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Luto en Santiago de Cuba por muerte de Marino Wilson Jay

El fallecimiento el pasado 19 de agosto en Santiago de Cuba del intelectual Marino Wilson Jay, a los 75 años de edad y víctima de la COVID-19, enluta a esta ciudad y constituye una sensible pérdida para la cultura local y nacional.

A través de Facebook, la Fundación Caguayo informó que en menos de 24 horas luego de su ingreso en una institución de salud del territorio llegó la noticia de la atropellada muerte, a causa de una pandemia que afecta a millones de personas en el mundo.

Es así que la literatura y el arte cubanos están de luto, otro duro golpe, una pérdida más, otro adiós inesperado; sus enseñanzas y obra quedarán siempre con los que tienen el compromiso de preservarla y conservarla para la posteridad.

En la propia red social, Rubén Darío Salazar, Premio Nacional de Teatro 2020, significó que Marino Wilson Jay sonará entre los nombres de los poetas imprescindibles de la urbe junto a los de Jesús Cos Cause y Efraín Nadereau, y costará a Santiago de Cuba despedir a un bardo con los colores de tierra, mar y cielo en sus escritos.

Al periodista Reinaldo Cedeño, el reconocido poeta, asesor y ensayista siempre le pareció un ser inderrotable, y afirmó que la cultura nacional pierde a un iluminado, a un caballero memorioso, a un hechicero de las letras, a un hombre noble.

Desde ahora faltará la lúcida voz, su memoria de privilegio, dijo la escritora Teresa Melo, mientras pidió el acompañamiento de su poesía y que la luz de la ciudad siempre brille para él.

Guantanamero de nacimiento, arribó a Santiago de Cuba en la década de 1970 para cursar estudios superiores en la Universidad de Oriente, donde se graduó como licenciado en Lengua y Literatura Hispánica, y aquí desarrolló una prolífica labor cultural.

Apasionado de las letras, fundó el taller literario José María Heredia, integró el comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), ganó varios certámenes dentro y fuera de la isla, y hasta el momento de su deceso devino una de las voces más significativas de la poesía en la suroriental localidad.

Marcada por el acontecer histórico del archipiélago –sin que ello implicara un enfoque historicista- su obra se sitúa en dos promociones poéticas bien delimitadas: la de los años 70, por razones cronológicas, y a la de los 80, donde se insertan sus últimos libros.

La producción poética de Wilson Jay aparece concentrada, en su mayor parte, en cuatro textos: Así comenzó la alborada (1983), Yo doy testimonio (1987), Granada la bella (1987) y El libro terrible (1994), aunque algunos poemas dispersos se encuentran en publicaciones periódicas y antologías.

Durante su fructífera vida colaboró en revistas nacionales y foráneas como Santiago, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Del Caribe, La Palma, Heredia, El Caserón, Bohemia, Letras Cubanas, Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, La porte des poetes (Francia), Caracola (Venezuela), Diario de la Nación (Colonia), Puerto de Sol (EEUU) y Suplemento Cultural (México), entre otras.

Al celebrarse el aniversario 60 de la Uneac, organización a la que perteneció hasta sus últimos días, Marino Wilson Jay se erige como ejemplo para las nuevas generaciones de escritores de sus ciudades natal y adoptiva.

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