Mario Alberto Muñoz Monroy

Mario Muñoz
El abuelo
Nacimiento:  
26
/
7
/
1912
Fallecimiento:  
26
/
7
/
1953

Médico combatiente. Mártir de los sucesos del 26 de julio de 1953.

Nació en Colón, Matanzas. Hijo de Marcelino Muñoz Urra, natural de Roque (Colón), fotógrafo, y de Catalina Monroy Artiles, natural de Colón. Marcelino vivía con su familia en un bohío. Para subsistir trabajaba en el campo sembrando platanos y piñas y elaborando carbón vegetal. Los tres primeros hijos del matrimonio murieron pequeños. Luego nació Mario.

Aunque él no tenía muchos conocimientos, era emprendedor. Se buscó la forma de poner un puesto de frutas en Colón. Cierto día, un amigo catalán que era fotógrafo ambulante le enseñó la técnica de la fotografía y él, entusiasmado, decidió hacerse fotógrafo. Esto cambió el destino de la familia, pues estableció un estudio en el lugar más céntrico de Colón, en la calle Martí No. 85, frente al parque Libertad, al cual le dió el nombre de Foto Muñoz.

Mario estudió la primera enseñanza en la escuela pública José de la Luz y Caballero, de Colón, siendo su maestra la prestigiosa Heriberta Martínez Martínez. La enseñanza media la inició en el colegio José Martí, propiedad del profesor José Antonio Silva, también de Colón, adscrito al Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas.

Este colegio fue trasladado por su dueño a Matanzas. Entonces el joven continuó el bachillerato en el Instituto de dicha ciudad, a partir del tercer año. El cuarto y último año lo cursó en el Instituto No.1 de La Habana (curso 1933-1934), y logró graduarse en Ciencias y Letras el 28 de agosto de 1934.

Durante su etapa de estudios de bachillerato, el estudiantado, principalmente el universitario, se encontraba en franca rebeldía contra el régimen dictatorial del presidente Gerardo Machado, el asno con garras, como lo llamó el poeta revolucionario Rubén Martínez Villena. Mario Muñoz tuvo también sus primeras inquietudes políticas y colaboró con el Directorio Universitario (DEU) distribuyendo en Colón las publicaciones Alma Mater y Cuba Libre.

El pueblo cubano derrocó la dictadura del tirano Machado en 1933. Muñoz ingresó el 24 de diciembre de 1934 en la Universidad de La Habana, a fin de estudiar la carrera de medicina. Pronto se captó el aprecio de sus compañeros, quienes lo llamaban con cariño el abuelo, pues, a pesar de su juventud, tenía el cabello cano. Obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras a los 21 años en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, el 28 de agosto de 1934. Ingresó en la Universidad de La Habana, donde matriculó la carrera de Medicina, en el curso académico de 1934-1935, el 24 de diciembre.

El momento de su ingreso en la Universidad era de gran crisis política económica y social en Cuba, pues el estudiantado se encontraba en franca rebeldía contra el tirano Machado.

En marzo de 1935 se produjo una huelga general en Cuba que se extendió a numerosas ciudades del país, ante la inconformidad popular y como repulsa al gobierno de Mendieta, sustentado por Batista.

Tanto Guiteras como el Partido Comunista de Cuba habían advertido que esta fracasaría si no iba acompañada de una acción armada, pero el Partido Auténtico se decidió a llevarla a cabo, con el resultado de una fuerte dosis de sangre y una feroz represión.

Muñoz se unió a la misma y colaboró con la clase obrera y con los estudiantes deteniendo los ómnibus en la carretera central, a la entrada de Colón, para explicarles a los trabajadores del transporte los motivos de la huelga y los objetivos que perseguía, con lo que logró sumar al movimiento a no pocos de ellos.

Fue uno de los líderes de la histórica huelga de marzo de 1935. En 1942 logró por fin, habiendo regresado a las aulas, hacer su ejercicio de grado el 5 de febrero de ese año. Lo hizo con nota de sobresaliente, graduándose el 16 de marzo.

Inmediatamente comenzó a ejercer la bien ganada profesión en su ciudad natal, donde llegó a ser por todos estimado. No dejó de pensar que la verdadera revolución no se había hecho. Fue designado médico de la Casa de Socorros de Colón durante el gobierno de Grau y ejerció el cargo en beneficio de la población, que lo admiraba y le profesaba un gran cariño.

Pero renunció a su puesto, indignado, cuando politicastros "auténticos" le proponen que emplee su cargo de médico oficial para la captación de votos de la confrontación de su ideología política con la politiquería ambiente, triunfó el hombre limpio y generoso que se integraría más tarde a la generación del centenario.

Nuevamente renunció cuando, designado radiólogo del Hospital de Colón en el gobierno de Prio, su honradez indoblegable tropezó con el oportunismo de los gobernantes de turno. Ingresó entonces en el Partido Ortodoxo; y muerto Eduardo Chibás, al intentar mantener unida esa gran agrupación política, comprendió que sus entonces máximos dirigentes no eran revolucionarios y se mantuvo a la espera de la hora de Cuba.

Abundan las anécdotas de Mario Muñoz como médico, por su humanismo y su amor al pueblo, como ésta. Se produjo una gran inundación en Colón y muchas gentes humildes y desamparadas corrían serios peligros en las zonas bajas de la ciudad. Ante la crítica situación, se dio a la tarea de alojarlas en el Casino Español.

