La Habana que ama Mario Conde, el detective de los barrios marginales creado por el escritor cubano Leonardo Padura
Tengo un amigo escritor al que le encanta que yo le cuente las cosas que me pasan en esta, mi vida loca, con su loca realidad -como dice el cantante cubano Pancho Céspedes, que, les paso el dato, también es mi amigo y se inspiró en mí para hacer su canción "Vida loca", y de verdad le quedó bonita.
Ese escritor y yo nos conocemos hace mucho, mucho tiempo.
Allá por los inicios de la década de 1970 fuimos compañeros de estudios en el preuniversitario de La Víbora, aquí en La Habana, y desde hace como treinta años escribe novelas con las historias de esas cosas locas que a mí me pasaban cuando era policía de investigación criminal -hasta que me harté de eso- y las que me pasan desde que me dedico a comprar y vender libros viejos, porque de algo hay que vivir.
Ese escritor, por cierto, se llama Leonardo Padura, aunque eso no es tan importante.
La primera novela que escribió conmigo se titula "Pasado perfecto", y tiene que ver con algunas gentes que los dos conocimos cuando estudiábamos en ese bendito Pre de La Víbora y luego ha publicado como ocho más (Máscaras, Adiós, Hemingway, La transparencia del tiempo, esa es la última), en las que me pone de protagonista (gracias, Leo) y dice algunas cosas de mí que no debía de haber dicho y otras que me emociona que haya revelado.
De las que más me gustan: eso de que soy un nostálgico de mierda. Porque es verdad. Lo soy.
Si traigo a colación a mi amigo novelista es porque soy un nostálgico que ahora pretende hablar de La Habana y él ha escrito que yo siempre repito esta definición: el color de La Habana es el azul, su olor es el del mar y del gas que se filtra por las calles de la ciudad vieja y su sonido, el de los indestructibles carros americanos de los años 1950 y de un bolero -últimamente un reguetón.
Y eso no está nada mal, creo, para empezar a decir algo de una ciudad que otro amigo (tengo muchos amigos), el dramaturgo Alberto Marqués (alias de Virgilio Piñera), asegura que es una de las pocas del mundo con alma, y con el alma a flor de piel. Un sitio con magia, decía él.
Para los que, como yo, hemos nacido en La Habana y vivido en ella cada uno de los años -cada vez más años- de nuestras vidas y hemos visto a la ciudad crecer y languidecer, transformarse y estancarse, siempre sintiéndola como un sitio propio que en ocasiones se nos hace ajeno, el ejercicio de reflejar y entender nuestra ciudad se nos puede convertir en un esfuerzo bastante arduo.
Porque a veces la cercanía nos nubla la mirada y las percepciones, y la pertenencia nos atiborra de prejuicios (los hay buenos y malos) empeñados en entorpecer la definición.
Yo nací en un barrio de la periferia de la ciudad, un barrio bastante plebeyo, pero que por la distancia que lo separa de los corazones urbanos, siempre nos ha hecho decir "voy a La Habana" cuando nos desplazamos a esos lugares neurálgicos donde suelen estar los edificios más elegantes e icónicos, las plazas más emblemáticas, las calles por las que transitaron los cubanos más ilustres y los visitantes más famosos.
La ciudad de las postales turísticas: La Habana comercial de Reina y Galiano; la más típica de las fortalezas españolas, el Paseo del Prado y el simbólico Malecón; La Habana elegante, moderna y noctámbula de La Rampa, ese tramo hoy medio decadente de la calle 23, en el céntrico barrio de El Vedado, donde gastamos muchas horas de nuestra juventud, cuando teníamos tantos sueños y esperanzas…
Leonardo de la Caridad Padura Fuentes
escritor, periodista, ensayista, letras, filólogo, literato
Leonardo Padura nació en La Habana en 1955. Desde niño leía novelas policiales en su natal Mantilla, hoy es un reconocido literato, que posee una concepción singular del hecho literario.
Jorge Perugorría Rodríguez
pintor, actor, director, artes, escénicas, promotor cultural
Pichi, nació en La Habana en el Wajay , municipio Boyeros, La Habana, donde transcurre su niñez y adolescencia.