Importante escultora cubana, considerada figura cimera de esta manifestación en el siglo XX. Premio Nacional de Artes Plásticas en 1995.
Desde muy pequeña sintió una gran atracción por el fascinante mundo de la plástica, que pudo desarrollar a plenitud y con gran elegancia en la creación de sus obras.
Se graduó de bachiller en 1928 y matriculó el segundo año de la Academia de San Alejandro. Aquí recibió apenas dos cursos con el profesor Juan José Sicre. Luego, durante unos pocos meses del año 1930, tomó algunas clases en el Lyceum de La Habana, con la escultora Isabel Chapotín.
Rita siempre se consideró a sí misma una creadora de formación básicamente autodidacta y trató de insuflar a su obra un aire de renovación:
"Mis primeros trabajos consistían en juegos de líneas y de formas, búsquedas de soluciones atrevidas, expresiones nuevas, tanteos que fueron adquiriendo mayor seguridad"
Iniciada en el quehacer artístico en los umbrales de la década del treinta del siglo XX, la trayectoria de Rita Longa reedita la temprana vocación de cambio que alentó a unos pocos escultores cubanos de su tiempo, y los llevó a protagonizar el movimiento de renovación plástica encabezado por la pintura.
Con solo veinte años realizó los dos primeros envíos a sendas muestras colectivas que se realizaron en la capital cubana en 1932; uno de ellos fue la obra Sed, exhibida en el Salón femenino del Círculo de Bellas Artes. Apenas dos años después presentaba su primera exposición personal en el Lyceum, la que estuvo sucedida por la exitosa participación en el I Salón Nacional de Pintura y Escultura (1935) donde la pieza Torso resultó laureada con uno de los premios.
Luego, durante el XIX Salón del Círculo de Bellas Artes (1936), la obra Triángulo le valió a la artista una Medalla de Oro. En el II Salón Nacional de Pintura y Escultura de 1938 mereció un prestigioso Segundo Premio con la pieza Figura trunca, obra que también fuera exhibida -y particularmente celebrada por la crítica estadounidense- durante la exposición colectiva de arte latinoamericano organizada por el Museo Riverside, en 1939.
Para esa fecha ya Rita Longa había tenido la oportunidad de probarse en otras facetas del desempeño profesional. Durante el año 1937 participó como orientadora del Estudio Libre de Pintura y Escultura, experiencia que le permitió tanto desplegar dotes pedagógicas afines con un tipo de enseñanza apartada del procedimiento académico, como intimar y compartir inquietudes -que iban más allá de lo estético- con otros artistas que se constituirían, como ella, en recios baluartes de la segunda vanguardia plástica cubana.
Ejerció, asimismo, como Jefa de Negociado de Enseñanza y Divulgación Artística de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, y como Secretaria Ejecutiva del Instituto Nacional de Artes Plásticas.
Ya su obra había circulado dentro y fuera de Cuba y se incluía en las más prestigiosas colecciones estatales.
Durante su sostenida labor en el ámbito de la escultura de salón se puso de relieve la preferencia de la artista por el tratamiento de la figura femenina y el trabajo con diversos materiales (yeso, terracota, mármol) de los que consiguió extraer riquezas texturales que enaltecieron la potencialidad expresiva del volumen, la línea y el claroscuro. La crítica especializada advirtió tempranamente la loable organicidad de su poética basada en cualidades tales como ritmo, movimiento, gracia, refinamiento y elegancia.
En 1940 el arquitecto Eugenio Batista le encomendó la realización de un Sagrado Corazón para una residencia privada que estaba a punto de concluir; fue esta la primera oportunidad de Rita de pensar la propuesta escultórica para un sitio predeterminado y de plantearse el reto de la integración armónica de la escultura con la arquitectura. Aquel primer relieve escultórico con el tema del Sagrado Corazón de Jesús devino el detonante de una sostenida práctica interdisciplinar que le facilitó entrenarse en el tratamiento de la forma en íntimo diálogo con el espacio, ahondar en los dominios técnicos de su manifestación y calar, con ejemplar perseverancia, en el gusto de una clientela reacia al cambio de signo que presuponía la modernidad.
Para cumplir los frecuentes encargos de Mater o Madonnas, de Vírgenes, y de representaciones escultóricas del Sagrado Corazón que recibió la artista durante los años cuarenta y cincuenta implementó una técnica y procedimiento propios en el que combinaba el modelado exento de cabezas y manos, luego adheridos al muro -de cemento o de mármol- sobre el cual, en virtuosos medio-relieves, quedaban apenas insinuadas las siluetas, los hombros, los velos, las mangas y las túnicas de estas imágenes religiosas, ajustadas siempre en tamaño y proporción a las dimensiones de la pared de fondo y a la arquitectura del local.
