Víctor Bordón Machado

Víctor Bordón Machado
El Justiciero
Nacimiento:  
16
/
8
/
1931
Fallecimiento:  
27
/
1
/
2014

Combatiente revolucionario cubano natural de la localidad de Quemado de Güines, Villa Clara, Cuba. Fue el primer guerrillero alzado en el llano en el país contra la tiranía de Fulgencio Batista. Desde el 26 de noviembre de 1956, amenazado de muerte por la tiranía, decidió levantarse en armas, funda en 1954 la primera célula en Quemado de Güines.

Nació en la finca Sevilla perteneciente al municipio de Quemado de Güines; desde pequeño trabajó en las faenas agrícolas y estudió en la Escuela Pública.

Comenzó a trabajar en el Central San Isidro, hoy Panchito Gómez Toro; con sólo 16 años de edad, como estibador; además de practicar su deporte favorito: el boxeo.

Su primera filiación fue al Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, y más tarde al conocer la existencia del M-26-7 fundó en 1954 la primera célula y participa en la huelga azucarera de 1955.

Desde el 27 de noviembre inicia la lucha guerrillera y el 8 de abril de 1958 ataca el cuartel de Quemado de Güines, después parte a la sierra del Escambray donde se une al Che, toma Güinía, Santa Isabel, Cumanayagua y participa en la batalla de Santa Clara, partiendo en la Caravana de la Libertad hacia La Habana.

Fue presidente de los Tribunales Revolucionarios que juzgaron a los asesinos, fue Director de Impuestos del Ministro de Hacienda, después fue patrulla de carretera y actualmente Director de la Compañía COMETAL en La Habana.

Odiaba las injusticias, las cuales desde muy pequeño combatió, la gente más humilde de la comarca lo bautizaron como el Justiciero de la Zona.

Por su carácter y temperamento propio fue entrando en la vida de revolucionario inclaudicable. Fue separado del trabajo por su rebeldía y había enfocado definitivamente su odio hacia la tiranía y ésta también centraba su desmadrada pupila en la figura de aquel patriota que comenzaba a arrastrar a la gente más decidida de la comarca que no viera con buenos ojos el abuso y la discriminación social.

Bordón fue el primer guerrillero, alzado en el llano; contra la tiranía de Fulgencio Batista. El 26 de noviembre de 1956, decide levantarse en armas al ser amenazado de muerte.

El 8 de abril de 1958 atacó el cuartel de Quemado de Güines, el que no puede tomar por la escasez de armas y pertrechos, y después marchó hacia la zona de la Carretera Central cerca de Manacas y allí actuó como apoyo a las acciones de la huelga revolucionaria del 9 de abril.

El estallido de la huelga a las 11:00 de la mañana del 9 de abril de 1958, encontró a la tropa de Bordón en la carretera Central, la cual libra encarnizados combates. Para evitar posibles refuerzos hacia Santa Clara; fue interrumpido el tránsito, por lo que una guagua y varios vehículos fueron quemados.

El día 10 de abril, un comando rebelde dirigido por Evelio Daniel Villavicencio, quien se había separado de la guerrilla de Bordón, se lanzó a la toma del cuartel de Rancho Veloz, acción fracasada, en la que murieron Villavicencio, Ambrosio Francia —pescador de Carahatas—, y otros valiosos compañeros.

Poco más tarde partió hacia las montañas del sureste villareño, donde se mantuvo activo. A la llegada del Che a Las Villas, Víctor Bordón se le une con su tropa, y tomó parte en el ataque y toma de Güinía y en las acciones liberadoras de los pueblos de Las Villas hasta la toma de Placetas.

El Che llegó a la Loma del Obispo en el Escambray, el 16 de octubre de 1958. Estaba nombrado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz como máximo responsable del Movimiento 26 de Julio en Las Villas.
Venía convencido de que a la par de ir desmoronando paulatinamente las fuerzas del enemigo en el territorio, tenía que enfrentar las rivalidades internas de los grupos revolucionarios actuantes en el macizo montañoso y alcanzar la unidad entre las fuerzas, con lo cual cambiaría el conocido axioma de "divide y vencerás" por el de "En la unión está la fuerza."

