Cuando el pasado año la Federación Mundial de Sociedades de Anestesiología hizo una encuesta entre sus 140 países miembros para precisar cuál era el anestesiólogo de más edad en activo, el doctor Ricardo Charles Mendoza Sánchez apenas reparó en tan singular convocatoria
Pero la Sociedad Cubana de Anestesiología y Reanimación no perdió tiempo en enviar su ficha profesional, tomando en cuenta que con 84 años cumplidos en ese momento todavía entraba al quirófano casi a diario en el Centro Internacional de Retinosis Pigmentaria Camilo Cienfuegos, donde labora desde hace tres lustros.
Para satisfacción de sus colegas del patio, a los pocos meses llegó la confirmación anunciada por la WFSA en su publicación Newsletter, de noviembre del 2013.
El más longevo de todos los candidatos era este sencillo hombre de notables cualidades científicas y humanas, nacido en una finca del hoy municipio espirituano de Cabaiguán, el 9 de junio de 1928.
“La noticia me sorprendió, no esperaba que fuera yo el distinguido, y cuando lo supe de manera oficial, pensé de inmediato en mi familia y en las personas a las cuales les debo ser anestesiólogo, como son los casos de los doctores Mariano Valverde, Armando Bugarin, Mario Miranda, Francisco Gutiérrez Peláez y Samuel Yelín”.
Asimismo recordé, además, a otros médicos que en diferentes etapas contribuyeron a mi desarrollo profesional, entre ellos Alberto Fraga, Franco Salazar y Carlos Llapur. Por supuesto incluyo también a los miembros de la junta directiva de la Sociedad Cubana de la especialidad”.
CARRERA DE OBSTÁCULOS
La vida del doctor Charles, como prefieren decirle sus compañeros y amigos, está colmada de avatares y sueños afortunadamente realizados.
“De niño vivía en pleno campo, no había ninguna escuela cercana, y terminé la primaria bien tarde siendo ya un adolescente. Luego hice el Bachillerato en Ciencias en el Instituto de Remedios”.
Influenciado desde pequeño por las historias que su mamá le contaba acerca del médico que le había realizado el parto, decide venir para La Habana a fin de estudiar esa carrera, logrando matricularla en el curso 1949-1950.
“Yo era el mayor de cuatro hermanos y para que el segundo también pudiera superarse era preciso que contribuyera de alguna forma a reducir los gastos familiares de mi estancia en la capital”.
“Así estando ya en quinto año, empiezo a trabajar en el archivo del hospital América Arias (conocido actualmente como maternidad de Línea), donde almorzaba y comía sin afectar el bolsillo de mi padre”.
Impresionado por la seriedad del joven y su afán de aprender, un reconocido obstetra de allí, el doctor Armando Bugarin de la Cruz, lo toma como asistente y pronto empieza a ayudar a este en los alumbramientos.
El 4 de diciembre de 1956, Charles Mendoza tenía previsto hacer el examen final para obtener el título de médico, pero los sucesos del 30 de noviembre en Santiago de Cuba provocan el cierre temporal de la Universidad y la postergación de la mencionada prueba.
Luego libran una convocatoria especial para el 16 de marzo de 1957, pero el 13 ocurre el asalto al Palacio Presidencial y de nuevo se suspende la evaluación que le daría el ansiado diploma.
Es en ese periodo donde en la propia maternidad de Línea funge durante un tiempo como asistente de los reconocidos anestesiólogos Mario Miranda Ferradás y Francisco Gutiérrez Peláez, quienes le descubren su definitiva vocación hacia esa rama de la medicina.
Al triunfar la Revolución en 1959, Charles logra graduarse y es nombrado anestesiólogo del hospital universitario Calixto García, laborando allí durante casi cuatro años.
Ello fue el comienzo de una brillante labor profesional de más de medio siglo, compartida con la docencia y la formación de más de setenta especialistas en Anestesiología y Reanimación, que ha dejado su impronta en el Instituto Nacional de Cirugía y Anestesiología (INCA), creado por iniciativa de Fidel en 1962, y del cual fue fundador (marcó un antes y un después en la historia de la anestesiología en Cuba), en el hospital militar Carlos J. Finlay, el provincial de Camagüey, el Salvador Allende (antiguo Covadonga) y en Basora, Irak, en medio de la contienda bélica entre ese país e Irán, donde adquirió una vasta experiencia en la sedación y mantenimiento de los signos vitales de los heridos por la guerra sometidos a riesgosas cirugías.
ETERNO ESTUDIANTE
Para el profesor Charles un buen anestesista debe ser ante todo un incansable estudioso, estar preparado siempre para resolver cualquier tipo de inconveniente que pueda poner en riesgo la vida de un paciente durante el acto quirúrgico, tener conocimientos profundos de la dolencia del enfermo, del método clínico, y mantenerse al día de los avances científicos de esta y otras especialidades.
“La persona que va a un salón de operaciones suele ponerse nerviosa y asustarse, de ahí que el anestesista debe conversar con los pacientes y tranquilizarlos, comprender sus temores, escucharlos, valorarlos psicológicamente, y sobre todo no perder jamás la ecuanimidad, ni dejar de cumplir los requisitos preoperatorios establecidos, aun cuando en apariencia pueda tratarse de la cirugía más sencilla”.
Reconoce entre sus momentos más difíciles el haber dado anestesia a heridos de guerra con pérdidas del tejido facial por ondas expansivas, o sometidos a amputaciones provocadas por armas de fuego.
“También las veces que tuve como paciente a mi papá, a mi mamá, a un hermano. En esos momentos sacas la suficiente fuerza para hacerlo, pero cuando terminas y liberas las tensiones, sientes como si un edificio te hubiera caído encima”.
Afirma que la mejor recompensa de un anestesista es garantizar la vida del enfermo sometido a una operación, evitar que sufra, aliviarle el dolor, o sacarlo de un paro cardiorrespiratorio con peligro para su existencia.
Sin embargo, la mayor satisfacción del doctor Charles radica en ver a sus dos hijas convertidas en profesionales altamente calificadas y personas de bien. Una de ellas, Susana, siguió los pasos del padre y se desempeña también como anestesista en el Centro Internacional de Retinosis Pigmentaria. La otra, Silvia, es estomatóloga.
Ellas son como lo soñé y me enorgullece haber contribuido a transmitirles los mejores valores que pueden distinguir a un ser humano. Creo que he cumplido con ese deber en la vida, dice emocionado.
Vale añadir que a sus 85 años el decano de los anestesiólogos en ejercicio de todo el orbe no se cansa de indagar en los adelantos de su especialidad para seguir enfrentando los desafíos de la gran aventura que ha sido su carrera.
Por la excelencia en la práctica de la anestesiología a lo largo de más de cinco décadas, el pasado marzo el profesor Charles Mendoza recibió un merecido reconocimiento durante la celebración de la segunda jornada de anestesiólogos cardiotorácicos, efectuada en el hospital Hermanos Ameijeiras.