Natural de Santo Domingo, Villaclara. Se inició en el periodismo en Cienfuegos. Más adelante, lo ejerce en Argentina, Estados Unidos y México. En este último país fue redactor de Excelsior y El Universal.
Siendo un niño, sus padres lo envían a Cienfuegos. Allí estudia en los más importantes colegios sureños, donde se gradúa de maestro. En los albores de la República ejerce esta profesión. Paralelamente, comienza a colaborar con diferentes publicaciones de esa urbe y entra a formar parte de la membresía del Liceo de la Perla del Sur.
De existencia andariega, viaja a Argentina donde prosigue su incursión en el periodismo y funda una revista. El teatro del país gaucho encuentra en Lugo Viña un refinado dramaturgo.
En la nación austral lleva a escena, en 1912, las obras “El atentado de Nur”, “Romance colonial” y “La presa del tigre”. Según el periodista y editor Abelardo A. García-Berry, “sus notables éxitos, sus aventuras galantes y los lances de honor, dan por esa época un colorido de novela a su vida inquieta”.
Se traslada a Nueva York y saca a la luz una gaceta en español e inglés. Tiempo después parte a la capital mexicana, y por varios años se convierte en redactor de los periódicos Excélsior y El Universal. Por esa época ya Lugo Viña comienza a ser considerado un ardiente panfletista.
En 1918 regresa a la patria y reinicia su labor periodística en Heraldo de Cuba. Contratado junto a muchos diaristas de prestigio y reconocimiento, escribe encendidos artículos y editoriales que sirven de agitación política contra el entreguista e impopular gobierno de Mario García Menocal, por lo que es llevado a prisión en el momento en que este cierra, el 13 de febrero de 1917, el órgano en el que trabaja.
Esto lo recuerda Tomás González Rodríguez en el libro La Prensa en Cuba: Bodas de Perla 1902-1932, cuando expresa “por orden gubernativa fueron clausurados los periódicos Heraldo de Cuba, La Prensa, El Triunfo y La Nación, quedando gran cantidad de repórters sin trabajo (...) Por consecuencia de la clausura de esos diarios, fueron presos y remitidos a la cárcel los compañeros Ángel Pérez Hernández, Ruy de Lugo Viña y Federico Ibarzábal...”.
Sin embargo, esto le vale para que en 1920 resulte electo concejal del Ayuntamiento habanero. A partir de esta fecha se convierte en difusor de su teoría de la Intermunicipalidad universal, sobre la que escribe ponencias y folletos, y dicta conferencias en congresos internacionales durante varios viajes por distintos países de América y Europa. En 1926 retoma el cargo de miembro de la Cámara Municipal de La Habana.
En la década de los años 20 del siglo pasado, es elegido primer Historiador de la capital de los cubanos, tras hacerse evidente la necesidad de que la urbe cuente con un cronista que haga más útil, digna y culta sus anales. Lugo Viña establece relaciones con otros países a partir del municipio.
Por poseer “un carácter inquieto en perenne actividad para satisfacer su espíritu periodístico que demandaba renovación constante de cosas y personas”, al concluir su misión política vuelve a formar parte de la redacción del Heraldo de Cuba y llega a ser director de este órgano de prensa y del Imparcial. Con posterioridad resulta designado Delegado a la Liga de las Naciones.
Colabora, además, en Bohemia, Social y La Nación, y en la revista semanal de Crítica y Arte Ideas y Figuras, que circula en Argentina desde mayo de 1909 y hasta agosto de 1916.
Su faena como repórters llega a ser de tal magnitud, que en el Directorio Profesional de Periodistas de Cuba, en el artículo Los que fueron..., de Miguel A. Tamayo, al hacer este un recuento de las más connotadas plumas del diarismo nacional, reconoce a Lugo Viña como uno de los grandes articulistas cubanos, junto a Gustavo Robreño, Miguel de Landaluce, Mario Lezcano Abella, Alberto Riera, Enrique Fernández Arrondo, Enrique Palomares, y muchos más.
Por otra parte, en el artículo Panorama del periodismo cubano: columnista, José Conangla Fontanilles afirma que “Heraldo de Cuba, fundado por Manuel Márquez Sterling, fue adquirido y dirigido luego por Orestes Ferrara. En las columnas de este diario combatieron brillantemente a favor del partido y de los intereses liberales, el propio Ferrara y, sucesivamente, Carlos Mendieta, Wolter del Río, Enrique Mazas, Roselló, Zaydín, Ramiro Guerra y Lugo Viña, entre los columnistas más notables”.
Igualmente deviene apasionado orador. El doctor Juan J. Remos, en su artículo La oratoria desde la independencia, nombra a importantes conferencistas cubanos, como Mario García Kohly, José Manuel Cortina, Orestes Ferrara y Merino, Juan Gualberto Gómez, Rafael Guas Inclan, Fernando Ortiz, Emilio Núñez Portuondo, entre otros, y señala: “En la devoción patriótica pocos rindieron una labor tribunicia tan continuada y fervorosa como Gabriel García Galán y Ruy de Lugo Viña”.
Prolífico escritor, entre sus obras sobresalen Los ojos de Argos, de 1915; El tribuno de la Diplomacia, 1923; L' Intermunicipalité Universelle, 1926; y Campana rajada, de 1930.
