Es una de las personalidades más importantes en la historia de la medicina cubana, no sólo por haber sido cirujano eminente, iniciador de numerosas técnicas quirúrgicas en nuestro medio, de haber realizado una destacada labor docente y ser autor de una abundante bibliografía científica, sino también porque cuando la palabra encendida de José Martí llamó a los cubanos a cumplir con su deber en defensa de la patria, entonces naciente, no vaciló en abandonar una cómoda y holgada posición económica y social y arriesgar su brillante futuro en la cirugía cubana, para formar filas en el Ejército Libertador, dar días de gloria a la sanidad militar mambisa y después en la paz, con el mismo espíritu patriótico desempeñar importantes cargos en la sanidad nacional hasta culminar su labor como el más honesto y creador de los Secretarios de Sanidad y Beneficencia y Ministros de Salubridad y Asistencia Social en nuestro período histórico de república liberal burguesa.
Don Emiliano Núñez de Villavicencio y Álvarez, padre del doctor Enrique Núñez, fue uno de los médicos más respetados y queridos de Cuba en su época. Nacido en La Habana el 3 de octubre de 1845, se graduó en nuestra vieja universidad capitalina de licenciado en medicina y cirugía el 25 de mayo de 1867 y de doctor, un año después, el 3 de noviembre de 1868. Casado con Adolfina Palomino, se estableció en el vecino pueblo de Madruga, donde va a nacer su famoso hijo Enrique Bernardo, el 16 de enero de 1872.
El doctor Enrique Núñez demostró, desde sus primeros años de vida, poseer grandes dotes de inteligencia. Antes de cumplir los cinco años comenzó su enseñanza primaria con la educadora Loreto Macía y al arribar a esa edad ya leía perfectamente. En el colegio laico del destacado pedagogo Melitón Pérez, incorporado al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, cursa el resto de la enseñanza primaria y toda la preuniversitaria, para graduarse de bachiller en artes el 27 de septiembre de 1886, a los catorce años de edad, con uno de los mejores expedientes de su promoción y en la rica biblioteca paterna, desde entonces, va a saciar sus grandes ansias de saber.
Por seguir el ejemplo de su padre, que fue siempre su modelo ideal, matricula la carrera de medicina en la Universidad de La Habana, en el curso 1886-1887, para desarrollar una labor de brillantez muy pocas veces lograda, que comprendió en 30 asignaturas, 29 sobresalientes, un notable, 19 premios ordinarios, 3 menciones honoríficas, sobresaliente y premio extraordinario en el grado de licenciado y sobresaliente y premio extraordinario en el grado de doctor. El título de licenciado se le expidió el 27 de junio de 1893 y el de doctor el 7 de septiembre de 1894. La solemne investidura de este último grado se llevó a cabo en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 24 de octubre de 1894, apadrinado por su maestro de siempre, el profesor Gabriel Casuso Roque. Su tesis doctoral constituyó la primera de sus notables monografías, Contribución al estudio del paludismo en el puerperio, La Habana, 1894.
Estos brillantes resultados académicos iban acompañados de una verdaderamente agotadora labor en las salas y salones de cirugía del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, donde su padre lo hizo ingresar como alumno externo desde el segundo año de la carrera, para continuar más tarde como alumno interno y médico honorario adscripto al Servicio de Cirugía. Allí, dirigido por sus dos grandes maestros, los doctores Gabriel Casuso Roque y Francisco Domínguez Roldán, transita por el largo aprendizaje de la cirugía general y ginecológica.
Al terminar el quinto año de la carrera en 1892 asiste al curso práctico de operaciones que impartía el doctor Domínguez Roldán en el propio hospital, en el que se realizaban, con técnicas novedosas, todas las ligaduras, amputaciones y desarticulaciones y se cuenta que al hacer el grado de licenciado, le tocó practicar, ante el tribunal, la ligadura de la arteria femoral en el canal de Hunter. Ante su gran habilidad el presidente del Tribunal, nada menos que el profesor de Anatomía Descriptiva doctor Jorge F. Horstmann y Cantos, hubo de decirle: "eso es nuevo, te lo enseñó el francés", refiriéndose al doctor Domínguez Roldán, que había realizado en París toda su formación médica y quirúrgica.
En sus días de estudiante comenzó el doctor Núñez su numerosísima bibliografía médica. Al terminar el tercer año, en 1889, publica su primer artículo en la revista de estudiantes La Escuela de Medicina, con el título "Apuntes de técnica anatómica". Ya en el cuarto y el quinto años, en la revista El Progreso Médico, que dirigía el doctor Casuso, aparecen sus artículos: "Decolación del húmero por lesión traumática" y "Pénfigo agudo", en este último nos lleva a su conclusión final, después de un minucioso diagnóstico diferencial.
