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Juventud Rebelde

Ariel Martínez tiene un futuro prometedor en la Liga Profesional de Japón

Luego de conectar tres sencillos en cuatro turnos, anotar una carrera y comenzar el juego dominical de los Dragones de Chunichi como receptor titular, no cabe duda de que el futuro del cubano Ariel Martínez en la Nippon Professional Baseball (NPB) luce muy prometedor.

Hasta ahora todos los extranjeros que han intentado trabajar regularmente detrás del plato en el circuito nipón han fracasado en el intento, al punto de que varios de ellos sólo disputaron un partido en esa posición.

No es que la lista de receptores foráneos que han pasado por la liga sea particularmente corta. Diversas fuentes indican que hasta 16 importados han hecho el intento de cumplir ese rol en la máxima categoría de la NPB.

El primero fue el estadounidense “Bucky” Harris Galliard, quien llegó a Japón en 1936 con el nacimiento de la primera liga profesional del país. Le siguieron sus compatriotas Jun Hirota (1952), Charlie Hood y Mitsuru Watanabe (1953), Charlie Lewis y Sal Recca (1954), Don Bussan (1955), Noboru Fujishige (1956), Ron Bottler (1959), Dick Kamiya (1961) y Nick Testa (1962).

Tras una pausa de 15 años, el también estadounidense Adrian Garrett (1977) aterrizó en el archipiélago para repetir el intento, como lo hicieron luego su compatriota Mike Díaz (1989), el dominicano Francisco Cabrera (1994), el australiano Dave Nillson (2000) y ahora Martínez.

Incluso dos jóvenes receptores venezolanos fueron firmados a mediados de la década de 2010 con la idea de desarrollarlos para el futuro, tal como está ocurriendo ahora con el cubano, pero ninguno de ellos logró ser promovido a la máxima categoría del circuito.

Nos referimos a Kevin Moscatel, quien pasó dos temporadas (2013-2014) con el equipo menor de las Estrellas de DeNA, y a Alejandro Segovia, quien duró sólo una campaña (2015) en el conjunto filial de las Águilas de Rakuten.

Son varios los obstáculos que dificultan el transitar de los extranjeros que llegan a la NPB con la intención de ganarse la titularidad en la receptoría de sus respectivos conjuntos.

Antes que todo está el idioma. Para poder trabajar regularmente detrás del plato en el circuito nipón el aspirante debe poder comunicarse bien con el lanzador sin necesidad de utilizar un intérprete.

El japonés es particularmente complicado de aprender para los occidentales y salvo que éstos le dediquen tiempo suficiente al estudio del mismo, lo más probable es que nunca lo aprendan de manera fluida.

Aquellos que logren superar esta barrera deberán enfrentarse entonces con otra traba incluso mayor: la filosofía de pitcheo de los japoneses, que demás está decir es bien diferente a la de los lanzadores occidentales.

En términos generales, la filosofía de pitcheo que se ve en las Grandes Ligas y el béisbol latinoamericano es la de la ley del más fuerte. Es decir, el lanzador reta al bateador con su mejor lanzamiento, que además tira por el medio del plato, y que gane el más macho.

En Japón, por el contrario, los lanzadores apelan a la ley del más inteligente. ¿Por qué correr el riego de tirar la pelota por el medio del plato cuando se puede retirar a los bateadores con lanzamientos malos?

La idea, entonces, no es retar al bateador, sino engañarlo. La mayoría de los lanzadores japoneses tiran sólo una o dos bolas buenas por turno. El resto son lanzamientos que parecen buenos, pero terminan cayendo fuera de la zona de strike.

Si los extranjeros que aspiran a ser receptores en la NPB no entienden esa filosofía y no se adaptan a ella, difícilmente podrán tener éxito en su trabajo.

Por ejemplo, un receptor con buena experiencia en Grandes Ligas no puede llegar a Japón pidiéndole a los lanzadores locales un cambio de velocidad en cualquier cuenta o una recta por el medio del plato en tres y dos. Si lo hace, su fracaso estará asegurado.

Primero, porque el cambio de velocidad es un lanzamiento muy poco utilizado en Japón; y segundo porque los lanzamientos quebrados son los mejores que tienen los pítcheres japoneses en su arsenal, y por lo tanto casi siempre los utilizan en cuenta completa.

A ese par de estorbos cruciales debemos agregar otros más modestos pero igualmente importantes, como el número de señas que utilizan los equipos y la predilección de los lanzadores de llevar la cuenta a tres y dos antes de hacer otro lanzamiento bueno.

Como consecuencia de una filosofía que busca engañar al bateador en lugar de retarlo, el número de veces que los lanzadores llevan la cuenta a lo máximo es exageradamente alto y cualquier cátcher foráneo que aspire a mantenerse en su puesto debe aprender a adaptarse a esa costumbre y sacar el mejor provecho.

A pesar de que sólo ha completado un par de juegos como receptor con Chunichi, el cubano Martínez parece tener todo lo necesario para ser una excepción y convertirse en el primer importado en tener éxito como receptor en la liga japonesa.

Primero, porque según su mánager ya ha aprendido a comunicarse bien con los lanzadores en japonés y eso significa que ha superado el primero de los dos grandes obstáculos.

Luego, está la ventaja de que llegó a Japón joven y fue desarrollado por dos años en las categorías menores del conjunto, lo que le brindó tiempo suficiente para adaptarse bien al estilo y la filosofía de juego de los japoneses y sus lanzadores.

Si a eso agregamos que está bateando bien, algo que casi ningún receptor japonés hace, y además cuenta con el respaldo incondicional de su mánager, entonces no debería extrañarnos que su futuro luzca tan promisorio.

Todavía falta mucho camino por recorrer y muchas cosas podrían ocurrir entre ahora y el final de la temporada, pero no cabe duda de que el joven antillano parece encaminado a hacer historia este año en el béisbol japonés.

Jit.cu