Poeta y dramaturgo. Uno de los grandes autores dramáticos cubanos del siglo XIX. Es considerado el más alto comediógrafo del período. Poeta lírico de juicios muy diversos y contrapuestos, fue a pesar de su precaria salud un incansable trabajador y propulsor de las letras.
Junto con José Jacinto Milanés y Gertrudis Gómez de Avellaneda, Luaces compone la tríada de dramaturgos románticos de la historia teatral y literaria cubana, aunque no se exprese el romanticismo en él de una manera plena, pues pertenece a la segunda generación romántica, aquella que enlaza la poesía neoclásica con la modernista de corte parnasiano. Fue discípulo de Domingo Delmonte y partidario de la independencia de Cuba.
Estudió latinidad en Puerto Príncipe, se graduó de Bachiller en Artes en el Colegio Seminario de San Carlos, en La Habana en 1844 y alcanzó el grado de Bachiller en Jurisprudencia en la Real Universidad de La Habana en 1848.
Algunas de sus Obras
La Naturaleza
Último amor
El último día de Babilonia
Caída de Misolongi
La Luz
La muerte de la bacante
Tu falta
Recuerdos de la infancia
La pesca
La fruta prohibida
Frecuentó la tertulia literaria y científica en la casa del naturalista Don Felipe Poey Aloy, donde dio a conocer sus primeras composiciones poéticas y traducciones del francés.
A partir de 1849, colaboró en diversas revistas literarias, como Brisas de Cuba, Floresta Cubana, Revista de La Habana, entre otras, y en los periódicos El Regañón, Prensa de la Habana y La Aurora.
En 1856, editó el periódico de literatura La Piragua junto con su amigo José Fornaris, figura señera de la poesía siboneyista, que Luaces también cultivó. En 1857, dio a conocer un volumen con sus poemas y, en 1859, organizó y publicó, junto con Fornaris, la antología Cuba poética, una selección de obras de los poetas cubanos desde Manuel de Zequeira hasta la fecha.
En esta etapa, se inició su producción dramática. Escribió El mendigo rojo (1859), aunque se publicó en 1866; Aristodemo, publicada en 1867; Arturo de Osberg, El fantasmón de Aravaca, El becerro de oro, A tigre, zorra y bulldog, La escuela de los parientes, El conde y el capitán, Una hora en la vida de un calavera. Su obra teatral conocida consta de cinco comedias, tres dramas, una tragedia y un sainete. En vida del autor sólo este último (Una hora en la vida de un calavera) logró subir a las tablas (Teatro Tacón, 1865). En 1872, la compañía dramática de Baltasar Torrecillas estrenará en el mismo lugar la comedia El becerro de oro.
Aunque, al igual que otros de sus contemporáneos, se valió de la parábola, empleando temas y personajes de otras épocas y culturas, para desarrollar su pensamiento crítico sobre la sociedad cubana y, en particular, sobre la política colonial, la frecuente presencia en su obra del tema de la libertad, las tradiciones campesinas, los motivos criollos y el vínculo con el movimiento siboneyista atrajeron sobre él la atención del poder colonial y la censura estuvo particularmente alerta con respecto a su obra.
Por otra parte, la crítica, que lo tuvo en alta estima como poeta, sólo valoró en su teatro la vertiente seria, mientras menospreciaba sus comedias que, hoy, en cambio, son apreciadas como la zona más interesante de su dramática.
Ellas tratan la vida doméstica y local desde una divertida y aguda perspectiva crítica. Luaces reflexiona acerca de la construcción de identidades, los procesos que erosionan el ser nacional cuando se burla del afán de imitación de patrones foráneos por parte de sus contemporáneos, sus ansias de títulos nobiliarios y sus desvaríos con la ópera italiana.
Con su examen de los falsos valores y su catedraticismo blanco resulta un antecedente del mundo paródico que luego desarrollarán los bufos cubanos.
Los estudiosos de su teatro coinciden en destacar en esta parte de su producción su verso cuidado, la gracia de sus diálogos, la creación de personajes y atmósferas con un marcado color nacional.
Curiosamente, durante la segunda mitad del siglo XX, fue el dramaturgo más representado en el país entre todos los autores nacionales correspondientes al siglo XIX. Buena parte de su teatro subió a la escena. Es el caso de El becerro de oro (Teatro Estudio, 1967), El fantasmón de Aravaca (Centro Dramático de Cienfuegos, 1970), A tigre, zorra y bulldog (Teatro Rita Montaner ,1984), La escuela de los parientes (Teatro Estudio, 1985) y Aristodemo (Teatro Estudio, 1990).
Figuró entre los cultivadores del siboneyismo y del criollismo, porque por encima de todo devino un devoto cantor de la tierra que lo vio nacer.
"Una hora en la vida de un calavera", fue la única de sus obras teatrales que llegó a ser estrenada en vida del autor.
Fuente: EnCaribe.org