Por la brillantez de sus estudios de medicina, el doctor Enrique Núñez no tuvo nunca que pagar matrícula, ni tampoco por los derechos de sus títulos. Su padre, hombre muy práctico, había guardado todo el dinero que su hijo le había economizado y al terminar la licenciatura pudo entregarle una regular suma, que el estudioso joven invirtió en un provechoso viaje de estudios a los hospitales de New York.
Desde allí, en cumplimiento de un ofrecimiento que había hecho al doctor Casuso, de darle cuenta de todo lo que viera de interés quirúrgico, envía una serie de artículos bajo el título genérico de "Correspondencia desde New York", que aparecen en El Progreso Médico, a partir del número de noviembre de 1893.
En el primero, que titula "Sobre cirugía en los hospitales (de New York)", hace una descripción general de los salones de operaciones y de algunos de los actos quirúrgicos que presencia en el New York Hospital, Mount Sinai Hospital, Roosevelt Hospital, Woman's Hospital y Manhattan Eye and Ear Hospital. En el segundo, "Sobre las operaciones de hernias en los hospitales de New York", habla del furor operatorio que había en aquellos tiempos en los Estados Unidos y que el califica de operomanía y sobre todo de hernio-manía. En el tercero, "Sobre las operaciones de apendicitis en New York", con severo juicio crítico califica de intransigente a los cirujanos norteamericanos que operan todos los pacientes de apendicitis sin confirmar a veces el diagnóstico y sin poner en práctica medios médicos. A éstos les siguen los no menos interesantes: "Sobre la operación de Alexander y la histeropexia en los hospitales de New York", "Sobre la electroterapia en ginecología" y "El Sloane Maternity Hospital de New York".
Desde esta ciudad envía también, como aspirante a miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, su importante estudio "La electricidad en el tratamiento de algunos desórdenes menstruales", en el que recoge su experiencia personal en esa técnica junto al doctor Goelet en New York y que aparece publicado en El Progreso Médico y en Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana (1894).
Atento siempre a lo que se publicaba en la capital de la colonia, polemiza a distancia con el doctor Nicolás Gómez Rosas, quien da a conocer en la Revista de Ciencias Médicas su trabajo "Septicemia antepartum. Microbismo latente" y que el doctor Núñez rebate con dos artículos que titula: "¿Septicemia o Paludismo?" y "Paludismo y no septicemia", que ven la luz en El Progreso Médico.
A su regreso a Cuba comienza su carrera docente al ser nombrado, en 1894, ayudante facultativo de la cátedra de Clínica de Obstetricia y Ginecología, en la Facultad de Medicina y profesor auxiliar de Obstetricia y Ginecología de la Escuela Práctica de Medicina, institución no estatal, fundada por el doctor José Pereda Gálvez en La Habana en 1893. De esta última cátedra era profesor titular el doctor Eusebio Hernández Pérez, la más alta figura de la obstetricia cubana de todos los tiempos, que llegaría a alcanzar, en la última de nuestras guerras independentistas contra España, el grado de general de brigada junto al Generalísimo Máximo Gómez Báez.5
En estos primeros años de ejercicio profesional, va a laborar intensamente el doctor Enrique Núñez como ayudante del doctor Casuso en sus intervenciones quirúrgicas, tanto de la clínica privada de éste, situada en la calle Jesús del Monte, como en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes y en las que hacía el famoso cirujano y ginecólogo en las casas de sus pacientes, que eran muy numerosos, así como médico honorario del Hospital de Mujeres de San Francisco de Paula.
El prestigio científico del joven médico, se va a consolidar aún más cuando el 4 de abril de 1895 ingresa como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, la más antigua de las sociedades médicas cubanas, con su monografía Consideraciones clínicas sobre la seroterapia en la difteria, en la que da por primera vez en Cuba las reglas precisas para la aplicación del suero antidiftérico.
Cuando se sigue con algún detenimiento la vida científica del doctor Enrique Núñez, se puede llegar a pensar que toda ella la ocupaban sus múltiples tareas asistenciales y docentes y la producción de su importante bibliografía, pero nada más alejado de la verdad. El hogar de los Núñez de Villavicencio y Palomino, era un verdadero centro de patriotismo en que se conspiraba activamente por la independencia de Cuba, como lo eran también el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, bajo la dirección de don Emiliano, la clínica privada del doctor Casuso y la Escuela Práctica de Medicina de La Habana, de la que casi la totalidad de sus profesores salieron para la guerra y para el exilio revolucionario.
