Festeja toda Cuba el cumpleaños del Dr. Francisco Durán, vocero del Ministerio de Salud Pública para la pandemia
Era la 1:05 p.m. Mi abuela, inclinada hacia delante en su sillón, se volteó hacia mí y me dijo algo insospechado: «Alejandro, creo que me estoy enamorando del doctor Durán». Yo contesté con un ¿Quién?, más que de sorpresa, para verificar si mi sentido auditivo, aún medio desafilado, había decodificado correctamente aquel nombre.
«El doctor Durán… Creo que me estoy enamorando de él, y esa sí es mala», me dijo con una sonrisa pícara y un brillo especial en sus ojos negros septuagenarios. Continué mirándola y yo también reí, aunque no pronuncié palabra alguna mientras ella, zalamera, me detalló las peculiaridades de su nuevo amor:
«Él es un poco menor que yo… pero está entero, y trabaja todos los días», esgrimió sus argumentos como quien sabe mucho de buenos partidos y galanes del siglo XX, y la sorpresa de su declaración me hizo pensar que estaba feliz siéndole infiel a mi abuelo, aunque fuera con un amor de tele. ¿Se habría adaptado a los nuevos tiempos?
Y es que nada separa a mi abuela de la realidad, siempre puntual a cuanto espacio informativo transmiten en nuestros canales. El Noticiero Nacional, la revista En tiempo real y Telesur forman parte de su programación diaria, sin descartar, por supuesto, el parte diario de las nueve de la mañana con el doctor Francisco Durán García…
Sí, el Director de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, quien puede considerarse el personaje más popular de Cuba en 2020 o, al menos, el de más rápido ascenso mediático, gracias a sus conferencias de prensa para actualizarnos sobre la situación de la COVID-19 en el país.
Cierto que su rostro inspira la confianza de un ser paternal, de un abuelo que aconseja cómo cuidarnos ante las adversidades, y aun cuando solo podamos ver sus ojos, sabemos que él quiere lo mejor para nosotros, su pueblo.
Quizá esos sentimientos de admiración y gratitud hacia él se transformen en atracción de muchas personas, en especial las mayores… ¿Quién lo duda?, y quizá mi abuela no sea la única que se está «enamorando» de sus dones en este país envejecido.
A veces en este tiempo de quedarnos en casa, cuando me levanto tarde abuela ya está meciéndose en el sillón frente al televisor; a veces a solas y otras junto a mi abuelo, quien desconoce de «traiciones» futuras, por suerte no fatales.
Ella no descuida sus horarios —ni siquiera ahora que el mío está trastocado—, y siempre cuando me levanto coloca su frente junto a la mía en un «beso de lejos», como lo bautizamos en familia…
Hasta aquel día en que desperté pasada la una de la tarde y el Noticiero del mediodía ya había comenzado, y entonces ella ni siquiera me miró, absorta en las imágenes del vidrio, y la noticia que me desayuné, en lugar de mi habitual vaso de leche, fue esa ingenua revelación: «Alejandro, creo que me estoy enamorando de Durán».