Artista plástico cubano. Autor de grandes complejos monumentales, en Cuba y en otros países, y de más de dos mil obras de escultura, pintura, dibujo y grabado. También cultivó la decoración, el diseño e ilustración gráfica, la cerámica, el diseño industrial y la caricatura escultórica.
Natural de San Antonio de los Baños. Luego de más de tres años en la Academia de Bellas Artes San Alejandro, y por la necesidad de entrar en contacto directo con la obra de los grandes maestros de las artes plásticas, José Delarra marchó a Europa en 1958, en el buque Satústregui, de la Trasatlántica Española.
Fue copista del Museo del Prado, en Madrid, y trabajó en el estudio de los escultores José Clará (catalán, alumno de Rodán), Juan Avalos y Victorio Macho. Y en Italia con Marino Marini (Venecia) y Antonio Bertti (Florencia), con quien aprendió el arte de la ejecución de medallas. Alemania y Austria no escaparon a sus búsquedas en las cumbres del arte continental.
Luego del triunfo de enero de 1959 regresó a Cuba y culminó su tesis de grado en la Academia San Alejandro, donde poco después fue profesor y director. Muy pronto se integró al movimiento cultural que se desarrollaba en la Isla para llevar el arte al pueblo.
Delarra es el autor de grandes complejos monumentales, en Cuba y en otros países, y de más de dos mil obras de escultura, pintura, dibujo y grabado. También cultivó la decoración, el diseño e ilustración gráfica, la cerámica, el diseño industrial y la caricatura escultórica. Piezas pictóricas de su autoría forman parte de colecciones particulares en alrededor de 30 países. Realizó alrededor de 300 exposiciones, entre colectivas y personales.
Como escultor dejó 130 obras monumentales y de mediano formato en Cuba, México, España, Japón, Angola, Uruguay y República Dominicana. Fue fundador de la UNEAC, miembro de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos, de la UNESCO (y presidente del Comité Cubano de esta organización entre 1980 y 1987), Presidente de la subsección de Escultura de la UNEAC entre 1982 y 1987, presidente de la Comisión Nacional de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos (AIAP), entre 1982 y 1985.
Hijo de José Ramón, zapatero, encuadernador de libros, herrero y maestro; su madre, Lorenza, ama de casa, con vocación de maestra. Desde niño se encaminó por el sendero de las artes plásticas, en buena medida, determinado, por las habilidades manuales y creativas heredadas de su padre. En 1949, con 11 años, hizo su primera escultura en el patio de su casa en la barriada del Cerro. Allí, esculpió un busto de Martí.
Después de su largo periplo por Europa y de regreso en Cuba en julio de 1959; culminó sus estudios en San Alejandro, entre 1960 y 1961, anduvo de plaza en plaza, en lo que llamó Exposición Móvil de la escultura revolucionaria y esculpió entonces más de sesenta cabezas o fotografías escultóricas del rostro de los pobladores de los barrios adonde llegó el artista: del ciego, del violinista, del hombre que se sentaba en la esquina de la acera. Lo hacía en menos de una hora, en la calle y en centros de trabajo, como parte de la campaña de alfabetización.
Guillermo Cabrera Álvarez, el periodista, era el relator en vivo del acto creativo. Y eran tantas las personas que les rodeaban cuando Delarra trabajaba en las calles, que su presencia llegó una vez a cerrar el tránsito y hubo que pedirle ayuda al artista para dispersar el tumulto.
En 1961 es profesor de círculos de interés de escultura para niños en bibliotecas Marianao y La Habana; desde 1962 (y durante seis años), profesor de escultura y grabado (tercer y cuarto año) en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro; a partir de 1963 y hasta 1965, profesor fundador de los talleres vocacionales de Artes Plásticas de San Antonio de los Baños, Bejucal, Managua y San José de las Lajas. De 1967 a 1968 fue director de la Academia de Artes Plásticas San Alejandro. En este mismo período, profesor guía de Artes Plásticas en el Instituto de Superación Educacional (ISE-MINED). Vedado, cuya cátedra dirigía Rafaela Chacón Nardi, y fue profesor de la Escuela Nacional de Decoración, de Comercio Interior, Cubanacán. En 1991 dio un ciclo de clases de pintura durante tres meses en el Centro Educativo Itzamná, Cancún, México.
Entre 1950 y el 2001 Delarra modeló alrededor de 50 cabezas del natural; entre ellas: de sus padres y hermano (1950 y 1959); de la cantante francesa Danielle Dupré (1956); del pintor cubano Rosendo Gutiérrez (1957); del poeta Manuel Navarro Luna (1964); del intelectual Juan Maninello Vidaurreta (1963); del boxeador Teófilo Stevenson (1983); del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1996); del poeta Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí (1996); de Zaida del Río (2001).