Al ser detenido y deportado el doctor José A. González Lanuza, que era jefe de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano en La Habana, fue nombrado en el cargo don Emiliano Núñez de Villavicencio, quien poco tiempo después, cuando se encontraba despachando en la dirección del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, fue detenido por un grupo de militares españoles el 11 de febrero de 1897 y el Capitán General de la Isla, rápidamente, dispuso su deportación a las cárceles de la Isla Fernando Poo, África Ecuatorial, para cuyo destino fue enviado en el vapor Buenos Aires, el 28 de febrero del mismo año.
De sus hijos, Federico se había marchado ya para la guerra donde alcanzaría el grado de comandante y Enrique, que había hecho un viaje a los Estados Unidos en 1895 con fines revolucionarios, se marchó de Cuba definitivamente a finales de 1896 y salió de San Salvador, Bahamas, en los primeros días de marzo de 1897, en la expedición del vapor Laurada, comandada por el mayor general Carlos Roloff Mialofsky y el general de brigada Joaquín Castillo Duany, conocida en nuestra historia como "La expedición grande de Roloff", la cual llegó a las costas de Cuba por Manopilón, estero de Júcaro, Banes, norte de Oriente, el 14 de marzo de 1897.7
Ya en los campos insurrectos fue incorporado con el grado de comandante al Estado Mayor del Lugarteniente General Calixto García Íñiguez, quien lo nombró Jefe de Sanidad Militar del 2do. Cuerpo de Ejército. A las órdenes de su inmortal jefe, participa en todas las acciones de guerra importantes que se realizan, después de su llegada, en las provincias de Oriente y Camagüey. En la batalla de Las Tunas, una de las más sangrientas de la guerra, en que fue gravemente herido su jefe inmediato, el entonces general de brigada Mario García Menocal Deop, le realiza una rápida intervención quirúrgica que le salva la vida; sus efectivos cuidados durante la convalecencia, lo devuelve muy pronto a las filas insurrectas. Por su actuación destacada, el Lugarteniente General Calixto García lo propone para el grado de teniente coronel, con fecha 1ro de diciembre del propio año 1897.
Repuesto de sus heridas, el general García Menocal es destinado a mandar un contingente invasor que deberá dirigirse a las provincias occidentales y hacerse cargo, dicho militar, del mando del 5º. Cuerpo de Ejército. Como médico de su Estado Mayor, el teniente coronel Enrique Núñez, pasa la Trocha de Júcaro a Morón el 9 de julio de 1898 y hace toda la última campaña de occidente, para terminar la guerra bajo el mando de dicho jefe y alcanzar el grado de coronel de sanidad.
Pero lo importante de la actuación en campaña del doctor Núñez es haber llevado, junto con su maestro el profesor Francisco Domínguez Roldán, también coronel de sanidad del Ejército Libertador de Cuba, una calidad hasta entonces no soñada a la cirugía de campaña en nuestras guerras independentistas.
El Ejército Libertador de Cuba, en la última de sus guerras contra España, pudo contar con tres de las más grandes figuras de la cirugía cubana de todos los tiempos, cuando ellos se encontraban en el pináculo de sus facultades quirúrgicas, los doctores Francisco Domínguez Roldán y Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino en las primeras filas del combate, así como en los hospitales de campaña y en la retaguardia de los Estados Unidos, para intervenir o reintervenir a los que de manera casi increíble se le hacía llegar, el doctor Raimundo García Menocal y García Menocal, figura mayor de nuestra cirugía.
Al propio doctor Enrique Núñez debemos valiosos testimonios de lo que fue esta difícil labor científica. El 16 de abril de 1899, todavía con el polvo de los combates impregnándole la piel, lee ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana su trabajo "Consideraciones sobre la intervención quirúrgica en las heridas producidas por armas de fuego", estudio de un valor histórico-médico incalculable basado en las anotaciones de las hojas clínicas cuidadosamente conservadas por él, de los 334 casos que intervino quirúrgicamente en la guerra y el cual dedica, profundamente emocionado, "A la memoria de los médicos cubanos muertos en campaña". Este trabajo fue publicado en "Archivos de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana" (1899) y muchos años después reproducido en Cuadernos de Historia de la Salud Pública No. 38 (1968).
En el III Congreso Médico Panamericano, celebrado en La Habana en febrero de 1901, presenta otros dos trabajos que complementan el ya citado, uno leído en la sesión de 6 de febrero con el título "Notas sobre los traumatismos óseos observados en la campaña de Cuba", publicado en la Revista de la Asociación Médico-Farmacéutica (1901) y otro en la sesión de 4 de febrero, titulado "Manera de aplicar la compresión elástica para obtener la hemostasis provisional en las intervenciones sobre el hombro", en el que da a conocer un procedimiento suyo, usado en campaña, que publicó en El Progreso Médico (1901).
