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Janet La Valdés interpreta su versión de Mama Inés

En la voz de Janet Valdés, Mamá Inés vuelve a cobrar vida. En su recién estrenada versión del tango congo que viera la luz en una zarzuela de Eliseo Grenet y Ernesto Lecuona, reencarnan todas las anteriores.

Con la ayuda de su productor musical Alejandro Meroño, la cantante conocida como La Valdés trae su versión, palpable y cubana, del siglo XXI. “Es el pilón que se asoma y se oculta, es La Habana y también es Nueva Orleans. No nos propusimos hacerla diferente, sino escuchar qué pedía”.

Aunque pudiera enumerar mil motivos para incluir este clásico en su nuevo disco, “simplemente nos conectamos con la fuerza de la tierra, con los espíritus, y nos dejamos llevar con absoluta veneración a la música. Es una Mamá Inés que desea llegar renovada a los jóvenes y nutrirlos de nuestra historia. Es un arquetipo, un personaje que desborda la canción y que hace que cualquier cubano que la evoque en cualquier lugar del mundo sonría y sienta calor en el pecho”.

Para esta hija de Yemayá, esa canción representa lo sutil, la compañía, los sentimientos, el deseo de conexión, “todo lo que encierra sentarse a tomar una taza de café, esa calidez que va más allá del café. Yo le preguntaba a mi abuela por qué el olor del café era tan dulce y el sabor tan amargo y ella reía. Luego entendí que así es la vida”.

La artista oriunda de Regla se siente tanto “esa madrina cuidando, aconsejando y regañando a mis ahijadas; como la Belén escapando y viviendo intensamente en la juventud”. Mamá Inés tiene el poder de hacerte viajar en el tiempo, “de devolverte la dulzura, de llevarte a las abuelas que ya no están y la música que no suena mucho. Es cada madre y cada hija”.

Recreada en el imaginario popular de la isla como una voluptuosa esclava (presumiblemente partera) con el café en una mano y un tabaco en la otra, Mamá Inés simboliza un proceso de transformación social, “de conquista y de triunfo: la historia negra que se sobrepuso y terminó moldeando y cincelando nuestra cultura”.

De acuerdo con La Valdés, “no podemos pensar hoy en lo cubano sin pensar en lo negro como un sello distintivo, de orgullo nacional. Es bueno valorar la realidad tal cual fue, con objetividad: esos negros que ‘pidieron permiso’ desde los cabildos ‘para cantar y bailar’, prevalecieron”.

La diversidad es palabra de orden a lo largo del fonograma “Ay Mamá Inés, llegó La Valdés”, porque propone un paseo por las distintas caras de una mujer. Desde la óptica de la fotógrafa May Reguera, encargada de la imagen de esta producción, “Mamá Inés es cada una de nosotras. Es mi abuela Alla y las demás abuelas del mundo, mi maestra Antonia, mi madrina, y también eres tú, yo y todas. Es sabor a café, baile, cultura, identidad y sobre todo historia humana que se refleja en nuestra piel, en nuestras heridas y en nuestras cicatrices”.

mundial, surgió la idea de hacer portadas para cada tema del disco y lanzar los sencillos uno por uno en lo que se organizaba la cosa, que aún sigue regada”.

En las fotos para Mamá Inés entraron a jugar las paredes rojas de su garaje y una calabaza y un ramo de flores rojas que tenía en su casa para Changó. “Con Janet, que se deja llevar por mis ideas, y todas las chicas hermosas que nos apoyaron vestidas de rojo, frente a un fondo rojo, fue como si Changó estuviera allí haciéndolo posible. Tengo la certeza de que Mamá Inés es fuego y es roja, y así mismo es La Valdés”.

El audiovisual muestra a esa mujer que se trasforma con el tiempo y las vivencias que le han tocado a la humanidad. “Mamá Inés ha pasado por mucho, muchas circunstancias económicas, sociales, humanas, abandonos, traiciones, mas también hay mucho amor y fuerza para levantarla”.

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