Mariano es el quinto de ocho hermanos: seis hembras y dos varones. Su madre, Amelia Alejandrina Álvarez Álvarez fue hija de padres asturianos, fue discípula de los pintores académicos cubanos Leopoldo Romañach y Armando Menocal. Su padre, José Mariano Rodríguez Cabrera, nació en Santa Cruz de la Palma, La Palma, Islas Canarias.
Reside en Islas Canarias, España, con toda su familia durante cinco años, de 1915-20, durante los cuales viaja con sus padres a otros sitios de España, entre otros Barcelona. En 1917 nace su hermano Aníbal, en las Islas Canarias.
De 1921-1926 estudia en la escuela de los Hermanos Maristas de la Víbora hasta el sexto grado. En 1928 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana para cursar el bachillerato.
Inició estudios en la Academia de San Alejandro en 1928 y, aunque disentía de los métodos de enseñanza que allí se empleaban, matriculó algunas asignaturas como Modelado y Dibujo del Natural. Al mismo tiempo, publicaba sus poemas. En 1935 trabaja como cobrador del Club Náutico de La Habana. Recibe clases del pintor Alberto Peña (Peñita).
Poco después, en 1936, comenzó a ejercitarse como director artístico en la revista Ritmo en la que aparecen los primeros dibujos conocidos de Mariano. En octubre viaja a México con el escultor Alfredo Lozano. Allá encuentra a Juan Marinello, en México, quien lo presenta al grupo de ayudantes de Diego Rivera, a cuyo frente estaba Pablo O’Higgins, y a Manuel Rodríguez Lozano, que sería su profesor en la Academia de San Carlos. Esta decisión lo distanció de los espacios de aprendizaje y confrontación europeos, pero México contaba con una poderosa tradición artística y una práctica, el muralismo, reconocida internacionalmente.
Al regresar a Cuba, ya provisto de un instrumental técnico, se integró al experimento pedagógico artístico del Estudio Libre de Pintura y Escultura (1937), en que se realizaba una concepción docente tributaria de los caminos abiertos en México y de las conquistas de la vanguardia precedente. Se dio a conocer en el Salón Nacional de Pintura y Escultura (1938) con la obra Unidad, que fue premiada. Participó además en 1939 en una experiencia muralística realizada en la Escuela Normal de Santa Clara, con un tema inusual para la época: La educación sexual.
Se integró a una agrupación de poetas, pintores y músicos a los cuales se vinculó la crítica, que había irrumpido en el ámbito cultural desde la revista Verbum (1937). En ese colectivo confluyeron búsquedas, experiencias afines, proyectos editoriales y otras inquietudes. Desde allí se enroló en la aventura editorial de José Lezama Lima, que disfrutó de quince años de sistematización.
Formó parte de la dirección de Espuela de Plata (1939-1941); continuó como ilustrador regular de Nadie Parecía (1941-1944) y más tarde de Orígenes (1944-1952). En las publicaciones literarias se nutrió de nuevas habilidades, desplegando una labor gráfica y a la vez exploratoria de la que resultó la potente galería reprográfica y el fluido diálogo entre ilustración y pintura que produjo en esos años: La hebra y Los niños del pozo (1939); La paloma de la paz y Mujer con pajarera (1940). Un año después apareció su obra El gallo pintado.
La crítica y la historiografía -tanto cubanas como extranjeras- han identificado desde entonces la pintura de Mariano con la representación del gallo.
Realizó su primera exposición personal en el Lyceum en 1943. Allí expuso La mujer de la sombrilla y Paisaje con figuras, entre otras obras después emblemáticas.
Un año después participó en la muestra cubana presentada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) con Paisaje, y también en la exposición Les peintres modernes cubaines, organizada por José Gómez Sicre en Port au Prince, Haití.
Durante la segunda mitad de la década del cuarenta viajó en varias ocasiones a Estados Unidos, donde expuso en galerías; también recorrió México, y volvió a exponer en La Habana hacia finales de la década.
Con su obra Pescador obtuvo premio en el IV Salón Nacional de Pintura y Escultura (1950) y acometió el mural del Edificio Odontológico de La Habana, que tituló El dolor humano.
Participó en la muestra Plástica Cubana Contemporánea, organizada en el Lyceum, conocida como “Anti-Bienal”, por la negativa de sus artistas a exponer en la II Bienal Hispanoamericana de Arte que patrocinaban los gobiernos de Cuba y España.
En los años cincuenta Mariano incorporó procedimientos plurales de la abstracción a su sólido discurso plástico. Cazador y Hombre con guitarra pautaron la nueva dinámica de la imagen. Los gallos se trasmutaron de ropaje y de escena: ahora invadieron su campo pictórico los plumajes geometrizados, y las amplias manchas de mirada desafiante y enérgica emergían de un fondo neutro.
Como participante activo en la revolución triunfante en 1959, le correspondió representar a Cuba en la India. El contacto con ese nuevo mundo lo condujo nuevamente a los colores -particularmente el blanco, en oposición o equilibrio con el negro. La mezquita de Jama Masjid y La mujer del sari blanco así lo confirmaron.
En los primeros años de la década del sesenta su pintura estuvo marcada por la claridad. Puesto que cada instante se trasmutaba en una página épica, Playa Girón, Asamblea Popular, II Declaración de La Habana refirieron la manera en que Mariano reposicionaba la historia en su poética, como diario acontecer, y expresaba una nueva noción del tiempo y del discurso, en sistemática innovación desde el informalismo.
Hacia finales de los años sesenta inició su serie Frutas y realidad, en la que continuó trabajando en la siguiente década.
En 1976 viajó a México, donde realizó un vitral de veintitrés metros de largo por dos de ancho, de acrílico en colores, para el edificio de la embajada de Cuba.
Asumió la dirección de la Casa de las Américas en 1980. En ese mismo año el grupo-de-experimentacion-sonora-del-icaic realizó el documental Mariano, de la directora Marisol Trujillo, y el artista expuso obras de una nueva serie, Masas, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Participó en acciones como Arte en la carretera y Telarte, y comenzó a diseñar lámparas y vitrales que exhibió en la II Bienal de La Habana (1987).
Expuso también en Islas Canarias una muestra antológica de su producción (1937-1987). Recibió el título de Doctor Honoris Causa en Arte en el Instituto Superior de Arte.