Terminada la guerra, el gobierno de los Estados Unidos no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas y sólo aceptó dialogar con la Jefatura del Ejército Libertador. La parte cubana acordó entonces elegir una Asamblea de Representantes del Ejército Libertador que representara los intereses nacionales en esta difícil situación, creada por las ambiciones expansionistas de un país extranjero que se nos presentó, primero, como desinteresado aliado en la guerra y se tornaba repentinamente, después, como un voraz enemigo de nuestra independencia.
Para integrar la Asamblea debían elegirse los delegados entre las personalidades de la Revolución cuyo talento, patriotismo y honestidad estuvieran fuera de cualquier duda y los miembros del 5º. Cuerpo de Ejército no tuvieron que meditarlo mucho para elegir como uno de sus representantes al doctor Enrique Núñez. El 24 de octubre de 1898, al constituirse la mesa de edad, se nombró como presidente al Lugarteniente General Calixto García, el miembro de mayor edad y como secretarios a los doctores Enrique Núñez y José Nicolás Ferrer y Mena, ambos médicos y los miembros más jóvenes.
En el seno de la Asamblea, que sesionó primero en Santa Cruz del Sur y más tarde en Marianao y el Cerro, el doctor Núñez va a realizar, como todos esperaban, una viril actuación a favor de los intereses nacionales frente a los enemigos de la patria, durante la corta pero borrascosa vida del organismo revolucionario. Unos días antes de celebrarse la tristemente célebre sesión en que fue destituido de sus cargos el Generalísimo Máximo Gómez, renunciaba su puesto en la Asamblea el doctor Núñez, el 9 de marzo de 1899, en desacuerdo con el rumbo que tomaban los acontecimientos, exaltadas las peores pasiones y se retiraba temporalmente de la vida pública, para reintegrarse nuevamente a sus pacientes y a sus tareas científicas.
De vuelta a las salas Santa Magdalena y San Felipe, en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, su labor será tan brillante que inscribe para siempre su nombre entre los grandes de la cirugía cubana de todos los tiempos.
Al ponerse en vigor un nuevo plan de estudios en la totalidad de las carreras de la Universidad de La Habana, conocido como Plan Lanuza, por haber sido su inspirador el entonces Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y jurisconsulto, eminente, doctor José A. González Lanuza, por indicación de su maestro, el doctor Gabriel Casuso, es nombrado el doctor Enrique Núñez, catedrático titular de Patología Quirúrgica el 30 de diciembre de 1899 y toma posesión el 1 de enero de 1900.
Al frente de esta asignatura imparte el curso 1899-1900, pero al ponerse en vigor, por Orden Militar No. 266 de 30 de junio de 1900, el segundo plan de estudios después del cese de la dominación española, verdadera reforma integral de la enseñanza superior y media en Cuba, conocido como Plan Varona, por haberlo orientado y estructurado el insigne filósofo positivista cubano, doctor Enrique José Varona y Pera, entonces Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, la asignatura Patología Quirúrgica pasa a formar una sola cátedra con Ginecología y su clínica, bajo la titularia del doctor Gabriel Casuso y se saca a oposición la plaza de profesor auxiliar, la que obtiene el doctor Enrique Núñez, en unos ejercicios en que dio muestras de sus profundos conocimientos y fue muy comentada su exposición oral acerca de los diferentes procederes de histeropexia.
Como esta cátedra tenía dos asignaturas y un sólo profesor auxiliar, fue creada una segunda plaza de dicha categoría en diciembre de 1901, la que obtuvo también en muy brillantes oposiciones otra gran figura de la cirugía cubana, el doctor Enrique Fortún André. Contaba entonces la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana con los mejores cirujanos cubanos, en el desempeño de sus cátedras: en la de Anatomía Descriptiva, los doctores José Varela Zequeira y José A. Presno Bastiony; en la de Anatomía Topográfica, el doctor Francisco Domínguez Roldán; en la de Patología Quirúrgica y Ginecología con su clínica, los doctores Gabriel Casuso Roque, Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino y Enrique Fortún André y en la de Clínica Quirúrgica, el doctor Raimundo García Menocal y García Menocal. La Escuela Cubana de Cirugía sentaría pautas desde entonces en la cirugía del continente.
Junto a su cátedra en la Facultad de Medicina desempeñaba el doctor Núñez otra, muy querida por él, de Ginecología, en la Escuela de Enfermeras del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, desde su fundación en agosto de 1899, para la que publicó un pequeño libro de texto, Nociones de Ginecología, Imp. Rambla y Bouza, La Habana, 1901, en el que recoge sus conferencias en dicha escuela y fue él, entre todos los profesores, el escogido para pronunciar el discurso central en la graduación de las primeras enfermeras cubanas en 1902.
