Pedagogo, espíritu irradiante, poeta. Ensayista cubano, nació en Las Villas y fallecido en La Habana en 1960.
Humanista riguroso y polígrafo, orientó el objetivo de su estudio hacia las más diversas parcelas del saber, lo que le permitió ocuparse también de las figuras más destacadas de cada disciplina. En esta línea de trabajo, sus obras más representativas se centraron en el filósofo, político y literato cubano Enrique de Varona, así como en el pensador y escritor español José Ortega y Gasset.
Especializado, así, dentro del género ensayístico, en la redacción de obras de carácter biográfico, Medardo Vitier dejó un vasto y fecundo legado impreso en el que destacan algunos títulos tan relevantes como Varona, La ruta del sembrador, Lo fundamental, Arturo Echemendía y José Ortega y Gasset. Su obra maestra, empero, es la publicada bajo el título de Las ideas en Cuba, galardonada en 1938 con el prestigioso "Premio Nacional de Literatura".
Medardo Vitier Guanche (padre de Cintio Vitier), nacido el 8 de junio de 1886 en Rancho Veloz, un pobladito de Las Villas.
Gracias a sus padres –Severo Vitier Hernández y Carolina Guanche Santos–, que decidieron emigrar hacia Cárdenas a fin de que Severo pudiera trabajar como carpintero y maestro de obras, y no de carpintero y cazador de venados, como trabajaba en el seno de la familia campesina a que pertenecía, el niño Medardo ingresó como alumno en el colegio La Progresiva, prestigioso centro de enseñanza del cual llegó a formar parte de su Claustro de Profesores, tras largos años de tenaz y brillante entrega.
Cuando la nación cubana daba sus primeros pasos, Medardo era un adolescente, pero llegó a formar parte de la pléyade de notables personalidades de la llamada “primera generación republicana” –etapa como sabemos caracterizada por la frustración, el oportunismo y el desencanto–, gracias no sólo a su talento, sino a sus virtudes y espíritu irradiante.
Yo lo conocí en Matanzas en la década del 40 del pasado siglo. Mi tío, Pablo García Díaz, lo visitaba porque fue amigo suyo desde los tiempos de Cárdenas. Cuando me llevaba a verlo, me decía que debía permanecer callado, porque el joven Cintio siempre estaba allí tocando violín y no debía molestarlo. A Medardo, tanto mi maestro en Amarillas, como otros educadores de numerosos municipios de la provincia, lo admiraban mucho. Me llamaba la atención su peinado, igual al de mi padre, con raya al medio y suaves ondas a los lados.
Al editar en 1980 –en Letras Cubanas– la novela De Peña Pobre, de Cintio, donde aparece un pasaje como en un medallón la figura de Medardo, sentí que vivía una experiencia inolvidable. Se lee en ese pasaje: “El pelo azabache, de ondas azulosas partidas por la raya al medio, la frente morena, pálida, perennemente dedicada a la bondad, los ojos castaños, didácticos, éticos bajo las cejas muy pobladas, la nariz guanche, la boca levemente violácea, herramienta de maestro, panal de conferencias, pólvora de discursos que parecían subir hasta el sitial mismo de la patria. Miedo, miedo y orgullo de oírlo en el teatro hormigueante de pasión política, de luz política, reventando al final la ola de ovación que dejaba vibrando, como en una oquedad encendida y espantosa, la voz de él, la voz del padre, la entrañable y extraña voz amada”.
La vocación fundamental de Medardo Vitier fue la de maestro. Su casa, en Matanzas, fue una fragua, donde su palabra era fiel imagen de sus actos, poderoso orador al fin, vuelo de su cultura humanística, que hoy afirma dones vigentes en la construcción del socialismo en Cuba, porque son sin duda valores genuinos en los caminos del siglo XXI, amenazados por la actual globalización rampante llena de todos los odios del imperialismo.
En entrevista que en junio del 2006 le hiciera Rosa Miriam Elizarde a Cintio Vitier en el Centro de Estudios Martianos. Ella le preguntó al autor de Ese sol del mundo moral cómo encontró a José Martí, y él, acariciando la mesa que construyó su abuelo, en la que escribía y redimía todos los recuerdos, explica Rosa Miriam, le contestó mirando a Fina: Con mi maestro, mi padre. Cintio celebraba el 120 cumpleaños de Medardo y la publicación (en 1911) del primer volumen editado en Cuba sobre José Martí, escrito por el autor de Las ideas en Cuba, que “sólo tuvieron un sentido: llegar a Martí”, le dijo Cintio a la periodista.
Desde los 12 años, Cintio fue el mecanógrafo de Medardo, que trabajó como pesador de caña en el antiguo central Merceditas, en Santa Clara. La madre de Cintio, Cristina Bolaños, Medarlo la conoció en Matanzas, pues ella fue su alumna en el colegio Irene Tolan. Él le dedicó –dijo Cintio a Rosa Miriam– algunas de las más bellas cartas de amor que Cintio conoce, en las que descubrió que su padre, además de pedagogo y filósofo, era un poeta. “Imagínense la carta de un novio cuyo tema principal es el silencio. Mi madre tenía los ojos más bellos que he visto. Después que leí a Juan Clemente Zenea descubrí que ella tenía los ojos de Adán Meneen, la gran actriz norteamericana”.
