Cantante cubana venerada y popular de boleros y de baladas románticas. La "Señora Sentimiento" como se le conociera en vida, ha sido la mejor cantante del movimiento Filin (feeling) que tuvo Cuba.
Elena vivió para cantar, desde sus tiempos iniciales cuando era una niña y visitaba a los muchachos del filin en el Callejón de Hamel. Desde entonces fue vehículo interpretativo de todos los géneros y de todos los autores, cubanos o no. De niña cantaba tangos, rumbitas, guarachas y sones... se volvía loca cantando aquello y la gente se embullaba. Iba a escuchar música a la casa de Angelito Díaz, donde se reunían César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Justo Fuentes, Pablo Reyes, Armando Peñalver y otros. Lo más gracioso es que todos eran hombres y ella, metida entre ellos.
Sus inicios profesionales los tuvo como vocalista de la orquesta de la emisora Mil Diez, dirigida por los maestros Adolfo Guzmán y Enrique González Mantici en los años 40. De ahí, su paso lo vieron varias agrupaciones vocales hasta llegar Dámaso Pérez Prado y convertirse en su primer pianista acompañante.
Más tarde ingresó como figura central en los espectáculos que se realizaban en el Teatro Fausto y el Tropicana de Cuba. Elena, quien había bailado con Litico en el Tropicana y, también, integró un espectáculo cubano en Jamaica, demostrando sus dones danzarios para satisfacer el apetito de un público anhelante de rumbas, guarachas y sones cubanos, evocaba aquellos momentos con gracia y picardía: "Me gusta bailar, me gusta cantar... me gusta la música. Qué quieren, ¡así soy yo!"
La primera incursión de Elena Burke en el mundo de la canción fue en un concurso de radio. Su primer contacto con la música, fue a través del tango, particularmente Caminito, que cantó en 1940 en la radioemisora CMC. A partir de entonces su trayectoria crece hasta convertirse en una de las artistas más queridas por el pueblo cubano. En 1943, se presentó en La Corte Suprema del Arte, de CMQ Radio, donde ganó premio en unión de Rosita Fornés y Miguel Ángel Ortiz. Ese mismo año comenzó a trabajar en la radioemisora Mil Diez, en el espacio Ensoñación, con una orquesta dirigida por Enrique González Mántici y Adolfo Guzmán.
En 1947 fue una de las fundadoras de Las Mulatas de Fuego, que debutaron en el teatro Fausto, y posteriormente se presentaron en el Alkázar y Encanto (con Josephine Baker) con Serenata mulata, y posteriormente presentaron Rapsodia en bronce y negro, bajo la dirección del pianista y compositor Felo Bergaza; luego viajaron a México, su primera salida al extranjero en 1950, donde fueron contratadas por el Follies Bergère, allí actuaron junto a Yolanda Montes (Tongolele). Allí la conoció Emilio El Indio Fernández quien asombrado por su voz la invitó a participar en la filmación de Salón México. En esa etapa se unió al Cuarterto de Facundo Rivero con el que realizó una larga gira por Centro y Sur América.
Terminados todos sus compromisos foráneos regresó a Cuba e ingresó al conjunto de Orlando de la Rosa. Trabajaron en algunos lugares de La Habana y poco después marcharon a Estados Unidos, en una ruta de centros nocturnos y hoteles que les marcó una actividad incesante, en la que interpretaron números del director -Vieja luna, Nuestras vidas, Eres mi felicidad...-, que más adelante serían famosos.
Antes de incursionar como solista perteneció a agrupaciones afamadas como los Cuartetos de Facundo Rivera, Orlando de la Rosa y el famosísimo Cuarteto D'Aida. Su periplo artístico hizo escala importante cuando conoció a la pianista y directora de orquesta Aída Diestro, quien trabajaba en la CMQ Radio y a la cual animó para formar parte de una agrupación vocal que había planeado junto con Moraima Secada, Omara y Haydeé Portuondo. En agosto de 1952 debutaron en el Carrousell de la Alegría, espacio televisivo presentado por Germán Pinelli. Recién acababan de montar dos números: Mamey colorado y Cosas del alma. De ahí pasaron al Show de mediodía y eso les hizo pensar en extender su repertorio, entonces armaron: Que jelengue, Profecía, Ya no me quieras y Las mulatas del cha cha cha. Todo prometía; sin embargo, la irregularidad en los contratos fracturó el proyecto y provocó la separación.
Elena expresó: "Yo lo pensé mucho, como quiera que sea habíamos logrado algo importante en nuestras vidas. Teníamos un estilo muy singular que gustaba a propios y extraños y eso le daba perspectivas a nuestro trabajo. Realizamos algunas giras por el extranjero, grabamos un disco acompañando a Nat King Cole y otro a dúo con Lucho Gatica, pero creo que se dio el momento en que cada una de nosotras necesitaba consolidarse por separado y, bueno, nos despedimos, sin pena y sin llanto."