La tenacidad del empeño permitió a Rita Longa socavar de raíz la norma academicista subvirtiendo los más ortodoxos modelos. Así lo atestigua la Santa Rita de Casia, concebida por la autora en 1943 para la iglesia homónima de Miramar, y que fuera colocada, retirada y reubicada -una y otra vez- en el altar mayor de dicho templo. Por su parte, la denominada Virgen del Camino (1948), transgresora y sensorial en la paganía de su pedestal y en los excesos de su feminidad voluptuosa, recabó por intermedio de su autora la intervención del Tribunal de Ritos de Roma para que se declarase legítima la devoción popular que despertó su imagen y para que fuese coronada por las autoridades eclesiásticas como “madre protectora del viajero peregrino”.
La temática religiosa en la obra de Rita Longa alcanza su punto culminante en La Pietá, majestuoso mármol que la artista realizara en 1957 por encargo de la arquitecta Elena Pujols para un panteón en el cementerio “Cristóbal Colón” de la capital cubana.
A la infatigable constancia que caracterizó a la escultora se yuxtapone esa condición sui géneris que con frecuencia convierten a sus esculturas en hitos -cuando no en símbolos- de amplísimo consenso popular. En esta dirección, a las ya mencionadas Santa Rita de Casia y La Virgen del Camino habría que añadir -en la propia década de los cuarenta- el Grupo Familiar (1947) que fuera emplazado en el Parque Zoológico de La Habana, seguidas de cerca por la Ballerina (1950) que se ubicó a la entrada del Cabaret Tropicana, por la obra Forma, Espacio y Luz que desde 1953 preside la fachada principal del edificio del Museo Nacional de Bellas Artes (Cuba), y por otras mucho más recientes, igualmente enraizadas tanto en el entorno físico que les pertenece, como en el imaginario colectivo.
Emblemática dentro de la vertiente interesada en el pasado prehispánico es la Fuente de las Antillas, inaugurada en la ciudad de Las Tunas en 1977. Desplegado sobre un estanque de contornos sinuosos -de veintidós metros de extensión- el conjunto evoca la leyenda taína sobre el origen del mar; las figuras modeladas en barro y fundidas luego en una híbrida mezcla de cemento, polvo de mármol y arena (que conserva el tono cobrizo afín al referente aborigen) conforman una bella metáfora de la geografía caribeña en la que el agua deviene elemento plástico de protagonismo esencial en la interconexión de las formas.
En el extremo opuesto en cuanto a registros estilísticos se ubica la Clepsidra, esa otra escultura-fuente que en 1997 se ubicó en el lobby del Hotel Habana Libre, bajo la soberbia cúpula de cristal que abriga el patio central de la instalación. A diferencia de la solución adoptada para la pieza tunera, aquí la artista optó por el despliegue en altura, alzando -hasta alcanzar ocho metros- un entramado geométrico, en espiral, de doce vasos surtidores realizados en acero y vidrio.
Mención aparte merece, por lo que aporta a la renovada concepción del monumento conmemorativo en el ámbito de la escultura cubana El Bosque de los Héroes, una obra realizada por Rita en estrecha colaboración con el arquitecto Manuel González, que fue erigida en la céntrica Avenida de las Américas de la ciudad de Santiago de Cuba, en 1973, dedicada al recuerdo de los hombres de la guerrilla comandada por el Che Guevara, caídos en tierras bolivianas. El monumento está presidido por una compleja estructura de decenas de planchas rectangulares (de mármol blanco) que articulan, unas con otras, conformando una elegante urdimbre de configuraciones geométricas entrecruzadas cuya reminiscencia boscosa se vio completada con algunos cipreses plantados dentro de la estructura escultórica.
Lo más llamativo del conjunto, más allá de la belleza plástica de la forma resultante, es la concepción de un monumento previsto no para ser admirado desde lejos sino para ser recorrido por el público: el acceso a la ligera elevación del terreno donde fue ubicado se verifica a través de sendas escalinatas laterales y de una rampa empedrada que discurre desde el borde de la avenida hasta el núcleo mismo de la pieza; un sendero que se bifurca en rutas sinuosas aludiendo al curso incierto de un arroyo que parece nacer dentro del entramado de formas marmóreas.
Así, la incidencia -programada o abierta- de los elementos naturales, de los complementos sonoros de la propuesta plástica, del sistema de luminarias, del tratamiento paisajístico del entorno -asumidos, en cada caso, según el peso específico que puede corresponderles en un proyecto de voluntad integradora- y casi siempre en interacción con soluciones arquitectónicas que ponderan el diálogo respetuoso con las artes plásticas, son las claves que conforman, en suma, el concepto escultórico que preconizó Rita Longa. La defensa de este cardinal presupuesto transdisciplinario se verificó no solo a través de su vasta obra personal sino también desde la encomiable labor que desplegó como promotora de la escultura, al frente de la entidad rectora de la manifestación en el ámbito institucional cubano.