Fina –explica Rosa Miriam– complementa la evocación de Cintio recitando los versos de Zenea: “Del verde de las alas en reposo/ el verde puro de sus ojos era/, cuando tiñe su manta el bosque hojoso/ con sombras de esmeralda en la ribera”. Una vez, Carilda Oliver Labra me contó en su casa que cuando la mamá de Cintio iba al centro de la ciudad en Matanzas, paralizaba el tránsito, por su excepcional belleza. En la entrevista, Fina le afirmó a Rosa Miriam que Medardo estudiaba obsesivamente para espantar el tiempo. “Maestro –señaló Fina repitiendo a Guimaraes Rosa– no es el que siempre enseña, sino el que de pronto aprende” Para Fina, Medardo era genial, y lo era también en la condición doméstica, humorista, músico intuitivo. Fue lo que le pidió Martí a su hijo en aquella cata tan conocida: sé justo. Medardo fue –afirma Fina– exactamente eso, un hombre justo.
Medardo Vitier Guanche se graduó de maestro de enseñanza primaria en 1904 y en 1911, por su trabajo Martí, su obra política y literaria y por un estudio sobre José de la Luz y Caballero, el Colegio de Abogados de La Habana lo premió. En 1916 fundó en Matanzas el colegio Froebel. Se graduó de Doctor en Pedagogía en la Universidad de La Habana en 1918. Desde 1919 fue profesor de Literatura Española en la Escuela Normal de Maestros de Matanzas. Cursó estudios de literatura española en la Universidad de Columbia, de Nueva York. Luchó contra Machado y se adhirió al manifiesto contra la prórroga de poderes.
En 1934 fue nombrado Secretario de Educación. Y superintendente General de Segunda Enseñanza en 1935. En 1937 fue premiado por su libro Las ideas en Cuba. En 1938 asistió al Congreso de Literatura Iberoamericana celebrado en México. En 194l ganó el Premio Justo de Lara. Fue Inspector General de Escuelas Normales y Director de Cultura. En 1953, en el centenario de Martí, obtuvo premio con su libro Martí, estudio integral. Impartió cursos de verano en las Universidades de La Habana, Nuevo México y Puerto Rico. Viajó a Santo Domingo, Venezuela, España y Francia, en tareas culturales. En 1956 la Universidad Central de Las Villas le confirió el título de Doctor Honoris Causa en Filosofía, donde desde 1952 ejerció como profesor de historia de la filosofía.
Su bibliografía activa es impresionante. Entre otros, están sus obras Apuntaciones literarias, La filosofía en Cuba, Las ideas en Cuba, Varona, maestro de juventudes, La ruta del sembrador, Estudios, notas, epígrafes cubanas; José Ortega y Gasset; Lo fundamental, la personalidad de Arturo Echemendía; etc.
La obra de Medardo Vitier –y su pensamiento– se diferencian de muchos de los integrantes de “la primera generación republicana”. Se acercó a José de la Luz y Caballero, creía como Martí en los hechos del espíritu, como símbolos de la conciencia, de la cultura humana. Afirmaba que la realidad en sí es unitaria. En su ensayo Varona y Martí expresa sin duda un espiritualismo cercano a Martí. Fue contrario a todo dogmatismo, tanto filosófico como religioso. Su prosa, de sólida conceptualización, es muy sólida. Siempre sopesa, cala, aquilata, para expresar su criterio. Su libro en dos tomos, Valoraciones, no son muy conocidas por las acuales generaciones.
En sus textos domina más el sentido de servir, que el de disertar. Fue en esencia un librepensador que continuó con genuina creatividad la tradición del eclecticismo cubano, como apuntan los especialistas del Instituto de Literatura Lingüística en el tomo II de la Historia de la Literatura Cubana.
Como verdadero intelectual, Medardo fue hombre honrado que observó el camino liberador inevitable de los pueblos, desde su vocación de pedagogo y filósofo.
Gana el premio Justo de Lara. Obtiene el título de Doctor Honoris Causa en Filosofía de La Universidad Central de Las Villas. Muere el día 18 de marzo de 1960.
Qué gran poema el de Cintio, titulado Dicho en el alma:
Querido pesador de caña,
Querido filósofo,
hijo del cazador de venados,
del carpintero que hizo la mesa donde escribo,
del lector de la Biblia,
que una tarde, en el sendero de Las Villas,
vio todos los animales de la Creación;
hijo de Luz,deVarela, de Varona,
querido niño estudioso,
querido orador,
amado anciano y maestro,
poeta, padre mío, suave estoico,
espíritu radiante,
no me abandones…