Como parte de la estrategia del Che para el ataque a Santa Clara, se encaminó hacia el sur y después al oeste para contribuir con sus operaciones a impedir los refuerzos posibles a enviar hacia Santa Clara cuando comenzara el ataque a esta ciudad. El 27 de diciembre libró el combate y toma de Santo Domingo, población de la que sale después para ubicarse más hacia el oeste por la Carretera Central, donde impidió el cruce de tropas de la tiranía hacia la capital villareña, ya atacada por el Comandante Guevara desde el día 28.

Víctor Bordón, dotado de un carácter y humanismo generacional, se granjeó el aprecio de sus hermanos de batalla, gente llana y bizarra, de principio a fin.

Nunca le ha preocupado pasar en silencio por más de 50 años: En estos años de historia revolucionaria nunca me he sentido en silencio, porque siempre he estado en una constante actividad creadora. Soy fundador del Partido y he participado en todos sus congresos. Nunca me he amilanado, ni me he preocupado de qué parte se vive mejor, sino desde qué lugar se es más útil a la Patria, como dijo José Martí. Lo más importante para mí es que siempre he estado al lado de Fidel, como una de las personas más fieles, y esa es la mayor condecoración y cargo que he tenido y me puedan dar en mi vida. Los ascensos, nombramientos y otras funciones que me ha dado, más que un estímulo, lo he visto como un compromiso de fidelidad y trabajo con mi pueblo y la Revolución.

Su momento más orgulloso: Cuando el Ministro de las FAR me designó entre los que encabezaron el traslado de los restos del Che hasta Santa Clara y la posterior participación en los funerales me sentí orgulloso y creo que fue un premio que me dio Raúl, pues sabía la lealtad mía hacia el Che.

Su mayor regocijo: Siempre que entrego un Joven Club de Computación y Electrónica es la satisfacción más grande que siento como constructor y revolucionario. Es algo indescriptible, pues uno ve primero el solar yermo, y después lo ve poblado de niños y computadoras. Es un sueño hermoso y realizable. También cuando recibí los diplomas de manos de Fidel por nuestra cooperación en la construcción de las escuelas de formación de trabajadores sociales del Municipio Holguín y de Ciudad de La Habana.

Ha preferido estar al lado de: La gente joven. Tengo sangre para acercarme a ellos y que ellos se acerquen a mí. Eso lo aprendí de Fidel, que es quien más ha luchado en unir a los viejos con los muchachos como la única forma de lograr la continuidad. La Asociación de Combatientes tiene que estar en la vanguardia de esa lucha. Por algo se dice que la experiencia es un cúmulo de errores, y hay que alertar al que empieza para que no los cometa y no tropiece con la misma piedra.

Victor Bordón fue el único comandante que graduó el Che durante la guerra libertaria y el primer guerrillero del llano. Se había alzado en la manigua quemadense en noviembre de 1956 en espera del arribo a Cuba del nombre de sus ideas: Fidel Castro.

Con el Che se encontró en pleno macizo del Escambray en octubre de 1958. Con los grados de comandante que le había dispuesto la dirección del Movimiento 26 de Julio en Las Villas, estaba instalado allí con cerca de 300 hombres bajo su mando.

El encuentro no pudo ser más tenso y dramático. Víctor había cometido cándidos errores como el de realizar un pacto con el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, el tristemente célebre jefe del Segundo Frente del Escambray, grupo protagonista de la mayores discordias y desuniones en ese lomerío.

Fue en medio de aquel ambiente hostil cuando Hornedo Rodríguez divisó al Che debajo de un árbol y se lo señaló a Bordón, quien se acercó, y se dieron la mano. Víctor evocó su primera impresión:
Vi delante de mí a un hombre pálido que venía con un ataque de asma y sin un atomizador en la mano. Tanto él como sus hombres se veían destruidos por el cansancio, pero destilaban moral combativa por todos los poros. Y me dije: “Este argentino está poniendo a prueba hasta su salud”. Imponía respeto por encima de sus problemas físicos. Me pareció una figura legendaria y un hombre distinto. Y no me equivoqué. Lo vi como un gaucho que venía a pie desde Oriente mandado por Fidel. Por eso, a primera vista me subordiné. Y a más de 50 años de aquella idea, la contemplo como la actitud más correcta que he tenido en mi vida.

