Una cubana a toda máquina en Tokio
Dejarse definir por la carrera estudiada significa cerrarse puertas. Eso lo tiene claro Anayanci Daudinot Valdés, una joven bióloga cubana de 29 años que lleva un buen tiempo abriéndose paso en Tokio a base de iniciativa, esfuerzo y muchas ganas de triunfar.
Enseña español, inglés y salsa a varios japoneses, y su sueño es concretar una academia en donde la unión entre Japón y Cuba se convierta en el núcleo de todos los contenidos. Pero ese emprendimiento no parte del capricho, sino de su experiencia y deseos de ser una excelente profesional.
Si bien su formación académica se asienta en la biología, esta joven oriunda de la Habana Vieja comparte sus conocimientos en inglés desde adolescente, da lecciones de español para no hispanohablantes desde 2013 y comenzó a instruir salsa hace ya diez años. No obstante, llegar a la vorágine de una mega ciudad como Tokio no la amedrentó y, primero lo primero, buscó varias formas de adentrarse en el idioma local.
Desde una escuela dominical de japonés en una iglesia católica, mezclada con clases de intercambio con una amiga, hasta una escuela gubernamental para llegar al business level, Anayanci combinó sus estudios con múltiples trabajos. Pasó por los cruceros de Yokohama, un restaurante y el sitio web Hello Sensei donde recibió sus primeras ofertas de estudiantes. “Yo seguía trabajando y haciendo de todo porque desde que llegué a aquí es a toda máquina, porque tenía que conocer más sobre la cultura y tenía que aprender a desenvolverme por mí misma, porque cuando llegas a aquí es como montarse en el tren del futuro”.
Una de las escuelas de idiomas más famosas en Japón, la ECC (English Community Communication) la recibió como profesora de español, hasta hoy trabaja en una guardería impartiendo inglés y los sábados acerca su lengua madre a estudiantes de preuniversitario. “Todo esto lo hago porque quiero tener mi propia academia y debo tener experiencia. Ya he enseñado a todas las edades, desde niños de 1 a 6 años, adolescentes, adultos de la universidad, de entre treinta y cuarenta años, y hasta adultos mayores. De hecho, la mayor de mis estudiantes de español tiene 75 años y en las clases de salsa tengo una señora de 80 años que baila muy bien”, cuenta.
Unido a esto, dedica sus ahorros a los fondos de su academia y, si bien hay otros profesores de español en Tokio, ella ha identificado que la poca cantidad de cubanos (cerca de 500 en el país y sobre los 200 en la capital) son una ventaja para su negocio, además de la atracción que sienten muchos japoneses por nuestra cultura.
“Mi mayor sueño por ahora es crear mi academia, que vendría siendo como un centro cultural con idiomas, baile y el trabajo de mi esposo, que es profesor de música, así que sería como una especie de café donde se puedan hacer conciertos”. Contar finalmente con un nombre y un espacio para la compañía permitirá “abrir una puerta para esas personas que todavía no conocen sobre Cuba, sobre Latinoamérica”.
La filosofía de Anayanci también se basa en no renunciar a ningún sueño y, de hecho, volver a la biología aun aparece como opción para ella, quizás a través de un vínculo entre esta, la antropología y los lazos entre Cuba y Japón porque, según refiere, en Tokio también necesitan de esa alegría característica del cubano.