En el plazo comprendido entre los años 1950 y 2003 emplazó un estimado de 150 obras escultóricas en lugares públicos: un mural bajo relieve (hormigón,15 metros cuadrados), en el antiguo Necrocomio de La Habana (1957) y Médicos Mártires de la Revolución (bronce, 1961) en el mismo lugar; diversos bustos de Martí en provincias y en La Habana; Camilo Cienfuegos (busto de hormigón, 1963), en el parque del mismo nombre en La Habana del Este; Rubén Martínez Villena (1962, busto de bronce) en la Biblioteca de la Universidad de La Habana, Plaza Cadenas, como resultado de haber obtenido el primer premio en Concurso Nacional Universidad de La Habana 1962 (fue inaugurado por Juan Marinello y el doctor Gustavo Aldereguía); escultura Maternidad, hospital Ramón González Coro (1972,hormigón); relieve del Che, (1976, cerámica) en el preuniversitario Ceiba 1, entre muchas otras.
Principales monumentos
Conjunto escultórico Loma del Capiro, en Santa Clara (1988).
Monumento al descarrilamiento del tren blindado, Santa Clara(1986)
Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara.
Óleo sobre lienzo (2001), de José Delarra.
Esculpir grandes figuras fue uno de los sueños de José Delarra, desde que a sus veinte años tuvo la oportunidad de contemplar la monumentaria europea renacentista y moderna. Su periplo en autostop por las principales ciudades de ese continente, dejó trazas perdurables en su talento creativo. Pero fue casi un par de décadas más tarde, en 1976, cuando le llegó por primera vez la oportunidad de atizar ese deseo. Con una escultura de Máximo Gómez, de cuatro metros de alto por tres de ancho, inauguró una de las más prominentes etapas de su vida artística.
A esta obra le siguió, en 1977, el monumento a Federico Engels, en la Vocacional de Pinar del Río (piedra artificial, mortero, 3.30 metros de alto por 3.60 de fondo y 2.25 de ancho).
Al año siguiente erigió el monumento a José Martí en Cancún México (hormigón, 13 metros de alto, 8 de diámetro, cuatro piezas). También en 1978 hizo el monumento a los héroes caídos en la toma de Sagua de Tánamo, Holguín (hormigón, 10 metros de alto, tres piezas).
En 1979 trabaja y concluye el Complejo monumental sobre la historia de Cuba, desde la llegada de los españoles hasta el Asalto al Cuartel Moncada: la Plaza de la Revolución de Holguín (hormigón, 61 metros de largo x 11 de alto, 274 metros cuadrados de superficie esculpida). Durante esta última etapa también realiza el relieve de José Martí (bronce, 1.10 metros por 0.40) que se halla a la entrada de la sala principal del Palacio de Convenciones y el friso, sobre el tema de la volanta y el calesero, emplazado en el exterior del restaurante La Cecilia, en Quinta Avenida y 112, La Habana (hormigón, 5 por 2 metros), entre otras obras.
Entre 1980 y 1981 erige el Monumento sobre la historia de México, Cancún (hormigón, 19 metros de alto por 40 de ancho, nueve piezas).