A partir de 1959 Rita Longa se desempeñó como Secretaria Ejecutiva del Patronato de Bellas Artes y como fundadora y Directora del Taller Guamá donde realizó, entre otras muchas obras escultóricas, las veinticinco piezas que conforman el famoso conjunto Aldea Taína, concebido para el complejo turístico Guamá en la Ciénaga de Zapata.
Desde su fundación, en 1980, y hasta su desaparición física, presidió la Comisión para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA), devenida en Consejo Asesor Nacional para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental del Ministerio de Cultura. Tan admirable como su obra artística resultó su gestión promotora aunando voluntades, adoptando valientes decisiones en un campo tan comprometido como el de la producción conmemorativa y librando batallas inenarrables contra todo tipo de avatares, siempre en favor del crecimiento y de la dignidad del arte escultórico cubano.
Obra
Venados del Zoológico de 26.
Su alto vuelo imaginativo se volcó en la representación monumental del grupo familiar de venados que se puede observar a la entrada del Parque Zoológico de La Habana; también en la famosa bailarina del internacionalmente conocido cabaret Tropicana; en la imagen de la llamada Virgen del Camino, que hoy es el símbolo del municipio capitalino de San Miguel del Padrón, o la aldea taína de Guamá, en la Ciénaga de Zapata, al sur de Matanzas, por solo mencionar algunas de las más conocidas.
A lo largo de sus prolíficos 88 años de vida, la escultora participó en más de diez exposiciones colectivas en Nueva York y también en otros países de Europa y el Caribe, además de diversas muestras personales organizadas en Cuba desde fines de la década de los años 20 hasta 1997.
Exposiciones personales
1934
Exposición Rita Longa, Lyceum, La Habana.
1944
Exposición Rita Longa, Lyceum, La Habana.
1966
Taller Guamá, La Habana.
1982
Rita Longa. 50 años de escultura, vestíbulo de la Sala Avellaneda, Teatro Nacional, La Habana.
Esculturas de Rita Longa. Galería Servando Cabrera Moreno, La Habana.
Rita Longa. 50 años de escultura de pequeño formato, Galería Amelia Peláez, La Habana.
Rita Longa. Escultura monumentaria y ambiental, Galería Habana, La Habana.
Rita Longa. 70 aniversario, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
1992
Rita Longa. Exposición Homenaje al 80 aniversario de la escultora y 60 años de vida artística, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
1996
La magia del volumen. Rita Longa. Agustín Cárdenas, Sala Che Guevara, Casa de las Américas.
Exposiciones colectivas
1933
Auto-retratos, Círculo de Bellas Artes, La Habana
1955
Sala Permanente de Artes Plásticas de Cuba, Palacio de Bellas Artes, La Habana.
Escultura para exteriores, Lyceum, La Habana.
1956
Homenaje a Martí, Lyceum, La Habana.
1959
5 escultores, Galería Nuestro Tiempo, La Habana.
1970
Salón 70, Museo Nacional, La Habana.
1979
Salón Nacional de Artes Plásticas UNEAC’78, La Habana.
1980
20 años Taller Guamá, Galería de La Habana, La Habana.
1983
La escultura en la Revolución, Museo Nacional, La Habana.
1988
Salón de Artes Plásticas UNEAC’87, Pabellón Cuba, La Habana.
Obras escultóricas
Grito, yeso, ca. 1933
Autorretrato, ca. 1933
Torso, yeso patinado, 89 x 20 x 41 cm, 1935, colección Museo Nacional, La Habana.
Despertar, ca. 1936
Figura, cemento, 1938
Monja, mármol, 1955
Majagua II, 1967, colección Teatro Nacional, La Habana.
Siboney I, mármol, talla directa, 1,20 x 0,58 x 0,27 m, 1970, colección Museo Nacional, La Habana.
Martí, bronce, 1973
Resplandor.
Obras emplazadas en Cuba
Busto de Martí, Central Hershey, Matanzas, 1939.
Busto de María Teresa García Montes, Teatro Auditórium, La Habana, 1940 (destruido).
Sagrado Corazón, piedra, residencia campestre de los Hermanos de La Salle, La Habana, 1942.
Santa Rita, yeso con pátina, Iglesia de Santa Rita, 5ta. Avenida y 26, Miramar, La Habana, 1943 .
El buen pastor, piedra, jardines del seminario del Buen Pastor, La Habana, 1944-1945.