Para su asignatura de Ginecología, en la Facultad de Medicina, no escribió texto alguno, pero tradujo del francés el libro que por muchos años fue texto en Cuba y en otros países de habla hispana, en su traducción, publicada por la Editorial Espasa de Barcelona (1904). La edición española del Manual de Ginecología del doctor André Boursier, profesor de Clínica Ginecológica de la Facultad de Medicina de Burdeos, volumen de 927 páginas, con 286 grabados intercalados en el texto, no es sólo una gran labor de traducción del doctor Enrique Núñez, sino que a él le agregó, enriqueciéndolo, además de un esclarecedor prólogo, muy valiosas notas a pie de páginas y un capítulo original sobre "Técnica ginecológica", de 68 páginas, en la primera parte de la obra. La segunda edición española de este libro, ampliada a 944 páginas y publicada igualmente por la Editorial Espasa, estuvo también a cargo del doctor Núñez.
De su época de profesor nos ha dejado el doctor Luis F. Rodríguez Molina, fundador de la cátedra de Enfermedades de las Vías Urinarias con su clínica, su discípulo y amigo, un interesante testimonio:
"Conocimos a Núñez cuando llegaba de la revolución con su grado de coronel y no lo oímos hablar más de la guerra, sino cuando en sus clases de Patología Quirúrgica nos hablaba de los aparatos de fractura que improvisaba con lomos de yaguas, y de sus métodos de tratamiento en campaña [...] Hombre corpulento, de continente agradable, que predisponía en su favor, de cara sonriente y sonrosada, de mirada penetrante. Cuando hablaba lo hacía en voz baja, y después quedaba mirando fijamente a la persona que le oía, como queriendo observar el efecto que habían hecho sus palabras. De andar pausado, contrastaba con la actividad que imprimía en todo lo que ponía su mano. De una fácil comprensión, temible en la polémica, rápido en la riposta, manejaba la ironía con una habilidad sin igual. Al explicar en clase hablaba rápidamente, como si su palabra se empeñase inútilmente en seguir el curso vertiginoso de su imaginación [...] Dotado de una gran memoria, se le veía con asombro hacer citas extensas de fechas y de autores con gran facilidad
[...] Escribía mejor que hablaba".
El doctor José A. López del Valle, gran sanitarista y profesor titular de Higiene y Legislación Sanitaria, nos dejó también otro interesante testimonio como docente:
"Era todo un profesor. Tenía vocación decidida por la enseñanza, facilidad de palabras, belleza en la exposición de las ideas y una gran cultura médica. Médico y pedagogo valioso, analizaba el valor intelectual de sus alumnos y aquilataba, con espíritu justo, los méritos de cada uno de ellos. Llegó a formar escuela y sus antiguos discípulos recuerdan con amor, al maestro afable y cariñoso, que se esforzaba por inculcarles sus conocimientos y que si en las horas de exámenes era inflexible, procedía con la mayor justicia".
Junto a su labor docente su actividad quirúrgica es verdaderamente deslumbrante e incansable. El mismo se ha encargado en sus trabajos de darla a conocer, en estudios estadísticos, sobre todo en estos primeros años después de la guerra. En "Operaciones realizadas durante el año 1900" (1901) analiza 254 operaciones de cirugía general y ginecología practicadas por él, con 7 fallecidos. En "Operaciones practicadas durante el año 1901" (1902) comenta 425 intervenciones con 6 defunciones. Otros ejemplos lo constituyen sus artículos: "Reflexiones sobre 97 laparotomías practicadas durante el año 1902" (1903), "Elección de un proceder quirúrgico en las supuraciones pelvianas de la mujer" (1903) con 218 observaciones y "Ciento cuarenta laparotomías practicadas durante el año 1903" (1904).
El erudito doctor Jorge Le Roy y Cassá, al comentar en la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana el trabajo presentado por el doctor Enrique Núñez, en su sesión de 21 de abril de 1904, con el título de "Un caso de extirpación total de la vejiga", expone:
"No es la primera vez que el doctor Núñez nos ofrece la oportunidad de aplaudir las primicias de grandes operaciones por él realizadas en Cuba.
Su nombre va unido a la primera Sinfisiotomía, cuya observación publicó con el doctor Casariego. Las inyecciones intrarraquídeas de cocaína. La ligadura del tronco braquio-cefálico. Resección bilateral del ganglio superior del simpático cervical. La modificación del plegamento intra-abdominal de los ligamentos redondos.
