Joven dama de la aristocracia cubana —hija de los Marqueses de San Carlos de Pedroso—, había educado su voz en Italia, con el famoso barítono Cesare Badiali.
En La Habana de 1880, representó el mejor ejemplo de cantante no profesional que satisfacía sus inquietudes artísticas mostrando sus facultades en los salones de la más rancia y selecta nobleza. Sin embargo, dotada al propio tiempo de un espíritu humanitario, organizó con sus
amistades, varias representaciones de ópera dedicadas a obras de beneficencia, que representó públicamente, con un éxito poco común en este tipo de funciones, en los coliseos habaneros de Albisu, Tacón y en el Sauto, de Matanzas.
En esta fecha ocurrió precisamente su debut en la ópera Norma, de Bellini, en el Gran Teatro de Tacón, a beneficio de la sociedad El Buen Pastor. El reparto de la función estuvo integrado por Margarita, en el rol titular; Carmen Vandergucht (Adalgisa), Ignacio Varela (Polión) y Juan Prieto (Oroveso).
Otros títulos representados por ella, íntegramente cantados en italiano y dedicados a los mismos fines, fueron La sonnambula, de Bellini y Lucia di Lammermoor, de Donizetti, todos dirigidos musicalmente por el maestro mallorquín Carlos Anckermann. Las instituciones que recibieron sus beneficios fueron, entre otras, la Casa de Beneficencia de La Habana, el Hospital Reina Mercedes (en construcción), los hospitales civiles de Camagüey, así como los damnificados por inundaciones ocurridas en Santiago de Cuba y los del terremoto de
Andalucía.
El cronista José Fornaris, publicó en el diario El Triunfo su juicio sobre el arte de Margarita: «… además de poseer una voz fresca, sonora, pastosa, tiene el don de sentir con pasión y transmitir lo que se siente, cualidades que rara vez se encuentran unidas…».