En el segundo de estos libros citados, redactado mientras cumple el encargo de Comisionado Municipal de la capital de la Mayor de las Antillas en Madrid, exalta la figura del diplomático criollo Mario García Kohly, y llega a afirmar: “He venido a España en misión de propaganda, y, aunque cubano, sólo debo – por motivo de las limitadas atribuciones de mi cargo- hablar en nombre de La Habana. Por eso (...) he de hablar de un cubano, uniendo a mi nombre la denominación del cargo en cuyo carácter aquí me encuentro. Y así cumplo con una doble obligación: la que tengo contraída desde hace ya varios años con mis lectores, a quienes he servido en el plato diario de mi periodismo constante tópicos que resulten de su agrado, y la que debo también a las funciones que desempeño, que no por recientes dejan de merecer toda mi predilecta atención ¡Aunque malhadada es la oportunidad en que realizo tal propósito, porque así el funcionario habrá de callar mucho de lo que no podría dejar de decir el escritor!”. De esta forma se resume la ética que mantiene Ruy entre su labor de periodista y la de político.
Así va el mundo se denomina la revista que en 1934 inaugura en Madrid, la que gana la atención de la sociedad española gracias a sus reportajes sensacionalistas y atractivos.
Asume la presidencia del Consejo Deliberativo de los periodistas cubanos y, el 8 de marzo de 1928, la del Séptimo Congreso de la Prensa Latina.
En el libro Álbum del Cincuentenario de la Asociación de Repórters de La Habana: 1902-1952, aparece el artículo Síntesis Histórica de la Asociación de la Prensa de Cuba, en el que su autor, Ramón Blanco Jiménez, recuerda que: “integraron las primeras directivas de la Asociación de la Prensa de Cuba grandes figuras del periodismo y las letras (...) A esos adalides rodea una verdadera constelación de prestigiosos. Para citar solo a algunos de ellos: Manuel Márquez Sterling, Manuel Serafín Pichardo, Mario García Kohly, Eduardo Dolz, Ruy de Lugo Viña (...) Juan Gualberto Gómez y Gastón Mora y Varona”.
Regresa a Cuba en 1936. Mientras figura como cronista oficial del famoso Vuelo Pro-Faro de Colón, pierde la vida en un doloroso accidente aéreo sobre las cumbres de Cali, Colombia, el 29 de diciembre de 1937. Cuenta al morir solamente con 49 años de edad.
“Una máquina de escribir, mejor aun, los restos de una máquina de escribir que las llamas envolvieron hasta dejarla inservible, despierta la curiosidad de nuestros colegas de la costa del Pacífico. No sin emoción recordamos en su obsequio el gran drama de Cali; la catástrofe en que culminó el gran vuelo de confraternidad Pro-Faro de Colón. La máquina, les decimos por último, perteneció al compañero inolvidable Ruy de Lugo Viña, un gran periodista, un gran espíritu que anhelaba estrechar cada vez más las relaciones entre los pueblos hermanos. Lugo Viña emprendió este viaje que había de terminar trágicamente, llevando muy oculto un oscuro presentimiento. Había luchado durante tanto tiempo para que el proyecto fuese llevado al plano de las realidades. Nunca le abandonaron la fe en el buen éxito de los nobles propósitos, ni el entusiasmo por los empeños difíciles. Los que le vieron partir no pudieron imaginarse que llevaba en el ánimo una extraña mezcla de optimismo y de aprehensión. En Río de Janeiro, como bien dice Manuel Villaverde, acabó por expresar públicamente sus secretas inquietudes en una frase premonitoria: Me veo morir envuelto en llamas”, rememora el doctor Manuel Marsal en el artículo Diálogo en el Museo Periodístico de la Asociación de Repórters de La Habana.
“Su obra fecunda, su gran preocupación por estimular las mejores relaciones y estrechar los lazos de solidaridad humana y democrática entre las ciudades de todas partes del mundo y sus condiciones extraordinarias de buen periodista, le han merecido el homenaje de la más sentida recordación por el municipio de La Habana con la creación del premio periodístico que lleva su nombre”, el cual recompensa “al autor del mejor trabajo publicado cada año sobre un tema libre, de carácter municipal o destinado a promover los lazos que unen a las ciudades de América”, .
Renombrados periodistas obtienen el citado galardón. Baste nombrar a David Aizcorbe Borges, por su artículo Ha servido para unir a los pueblos la música popular de América, publicado en El País el 11 de septiembre de 1943; Carlos Díaz Versón, con En 126 años desde el primer Congreso convocado por Bolívar en 1826, se han celebrado 230 reuniones panamericanas, en el mismo periódico en 1953; Arturo Alfonso Roselló con La Intermunicipalidad, un ideal del Apóstol, en 1948; Eugenio Yániz, con Fue un éxito científico y de acercamiento intercontinental, que sale a la luz en Alerta el 22 de septiembre de 1954; Manuel Camio Jr., con Los municipios: clave en las relaciones humanas, divulgado en Finanzas el 24 de diciembre de 1955; Jesús González Scarpetta, con Bicentenario de un cubano en Colombia, publicado en Bohemia en 1956; y José Aníbal Maestri, con Figuras del urbanismo, en Avance el 5 de diciembre de 1957, y muchas otras reconocidas plumas del periodismo cubano del momento.