Bailarina, profesora y maître de ballet. Una de las cuatro bailarinas históricas del ballet cubano conocidas como «las cuatro joyas».
De origen humilde, inició estudios de piano en el Conservatorio Municipal de La Habana, dada la tradición musical de su familia; pero al ver una clase de ballet en el propio Conservatorio comprendió que ese sería su destino final. Así comenzó en 1950 su formación en esta especialidad.
Asistió a una convocatoria de la Academia de Ballet Alicia Alonso para estudiar mediante un sistema de becas para niños de bajos recursos económicos, y comenzó en 1951 su definitivo aprendizaje del ballet, bajo la dirección de Fernando Alonso y la imagen y maestría de Alicia Alonso.
Recibió clases de los prestigiosos maestros internacionales Alexandra Fedórova, León Fokin y Charles Dickson. Al mismo tiempo compartió entrenamientos con la compañía profesional, lo que le permitió intercambiar con los bailarines y recibir «lecciones» de disciplina y dinámica de la vida en el teatro.
Su debut profesional se produjo en 1953, siendo alumna de la Academia, en la escena de los copos de nieve de Cascanueces, en la versión de la inglesa Mary Skeaping, con el Ballet Alicia Alonso (hoy Ballet Nacional de Cuba). En esa misma fecha participó en el estreno mundial de Estampas cubanas, con coreografía de Ramiro Guerra Sánchez.
En 1954 realizó su primera gira internacional por Chile, Argentina y Uruguay, como integrante del Ballet Alicia Alonso. Durante el receso del Ballet de Cuba, en 1956, participó en el Taller Experimental de Danza, y al año siguiente concluyó sus estudios en la Academia Alicia Alonso, en cuya sucursal del reparto Kholy inició también su carrera como maestra de ballet.
En 1957 fue conducida por Alicia Alonso, junto a otras bailarinas cubanas, al Teatro Griego de Los Ángeles, en Estados Unidos, para el montaje del ballet Coppelia, lo que se repitió al año siguiente con la presentación de Giselle. En esa oportunidad bailó, además, con el Ballet Celeste en San Francisco.
Cuando se realizaban las audiciones para la reestructuración del ahora Ballet Nacional de Cuba en 1959, Mirta Plá obtuvo el primer lugar e ingresó en calidad de solista. Inmediatamente realizó con la compañía una extensa gira por Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Ecuador.
En el plano internacional, las visitas del Ballet Nacional de Cuba al exterior contaron con su presencia: México, en 1960 y los países del Este de Europa, entre 1960 y 1961 y en 1964. Interpretó el rol protagónico en La fille mal gardée, y la reina de las willis en Giselle, llevado a la pantalla en la versión fílmica del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). En 1963 fue promovida a primera bailarina, máxima categoría en el ballet cubano.
Desde entonces asumió papeles protagónicos en Giselle, Coppelia, Cascanueces, El lago de los cisnes y La bella durmiente del bosque, en el que realizó una memorable interpretación de la princesa Aurora; en las obras del siglo XX Las sílfides y Príncipe Igor, de Mijail Fokin; Apollo y Tema y variaciones, de George Balanchine; In the Night, de Jerome Robbins; y en obras de coreógrafos cubanos: Carmen, Espacio y Movimiento y El güije, de Alberto Alonso Rayneri, Plásmasis y Tarde en la siesta, de Alberto Méndez González, Hamlet y La valse, de Iván Tenorio, Cecilia Valdés y Flora, de Gustavo Herrera.
En 1964 participó en el I Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria, donde obtuvo la medalla de plata, en competencia con reconocidas figuras del ballet internacional. Con su interpretación la crítica mundial advirtió la existencia de una nueva escuela en el centenario arte del ballet: la escuela cubana. Obtuvo igual reconocimiento en 1966, durante el III Concurso en el balneario búlgaro; en 1970 mereció la Estrella de Oro a la mejor bailarina del VIII Festival Internacional de Danza de los Campos Elíseos, en París, y una mención especial del jurado por su interpretación de Mlle. Cerito en el Grand Pas de Quatre, otro rol histórico de Mirta Plá en el ballet cubano.
Fue bailarina invitada en compañías de Hungría, Bulgaria y México, y con el Ballet Nacional de Cuba recorrió los cinco continentes y recibió las mejores opiniones de la crítica y el público.
A la par de su extraordinaria carrera como bailarina desarrolló el brillante trabajo como maestra que había comenzado en 1957; desde 1962 en la Escuela Nacional de Ballet y más tarde en México, Perú, Italia, Bélgica y España, donde vivió los últimos doce años de su vida y donde realizó una intensa labor pedagógica.
Obtuvo en Cuba altas distinciones: el Premio Nacional de Danza, la Orden Félix Varela y el Premio del Gran Teatro de La Habana; y en el extranjero se le otorgó la Medalla al Mérito del Consejo Brasileño de la Danza. Su sonrisa y suave serenidad caracterizaron tanto su danza como su personalidad.
En abril de 2003 recibió, en compañía de sus inseparables compañeras Loipa Araújo, Aurora Bosch y Josefina Méndez, un grandioso homenaje en ocasión de concedérseles el Premio Nacional de Danza 2003.
Mirta Plá dijo: "Quiero que recuerden a Mirta Plá como una persona que ha amado mucho al ballet y que se siente orgullosa de ser cubana y de haber dado a conocer, en su Patria y en otros muchos lugares, un arte hermoso. Es una mujer tranquila y feliz porque, cuando dejó de bailar, gracias a la formación que le dieron sus maestros, pudo seguir siendo útil a la danza y a la cultura de su país".
Falleció en Barcelona el 21 de septiembre de 2003.