1982, Complejo Monumentario Plaza de la Patria, Bayamo (25 por 17 por 5 metros);
1983, Monumento a los esposos Rosemberg, Paseo y Zapata, La Habana (hormigón y cerámica, cinco por 2.80 metros;
1983, Relieve de José Martí, montado sobre una pared de mármol verde en la anterior sede de la Asamblea Nacional (3 por 3 metros); *1983, Monumento al Vaquerito, Parque del Carmen, Santa Clara (hormigón. 3.50 por 1.20 metros); 1984, Cabeza de José Martí, entrada de la revista Bohemia y Verde Olivo (hormigón, 0.90 metros);
1985, Monumento a Ñico López, en la Escuela Nacional del Partido, Santa Fe, La Habana (hormigón, 5 metros);
1986, Monumento a la Toma del Tren blindado. Complejo escultórico Villa Clara (diseño del escultor en un área de 15 metros cuadrados);
1986, Monumento al General Máximo Gómez, Academia de las FAR, estatua ecuestre en bronce de 4.60 metros de altura más dos de pedestal, 6.60 metros);
1986, Complejo escultórico al General Antonio Maceo y Grajales en la finca San Pedro, Bauta, lugar de su caída en combate (hormigón, se compone de 15 piezas monumentales en un área de cinco mil metros cuadrados);
1986, estatua de Ernesto Che Guevara, Sala Universal de las FAR (yeso, 2.25 metros de altura);
1987, relieve en bronce del Che, Escuela de Cuadros de la Industria Básica, La Habana (8 metros de altura);
1987, Cabeza del Che, Empresa de componentes electrónicos, Pinar del Río (hormigón, 4.50 metros);
1987, Cabeza del Che en la fábrica de Manicaragua (bronce, cabeza de un metro, conjunto: 3.20 metros);
1987, relieve sobre Celia Sánchez, Escuela Nacional del Partido Ñico López (hormigón, 2.50 metros de altura);
1987, - Monumento a Tamara Bunke Bide, en la Escuela formadora de maestros de Pinar del Río (hormigón, 2 por 1.20 metros)
1988: Busto de Augusto César Sandino en Uruguay (bronce, 0.85 metros); Mural de 18 maderas preciosas de Cuba, Angola, Nicaragua y la Unión Soviética (40 metros de largo por 3.60 de altura), Ministerio de Industria y Minas, figura principal: el Che); Monumento a las víctimas del ataque atómico norteamericano al pueblo de Nagazaki, Japón. Ubicado en el Parque de las víctimas de esa ciudad (hormigón y acero, 2 por un metro); Monumento a Güinía de Miranda, Villa Clara (bronce y hormigón, 4 metros); 1988, Monumento al último mambí Juan Fajardo Vega. Cacahual (bronce y mármol, 3.50 metros de altura); Monumento al Che en Minas de Matahambre, Santa Lucía, Pinar del Rio (bronce y mármol negro, 4 por 4 metros; Che Guevara, Escuela de aviación del mismo nombre. Pinar del Río (bronce y mármol negro, 3 metros); Camilo Cienfuegos, Escuela Camilitos, Pinar del Río (estatua de hormigón y mármol); Monumento a la toma del pueblo de Báez por el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (hormigón y bronce, 5 metros); Monumento a la toma del pueblo de Zulueta por Camilo Cienfuegos (hormigón y bronce, 4 metros); Monumento a la toma de Placetas (mármol y bronce, 3.70 metros;
1988, Monumento a la toma de Manicaragua por el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (hormigón y bronce, 2.50 metros); Monumento a la toma de Remedios por las tropas del Che (bronce y hormigón, 5 metros);
1988, Monumento a la toma de Caibarién por el Che (bronce y hormigón, 4 metros); Monumento a la toma de Santo Domingo, Villa Clara, por las tropas de Víctor Bordón (bronce y hormigón, 4 metros); Monumento a la toma de la Loma de Capiro por la Columna No. 8, Santa Clara (acero inoxidable y bronce, 10 metros de altura); Monumento a la Comandancia del Che, hoy Partido Provincial de Villa Clara (Bronce y hormigón, 3 metros); Monumento a la toma del Escuadrón 31 en Santa Clara por el directorio revolucionario 13 de marzo (hormigón y bronce, 5 metros); Complejo monumentario en Plaza de la Revolución de Santa Clara, Villa Clara, dedicado a Ernesto Che Guevara. El conjunto mide 72 metros, de frente, 28 de fondo y 25 altura (bronce, hormigón, piedra de Jaimanitas y mármol verde). Contiene 144 metros cuadrados de relieves y una escultura del Che de siete metros de altura. Es el centro de un sistema monumentario que abarca desde Güinía de Miranda hasta Santo Domingo e integra a unos 15 monumentos dentro de un área de unos 100 kilómetros.
En 1997, cuando se añadió el Memorial que guarda los restos del Che y de los 38 combatientes caídos en Bolivia, Delarra realizó los 38 rostros de los héroes que están en las tapas de los nichos y los osarios donde reposan.
En 1991 realizó el Conjunto Monumentario al combatiente internacionalista cubano y a la amistad cubano-angolana, en Luanda, en un parque de cinco mil metros cuadrados, compuesto por un elemento central de 7 por 7 metros y otros elementos pétreos radiales. A su regreso de África, erigió la escultura monumental en acero coloreado (blanco, amarillo, rojo, verde y azul), ubicada al frente del estadio Olímpico (11 metros de altura y 30 toneladas de peso), inaugurada durante los Juegos Panamericanos de La Habana.