En 1957, Álvarez Guedes le produjo a Elena Burke su primer disco de larga duración para su sello Gema. El puso condiciones espléndidas desde el punto de vista orquestal, para que ella enseñara sus poderosas cartas credenciales como una de las más importantes voces del cancionero en lengua hispana durante el siglo XX. Separada de sus amigas, Elena fue en pos de un algo que le definiera. Un estilo que, amén del don de la expresión, le proporcionara libertad para interpretar cualquier tema. Y ese "algo" lo encontró de manera expedita en su persona, ya que en ella estaba el don de la expresión como una de sus más altas cualidades. Entonces La Burke se convirtió en la intérprete ideal de todo compositor, pues si bien se aprendía la canción interiorizando las motivaciones del autor, hacía visibles las palabras, la metáfora más sutil con una gestualidad característica y, al mismo tiempo, con una fuerza expresiva de arrebato.
En la década del 60 fundó el grupo Los D’Ángeles, dirigido por Enriqueta Almanza. Representó a Cuba en el IV Festival de Málaga, España, y en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Chile. En 1964 realizó una gira por Polonia, RDA y Checoslovaquia, y participó en la clausura del Festival Cinematográfico de Cannes; en 1965 actuó en el Olympia de París, con el elenco del Gran Music Hall de Cuba, y en 1966 en el Festival de Sopot, donde quedó en el quinto lugar, y en el Orfeo de Oro, Bulgaria.
Participó en la Expo’67 de Montreal. Actuó en el Cardini Internacional de México, y se presentó en el II Festival Internacional del Disco de ese país, junto a Dámaso Pérez Prado, Ray Charles y Armando Manzanero.
Participó con Los Van Van en el espectáculo llevado a la Expo’70 de Osaka, Japón. En 1978 se presentó en el Lincoln Center de Nueva York, con la Orquesta Aragón y Los Papines. Se presentó en Canadá, y en Estados Unidos compartió el camerino con Judy Garland.
Enriqueta Almanza, una de sus más asiduas acompañantes al piano decía que no era fácil acompañar a Elena: "Ella no permite caer en rutinas. Aunque se trate de canciones repetidas, siempre hace de una versión variantes insólitas. En un escenario uno tiene que andar cazándola, pues nunca proyecta un número igual ni dos veces. Y no hablo de lo musical solamente, sino de la emoción".
Por su parte Frank Domínguez, él compositor de Tú me acostumbraste, de la que Elena fue su primera intérprete, comentaba al respecto del estilo de Elena y de su capacidad musical subrayando la importancia del "oído armónico". "No lee música, pero sabe exigir el acorde perfecto. Y si cambia la melodía, en definitiva, la realza con su sentimiento. Pero si el acompañante varía en algo una nota, con su mirada de saeta, por encima del hombro, es capaz de preguntar en medio de un espectáculo: '¿qué es eso?' Elena es única, ha levantado canciones sin tanto vigor a partir de su versión."
La Burke vivió sus últimos años enferma, en silencio, alejada de la farándula, sólo acompañada por sus recuerdos y las visitas ocasionales de sus íntimos. Pocas veces se le vio en público, salvo aquella noche de diciembre de 1999 cuando familiares y amigos se reunieron en el Habana Café del Hotel Meliá para festejarle un año más de vida. Fallece en 2002 víctima del SIDA.
Era la madre de Malena Burke y abuela de Lena, también cantantes cubanas bien conocidas.
Antes de morir, con su estado de salud ya bastante deteriorado, Elena Burke quiso cantar en el Teatro Nacional de La Habana. La anécdota del concierto sucedió cuando se dispuso a cantar Yolanda, de Pablo Milanés, ante un auditorio abarrotado, y se olvido de la letra. Fue entonces cuando 2.000 personas le cantaron a Elena Burke. Postrada en una silla, lloraba mientras escuchaba la canción.
Apodada la Señora Sentimiento, Elena Burke conseguía emocionar. La lírica contenida en sus canciones junto con una ornamentación musical fantástica provocaban en el espectador la sensación de estar viviendo una experiencia única.
A lo largo de sus seis décadas de vida artística representó el caso peculiar de una intérprete que por la calidad de su técnica y el sonido de su voz logró hacer de la canción un arte atemporal, logrando conciliar el pretérito de ausente en futuro pluscuamperfecto, es decir: cultivó la tradición cancionística, mientras experimentaba con las nuevas formas líricas de nuestros tiempos, convirtiendo su trabajo en un fruto rico y complejo de gran talla humana y musical. Elena dominó un vasto repertorio que comprende por lo menos las cinco últimas décadas del cancionero cubano, desde la cima de la trova tradicional hasta la interpretación más decantada de la canción contemporánea.
Ella ha sido de las pocas, por no decir la única, que logró combinar con sabiduría y buen gusto estilos tan variados como los de Ernesto Lecuona, Silvio Rodríguez, Ignacio Piñeiro, Sindo Garay, Mirta Silva o Pablo Milanés. Y eso no es una identificación, sino la prueba más rotunda de su condición de gran estilista, que le permitió en vida abarcar cuanto registro y cuanto acorde existe sobre el pentagrama; porque ella descubrió con su voz la maravilla de lo nuevo.
Discografía:
La Señora Sentimiento (reeditado 1991)
Canta lo sentimental (reeditado 1993)
De noche (reeditado 1995).
Interpretaciones destacadas:
Amame como soy
Tal vez
Duele