Tuvo una destacada actuación durante varios años en las Ligas negras en Estados Unidos, donde fue seleccionado para el Hall de la Fama. En Cuba integró el primer grupo de peloteros seleccionados para el Salón de la Fama en 1939.
Nació en Cienfuegos en una humilde vivienda de la calle Hernan Cortés número 17. Media 5’9 con 195 libras y se mantenia en buena forma deportiva.
Cuando aún no había cumplido 5 años ya jugaba en uno de los “placeres” del barrio con una pelota de trapo y un palo. Ya a los pocos años trascendía los límites de la barriada y era centro en las conversaciones de los aficionados del béisbol.
Lo que se dice un natural.
En 1910 el manager del Club “Yara” Catalino Hidalgo lo invita a militar en las filas del “Yara” donde comienza a figurar como jugador regular, unas veces lanzando y otras patrullando los jardines, convirtiéndose en el terror de los lanzadores contrarios y en el hombre clave en la conquista por el Yara del Campeonato local juvenil de aquel año.
En 1912 saltó al Club Cienfuegos profesional en el que figuraba como lanzador jardinero y cuarto bate y gracias a la agilidad y solidez de los músculos el equipo conquistó el Campeonato Mundial de Las Villas ese año.
Terminado el Campeonato ingresó en el ejército en una compañía de artillería que tenía formado un equipo de peloteros semi profesionales, quien en la primera oportunidad al bate conectó un largo tribey e impulsó 3 carreras.
En 1913 se trasladó a La Habana y es captado por el manager del Club Habana con el que debutó el 5 de enero de 1913 y en el que rindió una labor convincente en el resto de la temporada. Cuando esta terminó se incorpora al Cuban Star desenrolándose del ejército para poder realizar un juego en Norteamérica. En una corta pero feliz temporada mejoró el fildeo y bateo nada menos que 11 jonrones, pasando al Club American Giants y con el que jugó varios años en los Estados Unidos, donde los fanáticos lo llamaban el “Bambino Cubano”.
Brilló en la Liga Cubana Profesional entre los años 1913 y 1927, época en que con el uniforme de los Cuban Stars también se hizo sentir en las Ligas Negras de los Estados Unidos.
Sobresalió en uno y otro béisbol, y al retirarse en fecha temprana del deporte activo, había asegurado un lugar en el exclusivo Salón de la Fama en ambos circuitos.
En las Ligas Negras estadounidenses no se conservan datos fidedignos. En Cuba, bateó de por vida para 352, y ganó el liderazgo ofensivo en tres campañas. Aunque en opinión de muchos especialistas de entonces, el bate de Torriente opacó las virtudes al campo, el Inmortal Martín Dihigo, compañero de equipos por muchas temporadas, reiteró que, además de temido bateador, el cienfueguero había sido el mejor centerfield defensivo de la isla.
Forma parte junto a Dihigo y Méndez del trío de más clase del Béisbol cubano durante la primera mitad del siglo pasado. Fue inscrito en el Hall de la Fama del Estadio La Tropical de La Habana, donde se destacaba no solo por las hazañas como jonronero sino también por el promedio por temporadas que nunca fue inferior a la cifra consagradora de los 300.
Dejó el segundo más alto average de por vida en toda la historia de la Liga profesional y el quinto mejor de los torneos invernales cubanos en todos los tiempos.
Obtuvo más de 20 lideratos de bateo que ganó con el extraordinario poder de su estaca.
En los jardines desempeñó la mayor parte de su labor como jugador de campo.
Cuando no estaba en las filas del Habana, se le podía encontrar en las del Almendares.
Dicen que le gustaba fajarse con las bolas malas, pero casi siempre se iba con un batazo bueno.
Completó una trayectoria de 14 temporadas, de las cuales dos fueron independientes.
A su refinado trabajo con el madero adicionó además, una excelente velocidad de piernas con las cuales alcanzó a estafar más de un centener de bases.
Forma junto a Martín Dihígo, José Méndez y Tony Pérez, la insigne cuarteta de peloteros cubanos exaltados al Salón de la Fama del Béisbol Profesional Norteamericano.
Entre octubre y noviembre de 1920, el legendario Herman Babe Ruth visitó Cuba con vistas a participar en una serie de nueve desafíos entre los Gigantes de Nueva York y los clubes profesionales cubanos Habana y Almendares.
Ruth venía de implantar récord de 54 jonrones con los Yankees de Nueva York, y como era de esperar, todo el torrente publicitario giró en torno a él. Sin embargo, la tarde del seis de noviembre los ropajes de héroe estuvieron reservados para Cristóbal Torriente, quien pegó tres descomunales jonrones, más un doble, en tanto el Bambino se iba en blanco en tres oportunidades oficiales al bate, pues recibió un boleto del tirador almendarista Isidro Fabré.
Los dos primeros jonrones se los pegó Torriente al derecho Pat Kelly, y el tercero al propio Ruth, quien antes de convertirse en el gran jonronero que fue había asistido a una Serie Mundial como lanzador estelar del Boston Medias Rojas.
Aquel memorable partido finalizó 11-6 a favor del Almendares. Al igual que en los demás, Ruth cobró 2000 pesos, con gastos cubiertos, en tanto Torriente se llevaba 246 recogidos por sus compañeros entre el público. Al terminar el desafío, periodistas cubanos y norteamericanos rodearon a Torriente para entrevistarlo. El Hércules negro los detuvo con palabras que pusieron de manifiesto su modestia y caballerosidad: "Por qué a mi...? Vean a Ruth, él lo hace a menudo, lo mio fue hoy..."
Muerte
Jugó hasta 1934, muere de tubercolosis, en Ibor City, Nueva York, en 1938. A pesar de todas glorias obtenidas al morir era muy pobre; los restos fueron trasladados a Cuba y recibidos con toda la importancia y la solemnidad que mereció semejante gloria nacional.
Cristóbal Torriente murió en 1938, Nueva York. La tuberculosis se lo llevó apenas a los 45 años de edad.