Lezama Lima, el viajero inmóvil, llegó a FIU en un documental sobre su vida
Cada generación de lectores puede haber imaginado un retrato diferente del escritor cubano José Lezama Lima. Para muchos es uno de los grandes autores latinoamericanos y uno de los pocos que alcanza la estatura de Jorge Luis Borges y Octavio Paz; para otros es el fundador de la publicación cultural cubana más importante del siglo XX: la Revista Orígenes; el autor de esa novela inmensa y “complicada” que es Paradiso; el viajero inmóvil de la calle Trocadero que las autoridades cubanas se enfrascaron en condenar al olvido.
Cada uno de esos avatares del gigante de Trocadero se pueden descubrir en el documental Lezama Lima: soltar la lengua, del cineasta cubano radicado en México Ernesto Fundora, quien estará presente en la proyección que organiza el Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI), este martes 25 de septiembre en Florida International University.
“Habanero, fumador de puros, chismoso, gran conversador, asmático, amigo entrañable, maestro generoso, simpático fabulador, comilón exquisito, anfitrión sin igual, ha dejado a su paso por el humilde barrio de Colón en la calle de Trocadero # 162, una leyenda donde lo dantesco y lo quijotesco refundan el carnaval de disímiles elucubraciones”, así lo describe Fundora, que sale en busca del Lezama que habita en el recuerdo de más de una veintena de artistas y escritores que lo conocieron, que han estudiado su obra y que lo admiran.
Esos escritores, en su mayoría cubanos, el cineasta los encuentra en La Habana, en Miami, en México, en Costa Rica, y sus anécdotas confirman lo que el espectador sabía o imaginaba de Lezama, pero también de los mismos que lo recuerdan.
Fina García Marruz elige la frase “la calidad tranquila de luz” para hablar de Lezama. El escritor camagüeyano Félix Guerra lo describe como un hombre “sencillo”. Silvio Rodríguez cuenta su anécdota de Lezama de una manera que al final se convierte en una anécdota sobre él o de la importancia de la guitarra y su canción.
El desaparecido crítico de arte y literatura Carlos M. Luis rememora cómo Lezama llora como un “niño” al contarles la muerte de su madre, Rosa Lima, cuando sus amigos en el exilio lo llaman desde Nueva York para darle el pésame por la pérdida. Algo que no nos extraña de uno de los escritores que mejor ha descrito ese sentimiento al definir que una persona solo deja de ser un niño a la muerte de la madre, porque para ella, hasta el último día, siempre será un niño.
Otros recuerdan la entonación de “asmático” de Lezama al hablar, o que conocía a todos los delincuentes de La Habana porque fue bibliotecario en la cárcel del Castillo del Príncipe. Otros discuten su sexualidad y afirman que era inexperto en esas lides, que “admiraba la belleza varonil”, pero que era heterosexual. Algunos mencionan a una desconocida que parece fue importante en su vida, una trigueña misteriosa que solía esperarlo en la puerta de La Moderna Poesía en los años 1950 cuando allí se reunía con frecuencia un grupo de escritores.
Afirman que su familia era humilde y que por eso la casa de la calle Trocadero, donde también vivían sus hermanas, estaba a unos pasos del barrio de Colón, una zona conocida por la cantidad de prostíbulos que albergaba.
José Prats Sariol confirma que efectivamente no podía permitirse esos banquetes culinarios que imaginaba, y que eran sus amigos con más recursos, José Rodríguez Feo, quien financió la Revista Orígenes; los escritores Mario Parajón y Gastón Baquero los que lo invitaban a los restaurantes.
También es Prats Sariol el que señala que Lezama encontró su voz como escritor desde el comienzo, desde la publicación de su primer poemario Muerte de Narciso, en 1937, y que la mantuvo hasta su muerte en 1976, a los 65 años.
La conversación sobre su obra es igual de fascinante que la de los detalles biográficos, pero si verlo a través de los ojos de los otros no es suficiente, las fotos tomadas por Iván Cañas nos lo ofrecen de cuerpo entero, en familia, fumando sus adorados puros. Las vistas del Paseo del Prado y otras esquinas de su barrio habanero nos lo sitúan en la geografía que fue suya y regaló al mundo en Paradiso.
Y si todo eso no nos dejara satisfechos, oírlo recitar los versos de Una oscura pradera me convida nos invitan a dejarnos llevar por su poesía.
Fundora estuvo trabajando en el material para este documental desde el 2009 y es difícil imaginar una imagen más completa de Lezama Lima.
José María Andrés Fernando Lezama Lima
poeta, abogado, ensayista, narrador, artes, director de revistas
Poeta, narrador y ensayista cubano, es uno de los escritores de mayor significación de la literatura latinoamericana del presente siglo. Lezama nació en el campamento militar de Columbia, en La Habana, hijo de José María Lezama y Rodda, coronel de artillería e ingeniero, y de Rosa Lima. En 1920 ingresa en el colegio Mimó, donde concluye sus estudios primarios en 1921. Comienza sus estudios de segunda enseñanza en el Instituto de La Habana, donde se gradúa como Bachiller en Ciencias y Letras en 1928. Un año más tarde iniciará los estudios de Derecho en la Universidad de La Habana.