Operaciones conservadoras en dos casos de inversión uterina. Enucleación de Fibromas. Implantación del uréter en la vejiga y de ambos en el recto. Un caso de ano vaginal tratado por la laparotomía".
Estas prioridades del doctor Enrique Núñez están recogidas en sus trabajos: "Primera sinfisiotomía practicada en Cuba" (1896), en colaboración con el doctor José Casariego y Landa; "Resultados analgésicos de las inyecciones intrarraquideas de cocaína" (1901); "Un caso de ligadura del tronco braquio-cefálico por aneurisma de la carótida primitiva" (1901); "Un caso de bocio exoftálmico tratado por la resección bilateral del ganglio superior del simpático cervical" (1902); "Un proceder de acortamiento intra-abdominal de los ligamentos redondos con suspensión del útero" (1900); "Un caso de inversión uterina" (1903); "Un caso de inversión uterina. Reducción por laparotomía y sección posterior del anillo de inversión" (1903); "Un caso de tumor fibroso intersticial del útero" (1902); "Fístula urétero-vaginal. Laparatomía útero-cisto-nefrostomía, por la vía abdominal. Curación" (1904) y "Un caso de ano-colo-vaginal. Laparotomía, sutura, curación" (1901).
A estas prioridades habría que agregar otras dos, según el profesor Rodríguez Molina, reportadas por el doctor Núñez en sus trabajos: "Tres esplenectomías por hipertrofia y ectopia del bazo" (1900), que son después de la realizada por el doctor Ignacio Plasencia y Lizaso, las primeras reportadas en Cuba, dos practicadas por el doctor Núñez y una por el doctor Gabriel Casuso y "Prostatectomía transvesical. Curación" (1904), en que da cuenta de la primera practicada en el país.
En 1905 alcanza el premio Presidente Gutiérrez de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el más importante de las ciencias en Cuba en la época, con la monografía La cirugía de las manifestaciones filariásicas, tema en el que era un verdadero maestro y que el propio año publicó en folleto de 97 páginas, ilustrado con 50 figuras originales.
Ese triunfo lo lleva a ser electo académico de número de la institución el 13 de julio de 1906 y su trabajo de ingreso, que presenta en la sesión del 29 de mayo de 1907, titulado "Contribución personal a la cirugía conservadora de los ovarios", mereció grandes elogios de otra figura mayor de la cirugía cubana, el doctor Gustavo G. Duplessis y Aizpurua, que tuvo a su cargo el discurso de contestación. En esta monografía habla de la historia de la cirugía ginecológica desde 1790 y analiza 120 pacientes intervenidos quirúrgicamente por él.
En 1906 hace un viaje de estudios a París para actualizarse en las técnicas de cirugía urológica con el inmortal Maestro de la Urología francesa, nacido en Cuba y de profundos sentimientos patrióticos, profesor Joaquín Albarrán Domínguez, quien al ver operar al doctor Núñez, le escribe lleno de entusiasmo a su hermano Pedro, urólogo notable, fundador del Servicio de Vías Urinarias del Hospital Nacional Número Uno (nuestro actual Hospital Clínico Quirúrgico Docente General Calixto García) y lo califica de "cirujano de gran valor".4
Del resto de su obra científica, que alcanza algo más de medio centenar de importantes artículos, sólo citaremos los más destacados por su originalidad: "El ictiol en el tratamiento de la psoriasis" (1894); "Valor de la colpotomía posterior y el drenaje en las inflamaciones pelvianas" (1900); "Tratamiento operatorio de las infecciones periuterinas" (1900); "Cáncer de la matriz extendido a la vagina. Laparo-histerectomía con resección de paredes vaginales. Curación" (1901); "Un proceder de sutura para la laparotomía mediana" (1901); "Observaciones personales sobre el tratamiento de las supuraciones para y periuterinas" (1902); "Contribución al tratamiento de la peritonitis supurada difusa" (1902); "Tratamiento quirúrgico del cáncer uterino" (1903); "La parauretritis blenorrágica en la mujer. Su tratamiento quirúrgico" (1905); "La curabilidad del cáncer" (1908); "Empleo del suero antiestresptococcico en las metrorragias" (1910) y "Abocamiento de los uréteres en el recto por destrucción obstétrica de la vejiga y la uretra"(1910).13
A la historia de la cirugía de Cuba va a dedicar, además de los citados sobre la cirugía en la guerra de independencia, dos importantes trabajos: "La evolución de la cirugía en Cuba" (1905), en el que destaca los hechos y las personalidades más importantes de la rama de las ciencias médicas en el país y se lamenta de que, por la indiferencia de algunos, no se recogieran en trabajos científicos muchas de las observaciones y hallazgos que aportaba el crecido número de pacientes que diariamente se operaban en nuestros hospitales y clínicas y "La cirugía abdominal en 1889" (1916), que fue el último artículo científico que salió de su pluma.
