Ensayista, crítica literaria, notable profesora de literaturas hispánicas. Por su amplio trabajo como promotora de la cultura nacional, se le considera una intelectual cubana.
Nació el 9 de abril de 1894 en Santo Domingo, República Dominicana. Sus padres fueron los prominentes intelectuales Francisco Henríquez y Carvajal, médico, educador y político relevante, quien llegó a presidir su país en 1916 y fue derrocado por la intervención norteamericana; y Salomé Ureña de Henríquez, valiosa poetisa y precursora de la educación femenina. Era la hermana menor de Francisco Noel, Pedro y Max Henríquez Ureña, estos últimos notables investigadores, ensayistas, críticos y profesores de literatura hispanoamericana. Su tío, Federico Henríquez y Carvajal, fue el gran amigo de José Martí, a quien este le dirigiera su famoso testamento político del 25 de marzo de 1895. Su hermano Pedro, diez años mayor que Camila, ejerció una notable influencia en la formación intelectual de la hermana.
El 10 de agosto de 1904, con apenas diez años, llegó Camila a Cuba junto con su familia y continuó sus estudios primarios en la Escuela Modelo de Santiago de Cuba. El padre se ocupó directamente de guiar su instrucción. Según contaba la propia Camila, él mismo le enseñó los rudimentos del idioma francés que luego perfeccionaría.
En La Habana cursó estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, y tras su ingreso a la Universidad de La Habana, alcanzó los grados de Doctora en Pedagogía y en Filosofía y Letras. “Las ideas pedagógicas de Hostos” fue su tesis para obtener el título en Pedagogía. Camila Henríquez Ureña terminó en 1917, con veintidós años, su doctorado en Filosofía y Letras. La exposición de su tesis de Filosofía, "Francisco de Rioja: su verdadera significación en la lírica española" la realizó el 7 de febrero de 1917 y fue calificada como "sobresaliente”. Muchos años después, el 21 de diciembre de 1970, radicada definitivamente en Cuba, fue reconocida como Profesora Emérita de este centro de altos estudios.
En 1916 viajó a los Estados Unidos para continuar sus estudios, y en junio de 1920 obtuvo un “Master of Arts” de la Universidad de Minnesota, tomó cursos de ampliación en la Universidad de Middlebury y en Vassar College. En 1921 regresó a Cuba y residió en Santiago de Cuba donde fue profesora en academias particulares. En 1932 se trasladó a Francia y cursó estudios en La Sorbona. Dos años después obtuvo una Cátedra en la Escuela Normal de Maestros de Oriente, en Santiago de Cuba.
En la década del treinta, Camila Henríquez Ureña se involucró de lleno en las luchas feministas. En 1935 colaboró con la organización “Unión Nacional de Mujeres”, y en 1936 fue electa para una vicepresidencia de dicha corporación. Bajo su gestión se organizó el III Congreso Nacional de Mujeres en Cuba, que habría de celebrarse en abril de 1939. Entre las actividades de auspicio del Congreso, Camila ofreció en el Lyceum, el 9 de marzo de 1939, sus ya famosas palabras sobre “La mujer y la cultura”, de iluminada anticipación e inquietante vigencia. También pronunció el discurso de apertura del Primer Congreso Nacional Femenino en La Habana, el 18 de abril de 1939. Su combativa e interiorizada postura feminista, fundamentada en conceptos más generales de la problemática de la especie humana, son relacionados con perspicacia en su discurso al Congreso donde describe que la característica de la mujer consciente de ese entonces era “la universalidad de la intención y el respeto a la individualidad” y que el feminismo cubano es “la demostración del grado de desarrollo que entre nosotras ha alcanzado la conciencia de la libertad".
En 1936 se radicó durante seis años en La Habana. En ese período, presidió la sociedad femenina Lyceum, donde desplegó una intensa labor cultural y social. Allí, en Calzada y 8, se reunían las liceístas, y de hecho buena parte de la vanguardia artística e intelectual que residía o transitaba por Cuba. El objetivo de esta sociedad era elevar el espíritu de la mujer a partir de actividades de orden cultural, social y deportivo. Su revista tenía una periodicidad trimestral y en ella se publicaban, entre muchos materiales de tipo cultural, benéfico y social, las conferencias impartidas en sus salones. Una de sus primeras directoras fue la propia Camila Henríquez Ureña.