Dentro de un secadero de café, con la presencia de Ramiro Valdés, segundo jefe de la columna, arrancó la entrevista. Visiblemente molesto, aunque sin arrogancia, y sin alzar la voz, el Che comenzó a sondear a Bordón o, más bien, a plantearse interrogantes que se contestaba él mismo, apoyado por el mutismo del emplazado, quien solo bajaba la cabeza por respuesta.

“¿Cómo vas a firmar un pacto que subordine al Movimiento 26 de Julio, la organización más poderosa, al Segundo Frente?” Y un poco más irritado: “¿Cómo vos se va a subordinar al comemierda ese?”.

Bordón estaba muy serio y lo miraba sin odio en el rostro, pero con cierta pena y firmeza unida. Entonces el Che concluyó: “Por los errores que has cometido, y con vistas a liquidar ese pacto, tengo que rebajarte de grado”. Y no dijo más.

Fue ahí cuando Bordón le contestó: “Comandante, yo no vine aquí a pelear por grados, déjeme combatir a su lado como un soldado más”.
Aquella medida, más que amilanar a Bordón, le propició nuevos bríos para continuar la lucha. Bajo la luz amarillenta de un candil le hizo una carta a Fidel en la que reconocía sus errores cometidos y la decisión de mantener su fusil en ristre.

El Che era un hombre distinto a todos los que había conocido antes. Tenía el dejo argentino, pero me habló de una manera en que nadie me había hablado. Iba creciendo con las palabras. Ahí comprendí la lucidez de Fidel. A pesar de que era extranjero, lo había graduado como el primer comandante en la Sierra Maestra. A las pocas horas de haber tomado la medida me comenzó a tratar como si nada hubiera pasado, incluso hizo algunos chistes conmigo.

Ramiro, por su parte, se sentó a mi lado y me dio mucho aliento. Me explicó cómo era el Che, que los errores se saldaban en la lucha constante y en la demostración diaria de lo que uno era capaz de hacer. Yo empecé a querer y admirar a Ramiro desde aquel instante, y hoy lo tengo más que como un amigo y un jefe, como un hermano.

Me reuní con los oficiales de mi tropa y les expliqué que aquel hombre venía mandado por Fidel y había que acatar sus órdenes como si fuera el propio Comandante en Jefe. Les expresé también que me parecía un hombre muy honrado y justo, pero la información que tenía de nosotros no era la mejor. Todos coincidieron que debíamos echar pa’lante.

Con él, al segundo día, vamos al ataque del cuartel de Güinía de Miranda y me nombró al frente de un pelotón con compañeros míos e invasores. Yo le dije a toda mi gente: “Hay que demostrar lo que nosotros somos: gente sin miedo y listos a darlo todo por la patria”.

La admiración de Bordón por aquel hombre de talla extra, a veces hosco, pero de un humanismo andino, que se le salía por encima de su raída vestimenta guerrera, crecía con los días y las noches, con los gestos y las demostraciones. He aquí una anécdota que lo caló muy hondo:
Cuando la travesía de regreso del combate de Banao, el Che padecía de un ataque de asma muy grande y yo le doy el caballo. Con nosotros venía mi amigo Sergio Soto, muy valiente, pero muy bocón y dijo: “Yo estoy muerto de cansado y el jefe va en el caballo”. El Che lo oyó, se bajó de la bestia y continuó caminando. Cuando llegó al campamento le explicó a Sotico por qué él había aceptado la cabalgadura. En la medida en que le fue argumentando, Sotico empezó a llorar de vergüenza. Posteriormente este compañero cayó combatiendo heroicamente. En Cabaiguán hay una refinería que lleva su nombre.

El temperamento jocoso de Bordón, propio del guajiro abierto y franco, fue asimilado por el Che, quien solamente permitía algunas libertades chistosas a las personas que estimaba. También departían sobre temas y asuntos ideológicos, históricos y políticos:
El Che hizo un trabajo ideológico y político prácticamente asombroso para el poco tiempo que estuvo en el Escambray. Se reunió con los campesinos, les entregó tierras que fueron confiscadas a los latifundistas, conversó con el movimiento obrero, creó escuelas en Caballete de Casa, y logró en gran parte la unidad, pues con el Segundo Frente le fue imposible alcanzar un entendimiento.

