José Antonio Portuondo Valdor

José Antonio Portuondo Valdor
Foto
Cubarte
Nacimiento:  
10
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11
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1911
Fallecimiento:  
18
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3
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1996

Cursó la enseñanza primaria y secundaria hasta el grado de bachiller en Santiago de Cuba. Realizó estudios en la Universidad de La Habana, primero en la Facultad de Derecho, de la cual se trasladó para la de Filosofía y Letras, donde se graduó en 1941. En esos años fue coeditor de la revista Mediodía y dirigió el semanario Baraguá.

De 1941 a 1944 ejerció la docencia en varios colegios privados de la ciudad de La Habana. Fue uno de los editores de la Gaceta del Caribe.

Entre 1944 y 1946 residió en Ciudad México en virtud de una beca que recibió. En 1945, publica su libro Concepto de la Poesía. Posteriormente pasa a los EE.UU. donde ejerce la docencia en las universidades de Nuevo México, Wisconsin, Columbia y Pennsylvania.

Entre 1949 y 1950 fue becario de la Fundación Guggenheim para realizar estudios sobre la crítica literaria hispanoamericana. A su regreso a la patria trabaja como profesor de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba entre 1953 y 1958.

En 1958 viaja a Venezuela donde se desempeña como profesor de la Universidad de los Andes, Venezuela. Regresó a Cuba en 1959.

Entre 1960 y 1962 fue embajador de Cuba en México y formó parte de las delegaciones cubanas a la VI y VII Reuniones de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (San José, Costa Rica, 1961) y a la Conferencia de Países no Alineados (Belgrado, 1961). Fue nombrado vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la que fue fundador y Miembro Emérito.

Se desempeñó como Rector de la Universidad de Oriente en los años 1962-1965. Fundó el Instituto de Literatura y Lingüística, adscrito a la Academia de Ciencias de Cuba, y fue nombrado profesor de Estética de la Universidad de La Habana, cargos que desempeñó hasta su muerte.

En 1976 fue designado embajador de Cuba ante la Santa Sede, función que desempeña hasta 1982. Premio Nacional de Literatura, 1986.

Es quizá una de esas figuras dentro de la literatura cubana que no será olvidada aún cuando el paso inexorable del tiempo indique inclinar la mirada hacia nuevas y refrescantes formas de hacer literatura y de hacer filosofía.

La intención de aproximarse a la vasta obra de este hombre de las letras, es a mi modo de ver, un homenaje al amigo, al ser humano de virtudes y defectos, al intelectual lúcido y complaciente con sus semejantes, pero también severo con la pluma en el momento tenso y evocador de la crítica literaria, aquella que le permitió pulsar y potenciar los diferentes momentos del proceso de formación de nuestra identidad nacional, sobretodo a partir de los años difíciles que le siguieron a la década del veinte y hasta su desaparición física en fecha tan reciente como marzo de 1996.

Intelectual orgánico, que logró con sus críticas literarias y en su ensayística aportar un manantial inagotable de producción teórica, que lo ubica dentro de esos hombres que de manera ascendente, fue conformando un pensamiento comprometido no solo con la necesidad de transformar la etapa histórica en que le toco vivir, sino que cuanto hizo estuvo acompañado de una base teórica eminentemente marxista, clasista y de principios.

Bebe de las fuentes primigenias de un proceso que tiene su génesis en el pensamiento más avanzado de finales del siglo XIX, que ya revela la formación de una conciencia nacional independentista, liberadora y emancipadora por esencia, que aunque se vio mediatizada por decenios de neocolonialismo, sirvió igualmente para fundar y refundar una nueva voluntad de los cubanos que favoreció retomar en los años 20, lo mejor del pensamiento de esta histórica etapa de la nación, con figuras de gran ascensión filosófica como es el caso de José Martí, Enrique José Varona, José de Luz y Caballero y otros filósofos, mezclándola con lo mejor de la producción intelectual de la primera mitad del siglo XX.

Toda nación en formación exige objetivamente más allá de la voluntad de los elementos humanos y materiales que la componen, una influencia del mundo circundante, de lo bueno y de lo malo que le llega de otros lugares y ejerce sin dudas en el pensamiento nacional una influencia reguladora que acaba por favorecer, fomentar y desarrollar la identidad como una suerte de síntesis de las costumbres, de la memoria y de las tradiciones de los pueblos.

Tener en cuenta estas duras realidades de un contexto socio-político complejo; le permite a José Antonio Portuondo sedimentar su obra en un desbordante humanismo que le llega a su formación, lo pule, lo fortalece espiritualmente y le brinda los instrumentos necesario para vertebrar una obra comprometida, de alto vuelo filosófico, desde una base antropológica que ha trascendido en el tiempo y forma parte de las mejores tradiciones de un pensamiento nacional emancipatorio, que se ha tejido y complementado con otros intelectuales tales como: Juan Marinello, Nicolás Guillén, Navarro Luna, Jorge González Allué, Ángel I. Augier, Raúl Roa, Alejo Carpentier, entre otras figuras descollantes de las letras y de la cultura en general Cubana.