Entre 1992 y 1995, hizo monumentos de mediano formato en México; entre ellos, Escultura La educación, en el Centro Educativo Itzamná, Cancún, Quintana Roo (2.50 metros) y la Pintura Mural por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América titulada Niño del Nuevo Mundo, en el mismo lugar (1.80 x 2.50 metros). En España, esculpe y emplaza monumentos de Martí en Gijón, Asturias (granito y hormigón, 2 por 2 metros); Láncara, Galicia (hormigón y piedra, 2.50 metros) y en Santiago de Compostela, Galicia, (granito y bronce, 4.50 metros). Asimismo, es emplazado un busto suyo de Martí en Iasi, Rumanía (hormigón). Entre otras obras realizadas por Delarra a fines del siglo XX se halla el Monumento a Rubén Martínez Villena por los 100 años de su natalicio, en Alquízar, pueblo natal del héroe (1999, bronce, 2 metros de altura).
Apenas tres años sobrevivió el escultor al inicio del nuevo milenio. En esa etapa continuó con sus creaciones escultóricas, al mismo tiempo que dedicó mucho tiempo a la pintura. Llegó a hacer en esos años 14 esculturas, dos de ellas, inauguradas meses después de su fallecimiento: el Monumento a Camilo Cienfuegos, en los montes de Jobo Rosado (1,72 metros de altura, hormigón) y el Monumento al Che en Gavilanes, Escambray, lugar donde concluyó la marcha de la Columna 8 Ciro Redondo (4.40 por 2.90 metros, hormigón).
En la escultura monumental, además de sus obras, Delarra hizo aportes técnicos relacionados con el proceso de llevar la figura de la maqueta al tamaño final. El escultor adaptó el sistema de puntos utilizado por los escarpelinos para tallar en mármol, aprendido en Europa, a las condiciones y visiones propias. Colocaba alrededor de la maqueta, y en el espacio donde se levantaría la escultura de tamaño definitivo, estructuras con mediciones en 3D (esqueletos metálicos rectangulares, escalados). Así reproducía las proporciones de la figura pequeña en la grande.
El Che de Santa Clara
Delarra ya había modelado varias veces la imagen del Guerrillero cuando, a mediados de 1982, mientras daba los toques finales a la Plaza de la Patria, en Bayamo, Víctor Bordón (compañero del Che), le hizo llegar la encomienda de hacer un monumento al héroe en la Ciudad de Santa Clara.
La escultura del Che de cuerpo entero tomó forma pocos meses después, en plastilina, en el estudio del artista en La Habana Vieja; un boceto de mediano formato y 2.25 metros de altura, luego vaciado en yeso.
Una nueva etapa, la de esculpir con el mismo material dúctil la figura de 6.80 metros que hoy preside la Plaza, comenzó el nueve de mayo de 1985, en una nave del barrio Manuelita, en las afueras de Santa Clara. Allí se ejecutaron todos los objetos escultóricos que hoy componen el Complejo, incluidos los frisos. Las labores comenzaron el nueve de agosto de 1984 y se extendieron 16 largos meses. El proyecto y maqueta que incluía las esculturas en la Plaza, el vial, museo, salón de protocolo y centro de información, con memoria descriptiva de los detalles y símbolos, los mismos que estaban en el monumento inaugurado en 1988, habían sido presentados por Delarra a las autoridades villaclareñas, previo, incluso, al inicio del modelaje de la escultura.
Pero, el 25 de diciembre de 1985 (escribió el artista en una cronología de fechas y hechos relacionados con la ejecución de la obra), ya estaba concluido todo el trabajo de taller y el proyecto ejecutivo de la obra civil, la escultura del Che lista para fundir y las piezas de relieve fundidas en hormigón. Las letras del monumento se hallaban en Placetas para ser elaboradas con la misma aleación metálica. Faltaba entonces iniciar las construcciones civiles.
Once meses de ese mismo año costó la fundición de la escultura del Che en bronce, así como su traslado en partes a Santa Clara para su ensamblaje y soldaduras, anotó Delarra en una de sus agendas. Fue en la fábrica de herrajes del municipio habanero de Guanabacoa. Allí, el periodista Heriberto Rosabal, encontró fortuitamente al escultor, “junto a un grupo de otros obreros”, publica Tribuna de La Habana el 8 de abril de 1988.
Ese fue el año en que José Delarra llegó a sus cinco décadas de vida y su energía vital le impelía al trabajo constante. Es bastante probable que no imaginara que su existencia solo se extendería tres lustros más, pero al observar su crecido currículo y la multiplicidad de acciones que desarrollaba al mismo tiempo, puede evocarse a un hombre de gran fuerza creativa movido por un talento impetuoso. Quizás así pueda explicarse cómo el escultor, junto a la terminación de la obra civil y el montaje de las piezas y textos del monumento, pudo hacer además otros once (de mediano formato) en cada uno de los pueblos que liberó el Che y sus compañeros durante la campaña de Las Villas, y crear, de ese modo, un sistema de cien kilómetros cuadrados de homenaje.
