Muere por Covid el diseñador gráfico Ángel González, fue subdirector artístico del periódico Juventud Rebelde
La COVID-19 acaba de arrebatarnos a los 81 años a Ángel González González. Angelito sencillamente, uno de los grandes diseñadores de aquel Juventud Rebelde del siglo XX sin internet ni web, pero muy gregario y bohemio, con una redacción pletórica de emociones e inquietudes en un zafarrancho permanente entre texto e imagen.
Angelito convirtiendo nuestras cuartillas en seductoras incitaciones, a puro conteo de líneas, a pura pica, aquella unidad de medida de las columnas que ya casi nadie recuerda, así como se ha extraviado el incitante olor a plomo de los talleres. Angelito siempre defendiendo desde entonces el poder iniciático de la visualidad. «La belleza entra primero por los ojos, en un paneo», me confesó una noche, en un borrascoso cierre en medio de un huracán.
Angelito así llegó a convertirse en subdirector artístico de Juventud Rebelde. En un centinela de lo que entra por los ojos. Angelito nos enseñó con su parsimonia en aquellos cierres de fiesta, que al periódico, precisamente por andar de prisa, hay que vestirlo despacio y con aplomo. Angelito reconcentrado en las formas de presentación del diario. Absorto en el encaje exacto, en el preciso balance entre texto e imagen. Angelito disciplinado y tenaz, con esa flema que escondía tanta pasión.
Después de jubilarse, de vez en cuando irrumpía en la redacción, como si lo matara la nostalgia, y quisiera retornar a aquellos años felices de cerrar el periódico a la hora exacta, para que se abriera en el gusto de la gente al amanecer. Y uno presuroso, como si no fuera al mismo rincón algún día, no le dedicaba todo el tiempo, para evocar juntos aquellos años felices sin la competencia de la inmediatez postmoderna, del aquí y el ahora que nos devora en el destello apenas de la noticia: esa desfloración permanente de la realidad.
Llegaba con ese mismo talante de buen hombre, de gran padre y excelente compañero, para contarte que estaba activo en las redes sociales, y con unos deseos obsesos de escribir la historia de Juventud Rebelde, esa que se tragó tantos destinos singulares como el suyo, en distintas épocas.