Pedro Val Balgueiras

Pedro Val Balgueiras
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Cibercuba
Pedro
Nacimiento:  
12
/
12
/
1952
Fallecimiento:  
27
/
7
/
2018

Entrenador deportivo cubano de lucha Grecorromana, conocido por todos los seguidores de la lucha como Pedro. Fue seleccionado como el mejor entrenador del mundo de lucha grecorromana en el 2010, reconocimiento a la labor durante varias décadas a este deporte. Gloria del deporte cubano.

Se desempeñó como preparador de los equipos nacionales de Cuba desde 1975, contribuyendo de manera decisiva a forjar no solo la escuela cubana de este deporte, sino también a brillantes atletas que dejaron su huella en los colchones más excelsos del planeta logrando títulos olímpicos y mundiales en categorías juveniles y de mayores como Filiberto Azcuy, Héctor Milián Pérez, y Mijaín López, entre otros.

Su destacado accionar le hizo merecedor de diversos premios y reconocimientos en Cuba y el exterior, con destaque para la condición de mejor entrenador del mundo en el 2010, otorgada por la entonces Federación Internacional de Luchas Asociadas (FILA).

En citas olímpicas resultó un maestro, pues en las siete ediciones celebradas entre Barcelona 1992 y Río de Janeiro 2016 sus pupilos reinaron en seis de ellas.

Mantener por lustros la hegemonía de la lucha clásica cubana a nivel centrocaribeño y panamericano; y conducir al equipo tricolor al histórico triunfo sobre Rusia en el Mundial de Patras, Grecia, en 2001, algo sin precedentes, fueron algunos de los logros debidamente anotados en su hoja de servicios.

Las estadísticas en certámenes del orbe son también muy elocuentes: entre 1982 y el 2017 nuestro país celebró 48 premios a ese nivel, la mayoría de los cuales pasaron por sus manos, por su inteligencia.

En citas olímpicas resultó un maestro en eso de ganar, pues en las siete ediciones celebradas entre Barcelona 1992 y Río de Janeiro 2016 sus pupilos reinaron en seis de ellas.

Gustavo Rolle, el padre de la lucha cubana, consternado con el fallecimiento, dijo para los lectores de Cubahora: “Pedro Val fue un entrenador de grandes resultados y una excelente persona. Llevó a sus equipos a cinco actuaciones perfectas, es decir, ganar todas las medallas de oro en Juegos Centroamericanos y del Caribe: La Habana 1982, Santiago de los Caballeros 1986, México 1990, Ponce 1993 y Maracaibo 1998. Y también en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003. A ocho de oro en Juegos Olímpicos, a varias en los campeonatos mundiales”.

No fue luchador. No le hizo falta. Se hizo Licenciado en Cultura Física. Pasó un curso y empezó a trabajar con la Libre. Luego pasó a la Greco. Entonces llegó todo lo divino…

Los luchadores, como pude apreciar tantas veces, lo respetaban y lo querían. Me pareció ocurría así con Héctor Milián (campeón en Barcelona 1992). O Filiberto Azcuy (tanto en Atlanta 1996 como en Sídney 2000). O Mijaín López (Beijing 2008-Londres 2012-Río 2016).

Azcuy, cosa dificilísima, ganó primero en la división de los 74 kilogramos, y después, bajando de peso, en la de 69. Cuando los vi, muy felices, de regreso en el aeropuerto habanero parecían en realidad padre e hijo (no entrenador y atleta).

Una vez antes de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 (luego que tuvimos una larga sesión de trabajo en el centro de entrenamiento Cerro Pelado), me invitó a almorzar allí con Mijaín y con él. Me sorprendió la importancia que tuvo ese día el boniato en el menú del campeón. Si a Pedro Val le hubiese gustado que su pupilo tuviese otro menú no se lo habría dicho. Era incapaz de decir nada que les pudiera afectar el estado psicológico a ninguno de sus muchachos.

Un tiempo después, ya en Beijing 2008, Mijaín le dio vueltas como si fuera un maniquí al ruso Khassan Baroev, el rival más difícil que ha encontrado hasta hoy en su carrera. Luego hasta se conoció que el ruso estuvo allí dopado. ¡Benditos los boniatos!, pensé. ¡Bendito Pedro Val!

Y fue tan bueno (lo sé muy bien porque trabajé con él durante muchos años), que se mantuvo como un hombre sencillo, afable, siempre atento, fácil de llegar a él, transparente, al que no se le subió nunca la fama para la cabeza…

No recuerdo incluso una noche en que lo haya llamado a su casa, interrumpiendo su descanso, y no haya tenido tiempo para atenderme lleno como siempre de amabilidad. Ah… incluso en los excepcionales momentos en los cuales no se dio un buen resultado, y sabía muy bien que la conversación no iba a ser todo lo agradable que desearíamos.

Fuente: Ecured


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