Fue también laboriosa colaboradora de una de las aventuras culturales más ricas de la primera mitad del siglo XX en Cuba: la Institución Hispanocubana de Cultura (IHC), fundada por Fernando Ortiz, y que contaba con intelectuales de la talla de Juan Marinello. Apoyada fundamentalmente en la realización de conferencias, durante sus dos etapas (1926-1932 y 1936-1947), la Institución Hispanocubana de Cultura realizó una variadísima y desprejuiciada gestión intelectual, dentro del pensamiento más progresista y avanzado de su época, tiempos por demás complejos no sólo dentro del acontecer histórico cubano, sino también en el plano internacional. La divisa de su emblema advierte que ha de irse “Plus ultra”, o sea más allá. De amplio registro, esta Institución previó tempranamente la gravedad de marginar a la mujer, de impedirle su plena incorporación a la cultura, y sin rodeos ni paternalismos incorporó desde sus inicios la conciencia de la igualdad intelectual de mujeres y hombres. María Zambrano, Mirta Aguirre, Gabriela Mistral y, por supuesto, Camila Henríquez Ureña, entre otras destacadas intelectuales, impartieron durante esta segunda etapa de la Institución Hispanocubana de Cultura, variadas conferencias, de temas literarios y de carácter político y social. El 25 de julio de 1939, Camila ofreció sus ideas sobre la mujer en una disertación sobre “El feminismo” que despertó el interés, e incluso los comentarios elogiosos de su hermano Pedro. Allí habló sobre la necesidad de la independencia social y sexual de la mujer, así como de la necesidad de su época de romper barreras y prejuicios en torno a la condición femenina.
También en 1936 compiló con Juan Ramón Jiménez y José María Chacón y Calvo, la antologíaLa Poesía en Cuba en 1936, de enorme trascendencia en la historia de este género en Cuba.
En 1941 asistió como delegada a la conferencia de la “General Federation of University Women” (“Federación internacional de mujeres universitarias”), en los Estados Unidos. Pasó la mayor parte del tiempo en los próximos veinte años a partir de 1942 en este país, donde ocupó cátedras en Vassar Collage, y ofreció cursos en la Universidad de Middlebury y en el Center Collagede Kentucky. En Vassar College llegó a ser “Chairman” del Departamento de Español.
Durante un año sabático, de 1946 a 1947, trabajó como editor-consejero en la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica (FCE), en México. En 1958 realizó viajes por España, Francia e Italia, regresó a Estados Unidos y obtuvo su jubilación profesional.
Su valía intelectual y pedagógica la consagró como conferencista en universidades e instituciones culturales de los Estados Unidos y varios países de América Latina, como Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y México.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, retornó a la Isla para incorporarse a la recién creada Escuela de Letras y de Arte de la Universidad de La Habana, como profesora de literatura del Departamento de Lengua y Literaturas Hispánicas, donde permaneció desde 1962 hasta su fallecimiento. En este centro, colaboró en la formación de promociones de jóvenes que hoy integran claustros universitarios, dirigen instituciones culturales o son escritores reconocidos.
Entre 1960 y 1962, prestó servicios en el Ministerio de Educación como asesora técnica, fue miembro de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO y vicepresidenta del Pen Club de Cuba.
Publicó sus trabajos literarios en Revista de Instrucción Pública, Ultra, Archipiélago, Revista Bimestre Cubana, Grafos, Isla, Revista Lyceum, Revista de la Biblioteca Nacional, Universidad de La Habana, la Gaceta de Cuba, Casa de las Américas. Entre sus prólogos se destaca su «Introducción. Goethe dramaturgo», en el Fausto (La Habana, Instituto cubano del Libro, 1973). En términos generales, durante sus últimos once años de permanencia en Cuba, Camila Henríquez Ureña participó de manera relevante en el movimiento cultural y pedagógico cubano.
Falleció en la República Dominicana, durante una visita familiar, el 12 de septiembre de 1973.