En su condición de crítico literario, sintió la necesidad de profundizar no solo en las obras cumbres de la literatura universal, sino también aquellas de probadas manquedades estéticas, lo que le permitió crear las bases de un sistema de análisis teórico como crítico, reconocido en el ámbito nacional e internacional.

En su obra “Bosquejo Histórico de las Letras Cubanas, (La Habana 1960)”, da muestra de un conocimiento profundo de la producción literaria nacional y universal, de la historia y de la filosofía, para lo cual emplea su mejor instrumento: la crítica creativa y generosa, dirigida a una exhaustiva hermenéutica de lo mejor del pensamiento humano.

Resulta valioso, el recorrido que realiza por el pensamiento filosófico y literario, con un exquisito baño de buena historia, que deja un sabor agradable que conmina al lector a buscar nuevas y variadas fuentes de información. Este ritmo original de hacer sus críticas literarias, es una constante en todos sus materiales escritos, de ahí, que sean muy agradables sus lecturas, incluso aquellas de rebuscada oratoria, resultado de su labor como investigador y voraz lector.

Portuondo fue un destacado crítico y ensayista, pero a su vez tuvo suficiente tiempo para incursionar en los más diversos temas de cultura general, hizo varios análisis sobre la obra de Martí, estudió la influencia de otras culturas en la cubana, incursionó en los problemas de la prensa y la organización obrera en Cuba, la moda, la pintura, la estética marxista, la educación, la teoría literaria desde un enfoque marxista, la crítica literaria, en fin, tuvo la capacidad de interpretar a través de una ascensión cosmovisiva lo mejor de la producción humana en el contexto histórico en que le tocó vivir.

En 1959 la Revolución triunfante aplasta con esa fuerza arrolladora de su pueblo, más de cincuenta años de gobiernos entreguitas y corruptos, de políticos farsantes, de miseria y desprecio al ser humano, pero como toda obra social que surge, siempre exhibe imperfecciones que Portuondo supo ver con gran claridad y en algunas de sus piezas literarias explican con especial convicción. De tal forma, que siempre lo encontraremos dando lecciones de ética y de entrega a la revolución como proceso de cambio, generador de nuevas y trascendentales soluciones, pero igualmente de complejas contradicciones signo inequívoco de desarrollo y fuerza vital.

Justamente en este punto, encontramos vigorosas críticas a zonas de la cultura cubana, como fue el caso de las artes plásticas y aplicadas, que padecieron de dogmas y serias limitaciones estéticas en el marco del proceso revolucionario, y tal es el caso del conocido “Salón de Mayo” en los años ardorosos de la década del sesenta, donde la presencia de obras de discutible calidad, se exhibían solo por que venían del exterior, exaltación a una suerte de ingenuidad y de snobismo que ganó cierto espacio, que por suerte, se combatió mejor en la medida que la revolución fue favoreciendo la elevación de la apreciación y creación de las artes en el pueblo y muy especialmente en sus cuadros institucionales.

De manera, que un análisis más actual de este fenómeno, nos llevaría a razonar bajo los mismos principios éticos y estéticos de Portuondo en la década de los años 60; en tanto aún, se arrastra el lastre de una estética sin compromiso, vacía y portadora de un contenido banal y enajenizante, que por suerte no constituye una regularidad, pero que existe y en muchos casos muestra un discurso desmovilizador desde el punto de vista ideológico. Este es un tema abordado en toda su amplitud y con una dosis de permanente actualidad por el compañero Abel Prieto Jiménez, Ministro de Cultura, en diferentes foros nacionales e internacionales.

La cultura como producción humana, entraña una responsabilidad del sujeto con su medio, con su entorno, con la naturaleza misma, que le permite interactuar de forma activa y armónica a la vez; bajo una visión holística del objeto de estudio de que se trate.

Todo lo anterior debe estar en correspondencia con la forma de pensar y actuar del ser humano. Una valoración apriorística de la realidad política circundante puede llevar al sujeto a equivocaciones epistemológicas de fondo, de ahí, que las críticas que realiza Portuondo a los temas de las apreciaciones de las artes y de la cultura en general, llevan esa impronta de hacernos ver la necesidad de un pensamiento complejo, capaz de ver la totalidad del objeto, a través de sus partes y viceversa.