Consiguió gran éxito con el Pacto de El Pedrero, al obtener solidaridad y cooperación entre las fuerzas del 26 de Julio y el Directorio Revolucionario. Conquistó cosas que para nosotros parecía casi imposible consolidar.

El aeródromo estaba a la vera del central Santa Isabel —luego Ramón Ponciano—, en Fomento. El Che tuvo la idea de capturar una avioneta que aterrizaba allí y traerla para el campamento. Se contaba para ello con un piloto dentro de la tropa rebelde.

Víctor Bordón y el capitán invasor Manuel Hernández Osorio, un folclórico y carismático guajiro, fueron los designados para cumplir tan riesgosa misión, acompañados por 50 hombres decididos a alcanzar el objetivo.

Durante la noche realizaron la marcha y ya en la madrugada se apostaron en un cañaveral, silenciosamente, frente a la pista de aterrizaje. Allí permanecieron hasta las diez de la mañana observando cómo más de 20 casquitos hacían cuentos sin percatarse de nada. A esa hora, uno de los guardias decide ir al cañaveral a realizar una necesidad fisiológica y tan pronto penetró, un rebelde apodado Holguín abrió fuego y se inició el ataque relámpago.

Allí cayeron los compañeros Ramón Ponciano y Pineda, y herido Manuel Pérez. Por la parte enemiga: cuatro muertos, dos heridos y cuatro prisioneros, y uno logró escapar. Se ocuparon nueve fusiles Springfield, una carabina San Cristóbal y un revólver 45. Fue un golpe victorioso que llenó de júbilo al grupo actuante.

Sin embargo, el Che había recibido la noticia de que la tropa de Bordón había sido cercada y, en una muestra de compañerismo sin par, montó a un caballo y partió solitario al galope a rescatar a sus hombres.

Al llegar allí observó aquel panorama de júbilo y triunfo y con un arranque de emoción pocas veces visto abrazó a Bordón y le dijo: “¡Buen trabajo, comandante, buen trabajo!”.

Era el 19 de noviembre de 1958. A solo un mes de unidad y de combate en el Escambray, el Che le restituía los grados al guajiro-estibador Víctor Bordón.

Sentí la mayor emoción de mi vida, no porque me devolvieran mis grados, sino porque era reconocido por un hombre tan grande como el Che. Nos miramos y sin pronunciar palabras nos dijimos miles de cosas uno y el otro. Después comenzamos a hablar de los saldos positivos de la acción y de los futuros combates que se avecinaban.

A las cinco de la mañana del 16 de diciembre de 1958 con el ataque al cuartel de Fomento arrancó la ofensiva definitoria. Horas antes, junto al Che, se habían acercado a la instalación, protegidas por una fuerte neblina, las tropas del comandante Víctor Bordón, las de los capitanes Joel Iglesias y Luis Alfonso Zayas, y las de los tenientes Manuel Hernández, Roberto Rodríguez y Miguel Álvarez.

El Che decidió que el capitán Silva y yo evitáramos los refuerzos que pudieran venir de Placetas y Cabaiguán. Nos emboscamos en las carreteras. Cuando se inició el combate, tanto Silva como yo íbamos y veníamos para observar cómo se desarrollaban las acciones contra el cuartel, ya que en el caso mío tenía allí a los pelotones de Choy, Machín y Hornedo.

Al final, al ver que no iban a entrar refuerzos, nos fuimos para el cuartel a reforzar los grupos hasta que fue rendido. Allí hubo muchas actitudes corajudas por parte de nuestra gente.

Posterior a la toma de Fomento, los hombres al mando del comandante Víctor Bordón se distinguieron en la toma de Cabaiguán y Guayos, y el puente de La Trinchera, en la región de Sancti Spíritus. En la primera ciudad Bordón tomó el cuartel; mientras, el Vaquerito arremetía contra la estación de policía.

