravesando sus pesados portones y repartiendo sonrisas y estimulando la fe de los hombres, entre los que se encuentran Alfredo Zayas Alfonso y al Dr. José A. González Lanusa. Todas estas actividades no pasaron inadvertidas de la corona quien la obligo a embarcar precipitadamente para Key West, Estados Unidos, en compañía de Charito Sigarroa y Clemencia Arango.
En la preparación de la guerra necesaria en Cuba, al lado de los patriotas de la isla, preparando el histórico levantamiento de Ibarra en Matanzas, para dar inicio a la guerra el 24 de febrero de 1895, según testimonios de los participantes, entre ellos el prominente y legendario Juan Gualberto Gómez, quien fue uno de los cubanos que solicitó se le hiciera un busto de recordación (más tarde devino en estatua) en el lugar donde Emilia vivió y falleció en Ciudad de La Habana, y Antonio López Coloma.
Colaboró con el generalísimo Máximo Gómez y su ejército en el Central Narcisa. Hecho que aparece reflejado en el Diario de Campaña del heroico General Dominicano.
A la muerte de su padre Emilia de Córdoba continua apoyando la lucha y se incorpora a la campaña promovida por Martí sirviendo de enlace y realizando tareas por la causa a pesar de estar señalada por el gobierno español.
Durante la Guerra de los Diez Años realizaban actividades para erradicar la abolición de la esclavitud y mantenían correspondencia con cubanos separatistas, con el objetivo de extender la guerra a las provincias occidentales, por lo que su padre con toda la familia son deportados a la Isla de Pinos por desafecto al gobierno de España.
Connotada agente de la revolución de 1895 en Cuba y por sus actividades conspirativas, fue juzgada y condenada a salir del país con una Orden de Expulsión de la isla de en 1897. Su vida en Cayo Hueso, donde fue deportada, no careció de actividades conspirativas, por el contrario, llegó y se instaló en el lugar donde la emigración cubana era más numerosa y activa y allí fundó una casa de huéspedes, para dar asilo a los cubanos necesitados de ayuda y amparo.Auspició, incentivó y dirigió los enfrentamientos de beisbol entre los emigrados, que la convirtieron en precursora de ese deporte en Cuba y en América. Los fondos recaudados en esos encuentros, los entregó íntegramente para sufragar los gastos del Partido Revolucionario Cubano.
En 1898 durante la intervención norteamericana en la Guerra Hispano-Cubana, Emilia de Córdoba, regresó a Cuba como auxiliar de la afamada Clara Barton, presidente de ese cuerpo médico y prestó innumerables servicios como enfermera de tiempo de guerra. Por su extraordinaria y ejemplar conducta, recibió la felicitación de Teodoro Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos.
De regreso a la isla, promovió otra de sus facetas, el enfrentamiento a la discriminación de la mujer, para la cual exigió el derecho al trabajo en las mismas condiciones que los hombres y lo logró, nada menos que del General interventor norteamericano Brooke, quien al frente del gobierno militar en la isla durante ese período, fue designado para reorganizar el país y lo referente a todos los servicios públicos. Emilia de Córdoba ocupó un cargo en la Secretaría de Obras Públicas y se convirtió así en la primera mujer del país en ese tipo de actividad.
Al terminar la guerra se consagró a la protección de los veteranos emigrados sin trabajo.
A su muerte, acaecida el 13 de enero de 1920 en la Barriada de la Víbora donde residían, sus admiradores, vecinos y compañeros de lucha, entre ellos los más insignes patriotas de nuestras gestas independentistas, pidieron que en el parque que se encontraba frente a su casa se levantara un busto que perpetuara su memoria y la gratitud de los cubanos.
A instancias de María Collado Romero, se nombró al parque frente a su casa en la Víbora, hoy Parque de Córdoba,con su nombre y se erige un monumento en su Honor, una grandiosa estatua, para no olvidar a la benefactora de los negros, de los pobres, de las mujeres sin derechos, la amiga y hermana de los presos, la colaboradora del Partido Revolucionario Cubano que creó Martí para edificar una República con todos y para el bien de todos el cual lo inaugura el presidente Gerardo Machado y Morales el 20 de mayo de 1928. Esta estatua se considera el primer monumento que se creó a la mujer cubana en la Capital de la República.
Fuente: Ecured