Era tanto su prestigio como cirujano, que para atender mejor su clientela particular, que cada vez era mayor, fundó en 1904 una clínica ginecológica privada, de 10 camas, en la calle San Lázaro No. 400 y por su gran éxito se asoció con el doctor Alberto Sánchez de Bustamante y Sirven, eminente profesor de Obstetricia, para fundar la famosa clínica Núñez-Bustamante, una de las más importantes de su época, en la que colaboraron médicos tan destacados como los doctores Nicolás Gómez de Rosas Entenza y Natalio Ruiloba Dowling.
En 1910 fundó y dirigió hasta su muerte la revista La Prensa Médica, donde va a convertirse en un defensor tenaz de los intereses del gremio médico y abogar por la creación de un colegio médico nacional.
Cuando el doctor Enrique Núñez fue nombrado Secretario de Sanidad y Beneficencia, el más alto puesto de la salud pública cubana de la época, muchos de sus contemporáneos lo consideraron como un verdadero improvisado en el cargo y vaticinaron su fracaso.
Sin embargo, el doctor Núñez, si no era un consumado sanitarista, no había estado nunca ajeno a los grandes problemas de la salud pública cubana. Uno de sus primeros trabajos publicados, "La mortalidad producida por tétanos infantil en La Habana" (1894), así lo demuestra. Quizás por esa preocupación suya, es que acepta ser uno de los cien médicos nombrados por el gobierno de la primera intervención norteamericana para constituir el nuevo Departamento de Sanidad y desempeña por breve tiempo la plaza de Inspector de Distrito.
Pocos meses después, pasa a la recién creada Sección de Higiene Especial, en que por su naturaleza y fines médico-sociales, encontró en ella un amplio campo a sus inquietudes. Con sus dotes de observador profundo, realizó un valioso estudio sobre la prostitución en nuestro medio que comprendía, causas, efectos, desenvolvimiento y peligros, el que elevó a la dirección del Departamento con muy buena acogida. Más tarde, fue nombrado presidente de la ya Comisión de Higiene Especial, desde la cual desarrolló provechosas iniciativas y demostró siempre, como características personales en el cargo, una gran energía de carácter y honradez acrisolada. Además como vocal de las Juntas Superior, primero y Nacional de Sanidad, después, contribuyó con su experiencia y su talento a la organización de la salud pública cubana y a la nacionalización de los servicios sanitarios de la república.
Por todo ello, cuando el 20 de mayo de 1913 el Presidente de la República mayor general Mario García Menocal, su jefe inmediato en la Guerra de Independencia, lo nombra Secretario de Sanidad y Beneficencia, el doctor Enrique Núñez es un maduro hombre de ciencias, que conoce los grandes problemas sanitarios del país y que tiene criterios concretos de cómo éstos se podían resolver.
Desde un principio prestó atención preferente a todo lo relacionado con la protección y amparo de la niñez desvalida, para lo cual fueron creadas numerosas creches y los servicios de Higiene Infantil, Vigilancia Sanitaria de Abasto de Leche, de Enfermeras de Visitas a Domicilio y la Colonia de Defensa Sanitaria Infantil. Con la experiencia ganada en esta última institución se estableció más tarde el Preventorio Martí, destinada a prestar asistencia a los niños pretuberculosos. Su muerte dejó truncos sus proyectos sobre el mayor cuidado a la protección de la mujer embarazada y del niño recién nacido.
Acometió con brío y decisión el magno problema de remediar los males de la explotación de la prostitución. Se consagró al saneamiento de los bienes de la atención hospitalaria, por lo que libró rudas batallas en defensa de los ingresos de los hospitales y asilos y trató de obtener para esas instituciones las mayores ventajas y presupuestos.
Sin lugar a dudas su mayor preocupación fue por el desarrollo en extensión de la asistencia hospitalaria y en general de la beneficencia en Cuba, para lo cual acometió el proyecto más ambicioso, en este sentido, de todo el período de república liberal burguesa y que consistiría, entre otros, en la transformación del viejo Hospital Número Uno en moderno Hospital Nacional General Calixto García; la construcción de un hospital de niños de 250 camas; uno antituberculoso de 400 camas; un psiquiátrico de 400 camas en cada capital de provincia; un asilo nacional de ancianos de 400 camas y la ampliación de su querido Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, también en 400 camas.
Su gran obra en piedra, según frase feliz del doctor José A. López del Valle, lo fue sin duda alguna la construcción del Hospital Nacional General Calixto García, como parte del proyecto de desarrollo de la atención hospitalaria en el país.