Víctor: Lo más importante para mí es que siempre he estado al lado de Fidel. En Cabaiguán participé con varios de mis pelotones. El combate duró seis o siete horas y nuestra tropa combatió muy fuerte. Ya teníamos mejores armas; en el caso mío, un Garand. En medio del tiroteo el Che me llamó a buscar y me dio la orden de que tomara a Guayos. Hacia allí partimos 10 o 12 hombres en un “pisicorre”. Llegamos a las primeras horas del amanecer y arremetimos contra el cuartel. Israel Chávez hizo gala, por el fondo de la instalación, de su ametralladora 30 por primera vez. Yo ataqué por el frente junto a mis capitanes Cente, Yayo Machín, Otten Mesana, Erasmo Peraza y el teniente Armando Choy.

A las siete de la mañana se rindió la guarnición del cuartel, pero cae allí, por la bala de un francotirador, uno de los hombres más respetados y queridos de mi tropa: Ramón Balboa.

Y la ofensiva continuaba coronada de esplendor y patriotismo:
En Placetas atacamos el cuartel con tres pelotones nuestros y tres del Che. Los guardias resistieron un poco más que en Cabaiguán. Nosotros combatíamos mezclados con la Columna 8. La estación de Policía fue tomada por la tropa de Rolando Cubela (traidor), del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en tanto el Vaquerito y su pelotón suicida se enfrentaban a los guardias apostados en los elevados.

Me moví varias veces junto al Che, en medio de aquella balacera infernal, no le veía ni el más mínimo signo de miedo en el semblante, más bien preocupado por la situación de sus hombres y que el saldo del cuartel nos causara la menor cantidad de bajas posibles.

Tomada Placetas, para la tropa rebelde no había otro camino que el de Santa Clara:

Participé en la reunión en el hotel Tullerías, dirigida por el Che, en la que decide que reorganice mi columna. A Ramiro Valdés, con 64 combatientes, lo envía a ocupar Sancti Spíritus y luego a seguir rumbo a Jatibonico. Camilo, en Yaguajay, y la Columna 8 entraría por la parte norte de Caibarién, Remedios, y Camajuaní con vistas al inminente ataque a Santa Clara.

Mi misión principal era tumbar el puente del río Sagua a la entrada de Santo Domingo, para evitar todo refuerzo que viniera de La Habana. El puente no lo pudimos derribar, pero el refuerzo lo paramos en seco y nunca llegó a Santa Clara.

Con la llama del enero victorioso llegó a La Habana, pero allí tampoco el Che lo puso a descansar…

Me nombró su segundo en La Cabaña y me asignó un maestro para que me enseñara. Me dijo que mi tarea principal era superarme, y el maestro iba hasta mi casa a darme las lecciones de Matemática, Español y otras asignaturas. Después el Che se aparecía y supervisaba lo que había aprendido y el porciento de asistencia, que no podía ser otro que el ciento por ciento.

Cuando el Che observaba que la gente era sincera y echaba para adelante sin aspavientos, te cogía estimación, aunque nunca te lo decía, pero te dabas cuenta en la forma en que te oía y te trataba.

Víctor Bordón ha muerto. Ha caído el roble que las balas no pudieron carcomer. Dirigió hasta su fallecimiento la empresa Cometal, entidad destacada en producciones metálicas.

El Comandante del Ejército Rebelde Víctor Bordón Machado estuvo especialmente invitado a la conmemoración por el aniversario 55 de la creación del Frente de Las Villas. Tal vez una muestra de la consideración que el Che le tenía está recogida en esta anécdota inédita de Oscar Fernández Mell, médico invasor de la Columna 8 Ciro Redondo y uno de los hombres que estuvieron con el Comandante Ernesto Guevara, en 1965, en la guerrilla del Congo Belga:
“Como se sabe, la dirección congoleña pidió que nos retiráramos y algunos compañeros, ya entrenados, no pudieron incorporarse. Sí recuerdo que cuando yo entré al Congo y le informé al Che sobre los hombres que debían incorporarse a la guerrilla, le precisé: ‘Entre ellos viene Bordón’. Y él me respondió: “Coño, esa sí es buena noticia, porque ese guajiro es bueno de los buenos.”

Bordón falleció en La Habana a los 82 años víctima de una complicación aguda.