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Enrique Pérez Díaz es merecedor del Premio Nacional de Edición 2023

Enrique Pérez Díaz acaba de merecer el Premio Nacional de Edición 2023. Quienes han estado cerca del mundo cultural cubano, saben que este nombre, que a muchos suena tan cálido, se asocia también a otros oficios, además del de editor: narrador, periodista, crítico literario, poeta, investigador…. Un historial brillante, que lleva en el alma las letras, se le enriquece a cada paso, porque para los que aman la creación, no hay días infructuosos.

Pero de lo que en realidad se precia más es «de ser un gran lector. Todos los otros “títulos” vienen por el natural ejercicio de leer y escribir, o editar con una intensidad emotiva».

–De todas esas profesiones, ¿en cuál eres más tú?

–Soy en cada una de ellas según está mi estado de ánimo, las presiones de la vida y mi inspiración al asumirlas. En todas conviven mis conceptos, mi formación y mis principios.

–Hablemos de la lectura y la escritura de los años primeros…

–Escribía desde la escuela, al parecer con cierta soltura, pues mis colegas me pedían que hiciera sus composiciones. Luego, el periodismo me dio confianza, herramientas y, el diario laboreo, no solo de editor y corrector en diarios, agencias, la radio y revistas, te forman el vicio y el oficio de vivir revisando hasta la saciedad.

«Si nos referimos a la ficción puramente, en la adolescencia escribí aventuras, pequeñas obras, y luego relatos para los talleres literarios. No encuentro mi vocación hasta estudiar cómo se expresaban diversos autores extranjeros contemporáneos que me encargué de promover en Cuba. El primer libro “serio” que escribí fue La vieja foto. El más entrañable, Mensajes, que tuvo mejor suerte. Inolvidables por la aceptación del público: ¿Se jubilan las hadas?, Inventarse un amigo, La dama del ocaso y el innombrable Escuelita de los horrores, que yo mismo no me canso de releer».

–¿Cómo nació el editor?

–Primero desde el periodismo, en el año 1980, como estudiante fundador de Tribuna de La Habana, que atendía noticias de los corresponsales de municipios; en el ejercicio de redactor-reportero durante cinco años en la ain; otros dos en Juventud Rebelde y luego, siendo Jefe de Prensa del Ministerio de Cultura, donde me tocó asumir en el Departamento de Publicaciones, la producción de los folletos (Caballo de coral, Barca de Papel, Para un príncipe enano, Ediciones Homenaje, Papeles de viaje), y ese fue el primer ejercicio propiamente en una editorial.

Después pasé una década por la Editorial Capitán San Luis, de la que soy autor fundador y, al irse Olga Marta Pérez, asumí las colecciones infantiles, pero hicimos también una colección de plaquettes desde la sección de Literatura Infantil Juvenil de la Uneac. También en Ediciones Unión, mientras laboraba como promotor, corregí manuscritos y contribuí a la gestión editorial de la colección Dienteleche. Eso es algo que me apasiona, gestionar buenos textos para que vean la luz, en cualquier parte. Después vendrían los años de Gente Nueva… y de Selvi Ediciones, y tantas otras casas editoriales.

–Gente Nueva está entre los proyectos más hermosos que has dirigido. ¿Qué significa para ti?

–Gente Nueva y yo crecimos juntos. La conocí a los diez años, como lector. Luego la visité como autor un poco ignorado, y más tarde, por esas paradojas de la vida, me correspondió dirigirla por más de un lustro. Su catálogo es impresionante en todos los sentidos. Su norma editorial, de las más exigentes. Fue una escuela de vida que siempre agradeceré.

–¿Eres fiel al niño que fuiste?

–Absolutamente. Me cuesta mucho madurar. La seriedad adulta me agota porque niega mi esencia. Por algo será que, con más de 65 años, muchos me siguen llamando Enriquito.

–¿Qué te puede estresar del trabajo como editor?

–Lo que más me estresa no es la extensión o la complejidad del libro, o el poco tiempo que a veces tengas para editarlo, sino que un autor inédito no entienda cuando lo quiero ayudar, que deseo salvar su libro a toda costa, incluso frente al dictamen negativo de la editorial. Me ocurrió una vez y fue desgastante, pero a la vez instructivo.

–En el Observatorio del Libro que hoy diriges hay también edición. ¿Qué valor tiene el oficio para concebir este minucioso trabajo con total calidad?

–Sí, las investigaciones hay que potabilizarlas editorialmente, para que se entiendan sus resultados. Además, hacemos redes sociales, boletines y guías semanales, un canal de Telegram con mensajes de bien público sobre la lectura, varios grupos dirigidos a libreros, maestros, promotores; convocamos concursos para lectores, asesoramos, damos capacitaciones. Es un pequeño equipo de tres periodistas y dos graduadas de Estudios Socioculturales, y tratamos de ser proactivos con la lectura, compartir lo que descubrimos y descifrar cómo la gente podría leer más y mejor. Es obvio que la labor editorial está muy presente. De más está decirte que vivo tan enamorado de este trabajo como en su momento de los anteriores. Mientras dirigía Gente Nueva alguien me dijo una vez: –¿Y ahora qué va a ser de tu obra? «Ahora esta es mi obra», le dije. «La obra de hoy es lo que siempre importa más».

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