Ciencia y Fe, relieve en la fachada de la antigua Liga contra el Cáncer (Hospital Oncológico), La Habana, 1946.
Fuente de los mártires (Arquitecto: Honorato Colette), Paseo del Prado, La Habana, 1947.
Grupo Familiar, bronce, Parque Zoológico Nacional, La Habana, 1947.
Previsión y Cooperación, edificio La Tabacalera, La Habana, 1948
Sagrado Corazón, Centro Médico Quirúrgico, La Habana, 1948
Virgen del Camino, parque San Miguel del Padrón, La Habana, 1948.
Friso del tabaco, edificio La Tabacalera, La Habana, 1948
Monumento a las madres, Batabanó, La Habana, 1949
Memorial a Rosario Dubrocq, bronce y mármol, Hospital Ortopédico, La Habana, 1949
Ilusión, bronce, Teatro Payret, La Habana, 1950
Intercambio, aluminio, Banco Continental La Habana, 1950
Musas (conjunto de 9 piezas), Teatro Payret (Arquitecto: Eugenio Batista), La Habana, 1950
Ballerina, Cabaret Tropicana, La Habana, 1950
Forma, Espacio y Luz, mármol blanco de Isla de Pinos, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, 1950-1953
Tríptico del Azúcar, Banco Continental, La Habana, 1951
Progreso, bronce, Banco Continental, La Habana, 1951
Fuente, piedra artificial, residencia campestre de Miguel Ángel Quevedo, Wajay, La Habana, 1951
Friso de las carabelas, Banco Continental, La Habana, 1951
La fuente de las virtudes, Hospital Provincial de Santa Clara, Las Villas, 1952
Piedad, panteón de la familia Aguilera, yeso patinado, 45 x 23 x 42 cm, Cementerio de Colón, La Habana, 1957
Muerte del cisne, piedra de capellanía, Teatro Nacional, La Habana, 1959
Aldea Taína (conjunto de 25 esculturas) (Arquitecto: Mario Girona), piedra fundida (polvo de mármol, arena, cemento), Centro Turístico Guamá,Ciénaga de Zapata, Matanzas, 1961-1964
Monumento a la solidaridad, piedra fundida, Bentré, Bauta, La Habana, 1969 * Memorial a Marcelo Salado, piedra de Jaimanitas, Escuela de Natación, La Habana, 1971
Bosque de los Héroes (Arquitecto: Manuel González), mármol, Avenida de las Américas, Santiago de Cuba, 1973
Monumento a Martí, Centro Internacional de Pioneros, Tarará, La Habana, 1973
Fuente de Las Antillas (Arquitecto: Joaquín Venegas), piedra fundida, Las Tunas, 1977
Venceremos, bronce, OSPAAAL, La Habana, 1981
El gallo de Morón (Equipo: Armando Alonso. Arquitecto: Manuel González Suárez), bronce, 2,5 m, Morón, Ciego de Ávila, 1982
Arabesque, Ballet de Camagüey, 1987
La leyenda de Canimao, cobre, 7 m, km. 4 de la carretera Matanzas-Varadero, Matanzas, 1995
Plaza martiana (Arquitecto: Domingo Alás), bronce, Las Tunas, 1995
Clepsidra, cristal, Hotel Habana Libre, La Habana, 1997
Escultura, mármol, Banco Financiero Internacional, La Habana, 1999
Premios
Las obras de Rita la hicieron merecedora de numerosos premios. Los galardones que le otorgaron están avalados, sobre todo, por la crítica y la admiración del público.
Por su larga y exitosa carrera, que dejó plasmada en una amplia obra artística de gran calidad y belleza creadora, Rita Longa Aróstegui recibió múltiples reconocimientos, entre los que se destaca el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1995.
1935
Premio, Exposición Nacional de Pintura y Escultura. Colegio de Arquitectos, La Habana
1936
Medalla de oro, XVIII Salón de Bellas Artes, Círculo de Bellas Artes, La Habana.
1937
Medalla de oro, XIX Salón de Bellas Artes, Círculo de Bellas Artes, La Habana.
1938
Premio, II Exposición Nacional de Pintura y Escultura, Castillo de la Fuerza, La Habana.
1945
Segundo premio, Salón de Primavera, Sociedad Nacional de Bellas Artes, La Habana.
Primer premio, Concurso Monumento al Soldado de las Guerras de Independencia, La Habana.
1949
Primer premio, Concurso de fuentes para residencias, Congreso Panamericano de Arquitectos. La Habana.
1951
Premio, Gold Medal Exhibition, Arquitectural League, Nueva York.
1953
Premio, Arquitectural League, Nueva York.
1982
Medalla "Alejo Carpentier".
1995
Premio Nacional de Artes Plásticas.
1996
Orden "Félix Varela" .