Aranzola nació en Nueva Paz en 1917. En esa época el pueblo tenía unas cuantas calles polvorientas y los domingos, frente a la iglesia, las bandas armaban las retretas. Entre los jóvenes que no se perdía ni una sola de aquellas funciones estaba Pedro Aranzola.
El tenía muchos apodos, entre ellos uno muy singular, 24, cifra que resumía el número de sus dedos, cosa que interpretaba como signo de buena suerte; sin embargo, en el ámbito familiar le decían Carucho.
De joven Aranzola se va a la capital a buscar fortuna y se casa con Graciela, la madre de su hijo Pedrito, es entonces que inicia su carrera como autor.
En La Habana sobrevivió de varias maneras, fue limpiabotas por Santos Suárez y montó una peluquería para personas de la raza negra en Marqués González y Salud. De cada vivencia cotidiana extraía las historias para los sones y guarachas que asumieran en sus repertorios El Cojunto Chapotín, la Orquesta América y La Aragón.
Richard Egües conoció a Aranzola en Santa Clara. Allí nació una amistad fraterna entre ellos que hizo a Egües el arreglista de los números de Aranzola interpretados por La Aragón. Todos se grabaron y fueron de gran popularidad. “Pedro era muy ocurrente”, cuenta Egües, “era un hombre simpático, le ponía humor a todo. Él se sentaba en la sala de la casa y le tarareaba la melodía o le cantaba el son que traía en mente, era un talento natural…”
Entrevistado por el periodista Andrés Machado Conte, que estuvo cerca de Aranzola en sus años finales de vida, el autor de Sin clave y bongó no hay son, descubrió los argumentos de muchas de sus más conocidas canciones, entre ellas El paso de Encarnación y Las charlas del momento, que inmortalizó en la música popular cubana el personaje de Atilana, ambas crónicas musicales de las cuales Pedro fue testigo o protagonista.
El propio Machado Conte destaca el valor de la amistad para Aranzola, que hacía “una fiesta de la llegada de un amigo”, resalta, y añade otro rasgo inherente a su obra “siempre buscaba la parte risible de la vida, incluso en aquellos momentos trágicos”, lo cual se refleja en los sones-guarachas que compuso.
En Nueva Paz, los más viejos y los admiradores de la Aragón, hablan de Aranzola con orgullo. El compositor regaló a su localidad natal un tema, El pueblo de donde soy.
Aranzola fue un gran pianista tocó con Chepín Chovén y luego en la Casino de la Playa y en la Riverside y por último en la Sinfónica del Beny.
Entre sus creaciones se destacan “El paso de Encarnación”, “Charlas del momento”, “Los problemas de Atilana”, “Sin clave y bongó no hay son”, popularizados por la orquesta Aragón, y los sones “Sacando palo”, “Puntéame bien el tres”.