Para dar comienzo a empresa de tal magnitud encomendó al doctor Manuel F. Alfonso Seijas, general de brigada del Ejército Libertador y en esos momentos Jefe de Despacho de la Dirección Nacional de Beneficencia, que redactara un informe sobre el estado de los hospitales en la isla, lo que realizó el competente funcionario, con el título de "La Beneficencia en Cuba" y lo presentó al doctor Núñez el 30 de abril de 1914.
En lo referente al Hospital Número Uno, al informar sobre las condiciones de la institución escribía:
"En su estado actual, el Hospital si bien permite utilizarlo con grandes trabajos, carece en absoluto de condiciones para el fin a que se dedica (...Los pabellones) todos de madera, unidos por corredores del mismo material, viejo y carcomido, con servicios tan detestables, que han obligado a la Jefatura Local de Sanidad a ordenar su clausura, la cual no se ha verificado, a causa de la imposibilidad de dar albergue en otro establecimiento análogo, a los centenares de enfermos que hoy, más o menos mal, son allí atendidos".15
Ese mismo año, el doctor Enrique Núñez acometió la tarea de sustituir los viejos pabellones de madera por 18 sólidas edificaciones de mampostería. Con el concurso de los arquitectos de la Secretaría de Obras Públicas, concibió y planificó personalmente los trabajos de los nuevos pabellones, los que distribuyó por especialidades, y propuso a la Junta Nacional de Beneficencia, que los aprobó por unanimidad, los nombres de dichas edificaciones así como los de sus salas. Su prematura muerte le impidió ver terminada su gran obra, pero cumpliéndose su voluntad, en junio de 1917, se le cambió el nombre a la institución por el de Hospital Nacional General Calixto García, en homenaje al inmortal héroe de nuestras tres guerras independentistas contra España y su jefe en la última de dichas contiendas bélicas.
Tres años más tarde, en el mayor de los pabellones construidos, se inauguraba el 17 de mayo de 1920, como unidad independiente, el Hospital de Maternidad e Infancia Dr. Enrique Núñez, actual servicio de ortopedia y traumatología. El propio día se develó frente a dicha unidad hospitalaria la hermosa estatua del doctor Núñez, obra del escultor italiano Luisi, esculpida a propuesta de su inconsolable maestro, el doctor Gabriel Casuso, entonces Rector de la Universidad de La Habana, la que años más tarde se trasladó al frente del pabellón de los salones centrales de cirugía Raimundo García Menocal y hoy se encuentra situada a un costado del antiguo pabellón Borges, actual Centro Iberolatinoamericano de Evaluación y Tratamiento de la Tercera Edad.
Agotado por la labor que desempeñaba como Secretario de Sanidad y Beneficencia, decide tomar unos días de descanso en la ciudad de New York. Allí sufre un accidente automovilístico, en el que se lesiona una pierna, con pronóstico menos grave. Por causa de su antigua diabetes, se le produce un absceso en la herida, intervenido quirúrgicamente da paso a nuevas complicaciones, las cuales, ante la consternación de todos sus compatriotas, le produce la muerte el 15 de septiembre de 1916.
Trasladado a La Habana en el crucero patria, de la Marina de Guerra Nacional, fue enterrado con honores de coronel del Ejército Libertador muerto en campaña, el 21 de septiembre de 1916, en una de las más sentidas manifestaciones de dolor popular que se recuerda en la capital.
El presidente de la república, mayor general Mario García Menocal, en carta pública dada a conocer en la prensa escribió:
"Conocía íntimamente a Enrique. En la guerra y en la paz, nos unieron vínculos de acendrado afecto. Fuimos además colaboradores en difíciles empeños. Su muerte me tiene profundamente impresionado.
En mi concepto, Cuba ha perdido uno de sus grandes hijos. El pueblo entero esta evidenciando su dolor. Y en medio de la desgracia, me alienta un tanto, la máxima manifestación de tristeza de todos los cubanos, conscientes de lo que pierde la patria.
Aunque hizo mucho, Enrique prometía más. Profesionalmente era una reputación y como ciudadano, una fundada esperanza para la patria".18
El ilustre sanitarista, profesor José A. López del Valle, cerraba su artículo necrológico en la revista Asclepios con estas hermosas y sentidas palabras:
"Sequemos nuestras lágrimas. Levantemos el corazón y tratemos de seguir, para bien de la patria y de la ciencia, el alto ejemplo que nos legara ese compatriota, de sus nobles acciones, de sus desvelos y trabajos y de su devoción en el cumplimiento del deber".
Fuente: Cuadernos de Historia de la Salud Pública