Las llaves de dicha sociedad - integrada por españoles comerciantes pudientes- no aparecían; pero él no se dio por vencido: ayudado por unos soldados, a los que conminó, rompió la cerradura del local y albergó allí al pueblo.

En 1948, al ser nombrado presidente del Liceo de Colón, se dio a la tarea de realizar una campaña de adecentamiento y a la creación de servicios sociales para la población desvalida. Había erradicado el juego en aquella sociedad desde los tiempos en que era tesorero.

El Doctor Mario Muños era amante de la radiodifusión, que en aquellos tiempos comenzaba a desarrollarse. Se convirtió en un radioaficionado y realizaba transmisiones de ondas larga y corta. En varias ocasiones consultó a través de su planta a enfermos graves, gratis, incluyendo el caso de un amigo que tenía en Costa Rica. Su planta era la CoCNMM.

Sus familiares la conservaron y la donaron luego al Museo de la Revolución Cubana como una reliquia histórica. Estudioso y activo, aprendió a pilotear un pequeño avión que había comprado con la ayuda económica de su padre y que luego le sería confiscado por el Ejército de Batista.

Al dar Batista el cuartelazo del 10 de marzo de 1952, el Dr. Mario Muñoz Monroy se dispuso a la lucha y encontró en Fidel Castro el jefe capaz de iniciar la revolución y llevarla a la victoria. Su casa fue un centro de conspiración, donde se congregaban los conjurados.

A las reuniones asistían Fidel, Abel, Haydee Santamaría, Boris Luis Santa Coloma, Julio Reyes Cairo y Mario Martínez Arará. El médico aficionado a la radio transmisión, puso sus conocimientos a disposición de la causa y para Fidel construyó varias plantas; colaboró en todo con los compañeros de la Generación del Centenario.

Mario colaboró arduamente en los preparativos del asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, y al Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, y por sus condiciones Fidel lo incluyó entre los miembros de la dirección del movimiento, formando parte del Comité Civil.

Fue el único médico del grupo y sería el médico del ataque. Su impaciencia fue tal, que Fidel tuvo que pedirle sonriente, y en más de una ocasión, que esperara hasta que estuviese todo listo. Y al fin llegó el anhelado momento. Sin dudas, que para no alarmar al padre le dijo que iba a Guines a un acto público contra Batista. Iba al asalto del Moncada, prolegómeno de una nueva era.

El tercer carro que partió de Siboney fue el de Mario Muñoz, que vendría a completar el grupo que encabezado por Abel tomaría el hospital civil “Saturnino Lora”, en apoyo a la toma de la posta # 3 del Cuartel Moncada.

En el automóvil de Muñoz se llevaban los discos con los himnos y marchas, así como los documentos que se debían usar después en la toma de la estación de radio.

Mientras duró el combate, el Dr. Mario Muñoz permaneció en el hospital atendiendo a los heridos con la ayuda de las dos muchachas , recorrió todas las salas del hospital y las áreas de combate, sobretodo en las zonas que combatió Abel. Cuando ya se veían perdidos Muñoz se quitó el bolsillo donde tenía impreso su nombre y el Dr. Chamat le aconsejó que no debía haberlo hecho pues esa identificación podría salvarle la vida, las enfermeras le pusieron un esparadrapo con el nombre del doctor Muñoz, pero este le fue arrancado por uno de los soldados al detenerlo. Fue conducido por los esbirros junto a Haydee Santamaría y Melba Hernández, en calidad de detenidos.

En el trayecto hacia el Cuartel Moncada antes de llegar a la posta 4, Mario Muñoz fue brutalmente maltratado, golpeado y asesinado por la espalda, cayendo por la acera de un calle interior del Moncada en presencia de las dos mujeres, tendido en un charco de sangre.

Los soldados no respetaron su condición de médico y la emprendieron a culatazos con el valiente facultativo, en el propio hospital. Melba Hernández, testigo de su muerte ha referido:

A Mario lo asesinan en la callecita interior del cuartel. Mario iba a algunos metros de nosotros. Nosotros veíamos la discusión de Mario con la soldadesca y, de pronto, el tiro. Cae Mario. Entonces las dos pasamos por el lado de él nos inclinamos mucho para ver si estaba vivo todavía y si se podía hacer algo. Pero yo creo que no, yo creo que no se podía hacer nada. Yo creo que murión instantáneamente.
Murió el abnegado médico combatiente el 26 de julio de 1953, exactamente 41 años después de su nacimiento. Como colofón de su holocausto por la Revolución cubana, los esbirros se dieron a la tarea de registrar su casa y su consulta en la ciudad de Colón. Le ocuparon una planta de radio.

En esa, su ciudad natal, su familia y amigos ignoraban que había partido hacia el ataque al Cuartel Moncada en la ciudad de Santiago de Cuba.

Su padre relató poco antes de morir: Me dijo que iba a Guines a un acto público contra Batista. Yo no pensé que fuera al asalto del Moncada. Yo hubiera ido a pesar de mis años con él; su muerte ha sido fecunda; su causa es de las que valen la pena morir por ellas.

Como expresara Fidel Castro en su alegato La historia me absolverá, bien encajan estas palabras en la vida heróica de este médico: Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres heróicos el espectro victorioso de sus ideas.

Fuente: EcuRed, Universidad Virtual de Salud, Cuba.