Ampliar la mirada, elevar a planos conceptuales supuestamente más actualizados y universales, que tienen una génesis en un mundo globalizado, no es causa suficiente para desconocer desde los predios asignados a las artes y a la cultura en general, los más nobles intereses de un proceso emancipador, portador de imperfecciones, pero generador de contradicciones propias, prestas al debate sano y pulcro que ayuden a su desarrollo y mejores fines, dentro del marco de los propósitos aspirados por la mayoría del pueblo.

Lo anterior presupone desestimar dogmas, superficialidades, esquemas y estrecheces de pensamiento que poco ayudan, en el marco de una época de refundación civilizatoria tanto en la cultura como en todas sus mediaciones. Portuondo supo alertarlas en su momentos y en toda su obra está presente sin ambigüedades.

En esa práctica fecunda de criticar, de buscar las imperfecciones solo por que en ellas pueden agolparse reminiscencias y manquedades propias de mal-intencionados argumentos o de ingenuas aseveraciones, coincidieron lamentablemente sucesos que de alguna manera generaron opiniones encontradas en algunos intelectuales e incluso hasta negativas sobre este excepcional revolucionario; en ello pudo haber infundados argumentos, pero igualmente posibles equivocaciones propias de los seres humanos, las que no son ni suficientes ni gloriosas emergerlas, ante la grandeza de un pensamiento útil desde su origen hasta su fenecimiento.

Desde los años treinta, es decir, etapa fundacional de su pensamiento, se observa en Portuondo, cómo va creciendo el intelectual, siempre presto desde su obra, al compromiso deliberado con la realidad política y social del momento.

Sus opiniones críticas siempre fueron bien recibidas por el medio intelectual, aún cuando no alcanzaran toda la fuerza y exigencia requerida por el oficio. En 1938, publica “Proceso de la cultura cubana. Esquema para un ensayo de interpretación”[3]. Valioso aporte al estudio de la literatura y de la cultura cubana, bajo un enfoque marxista.

En su libro “El Heroísmo Intelectual”, La Habana 1938, En diez artículos suyos, profundiza con gran agudeza el papel del escritor y su compromiso con su tiempo y con su patria, este tema se refuerza con gran vigor en “Bosquejo Histórico de la Letras Cubanas”, donde insiste que “la literatura siempre denuncia una realidad política y social”.

Según Roberto Fernández Retamar, ya es un sólido militante marxista en 1936, es decir, con solo 25 años. Seis años después se está doctorando en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana, con una tesis titulada “Concepto de la Poesía”[4], considerada por muchos estudiosos como una gran contribución a la teoría de la Literatura, no solo en el país sino internacionalmente. Su enfoque marxista en los análisis literarios es tan depurado, que este trabajo convertido unos años después en libro, supera a uno de similar factura escrito por un coetáneo suyo, el inglés George Thomson llamado “Marxismo y Poesía”.

Su extensa obra y su incansable labor como revolucionario y como intelectual orgánico lo ubican en una posición de privilegio ante los retos que impuso el surgimiento de un sistema social emancipatorio y liberador por excelencia en la Cuba de 1959, al que se entregó sin remilgos y con total desprendimiento

Colocar entonces en el debate actual la obra de Portuondo es sin dudas una hermosa tarea, en tanto su pensamiento siempre estuvo presto para asumir de forma dialéctica todo cuanto de necesario fuera para aliviar los destinos de la Patria y de nuestro proceso emancipador.

En tal sentido, el debate sobre el llamado socialismo en el siglo XXI debe asumirse con la urgencia que exigen las actuales circunstancias de un mundo capitalista absolutamente globalizado y globalizador, inmerso en la peor crisis económica que se haya conocido en la historia de la humanidad, que enuncia un agotamiento real de este sistema y a la vez, no ha estructurado un pensamiento teórico que asegure la sobrevivencia de la propia especie humana y su entorno. De ahí, la necesidad de la alternativa socialista, por ser la más humana, emancipadora y equitativa de todas las alternativas posibles y conocidas

Portuondo fue un intelectual cuyo exquisito verbo es claustro materno de un pensamiento profundo y referencial; de ahí que en este trabajo intentamos efectuar un acercamiento modesto pero consciente a su obra, a los miles de hombres y mujeres que en Cuba y en el mundo, están ávidos de un asidero intelectual altamente comprometido con un proyecto social y por esencia, emancipador, que infunda compromisos y nuevos bríos para acceder a las cumbres de las más nobles aspiraciones humanas.

La lectura analítica de su obra, es un merecido pretexto para la necesaria toma de conciencia sobre la realidad que impera en el mundo de hoy. Solo significando la grandeza de un hombre como Portuondo y otros de similar riqueza literaria y revolucionaria, se podrá contribuir desde una perspectiva socio-política al mejoramiento de la conciencia de clase, para defender, desarrollar y ubicar en su merecida dimensión nuestro proyecto social socialista.