Versado en la ejecución de monumentos de grandes dimensiones, José Delarra siempre concedió gran importancia al equipo multidisciplinario asociado a estos proyectos. Y asimismo ponderó y reconoció el trabajo de sus integrantes.
Lo confirma Blanca Hernández, arquitecta, cercana colaboradora del escultor entre agosto de 1984 y diciembre de 1988, quien entregó a este trabajo todos sus conocimientos y fuerzas. Llegó cuando ya había sido decidida la zona de emplazamiento, la construcción de la Plaza y de la Avenida de los Desfiles. Y Delarra ya estaba modelando la figura y los murales en plastilina en el taller de Manuelita. Entre ambos, asegura, siempre hubo una relación de respeto mutuo. Como arquitecta, Blanca decidió aceptar el desafío de hacer edificable el proyecto que Delarra había ideado: “él concibió todo el exterior del monumento, incluso las formas que iba a tener la base; no solo los murales y la figura. En este caso, hay un trabajo avanzado del escultor, muy poco frecuente”.
Blanca llevó consigo a Abilio Martín, ingeniero estructural, quien realizó todos los cálculos. Cuenta la arquitecta que en aquella etapa ella le hizo a Delarra algunas propuestas de cambios, de las cuales aceptó unas y otras no. En cuanto al área de la Plaza, añade, Delarra había previsto una dimensión general de ese espacio y algunas características, pero el proyecto arquitectónico fue diseñado por Jorge Cao, de la EMPROY 9. Y el escultor estuvo de acuerdo con dicha propuesta.
Seis años de labor intensa y de tensiones concluyeron el 28 de diciembre de 1988, con la inauguración hace casi 30 años del entonces llamado Conjunto Monumentario, hoy Complejo Escultórico Comandante Ernesto Che Guevara.
Ochenta cumpliría José Delarra en esta tercera década de su obra mayor: no solo en dimensiones, sino en trascendencia. Un monumento que tuvo en sus orígenes numerosos fustigantes de índole gremial, y que todavía padece, con marcada recurrencia, de omisiones mediáticas en relación a su autoría, entre otros descuidos y miradas encogidas.
La obra, sin embargo, también trasciende por sus valores artísticos. Como monumento a un personaje histórico, esta escultura del Che es atrevida. Su presentación es informal: tiene el brazo enyesado y un gesto del andar cotidiano. Se torna mística debido al tratamiento del modelado, que exhibe un cierto estilo expresionista, apreciable desde varios ángulos; y por el alma que le puso el artista. Al observarse desde abajo, parece que al mismo tiempo levita y se conecta con la realidad. La proyección de la escultura en el espacio trasmite una fuerza y energía que cautiva. Su factura no es, en consecuencia, portadora del realismo frío de una estatua conmemorativa, como algunos han querido estigmatizarla.
El Memorial, sitio donde desde 1997 reposan los restos de los guerrilleros, tomó su área de aquel enorme salón de protocolo concebido en la segunda fase del proyecto presentado por el escultor.
Los arquitectos Blanca Hernández y Jorge Cao fueron los proyectistas de la nueva ocupación del espacio; Delarra concordó con el planteo y, además, modeló los 38 rostros de los héroes que están en los nichos, aunque no estaba previsto en la concepción de dichos especialistas.
Definitivamente, esta es su obra más sobresaliente y siempre será recordado por ella. Porque no solo es el autor de las esculturas, sino que concibió el conjunto en toda su extensión. Además, la escultura del Che no solo representa al héroe de Villa Clara, con su brazo en cabestrillo; también, al Che médico, al Che emancipador del trabajo voluntario; al que fue a la ONU y al que escribió la carta de despedida a Fidel; es además un Che que camina, que está en movimiento, que se voltea hacia América del Sur para cumplir su destino.
El día que se izó la figura de bronce del Che para colocarla en su pedestal, Delarra dijo: "Si se cae me caigo con ella, los artistas y los capitanes de barcos vivimos y morimos con nuestra obra". Los monumentos alzados en las Plazas de la Revolución de las provincias de Holguín, Granma y Villa Clara, entre otros, perpetuarán su quehacer y su modestia, dado que Delarra donó más de 60 mil dólares y dos millones de pesos al país, al renunciar al pago por sus obras realizadas y al entregar el importe de muchas que le fueron remuneradas fuera de Cuba. Bien ganado tuvo el título de cronista de la Revolución y de escultor del Che, que le han dado los que conocen su obra y su estatura humana.