Patriota cubana. Destinó su fortuna para las obras de beneficiencia y utilidades públicas en Santa Clara, su ciudad natal. Contribuyó con numerosos recursos financieros a la lucha por la independencia de Cuba. En 1874 se casó con el doctor y abogado Luis Estévez y Romero, quien apoyó sus actividades benéficas y patrióticas.
Nació en Santa Clara, en la calle Sancti Spíritus, en la casa marcada con el número 49, hoy Juan Bruno Zayas, hija de Pedro Nolasco González-Abreu y Jiménez y de Rosalía Arencibia y Plana. Ambos nacidos también en la ciudad de Santa Clara. Creció y se educó en la ciudad de Santa Clara en el seno de una acaudalada familia.
Desde muy joven viajó por los Estados Unidos y Europa, donde se dio cuenta de la realidad de la época. Como joven de la mejor sociedad logró poseer una cultura refinada y una profunda instrucción.
En 1872 junto a su familia se traslada a vivir a La Habana. El 16 de mayo de 1874, contrae matrimonio con Don Luis Estévez y Romero, joven abogado habanero que compartía con ella sus ideales patrióticos y humanistas. En 1875 nace su primer hijo, quien fue bautizado con el nombre de su abuelo materno, Pedro Nolasco Estéves Abreu.
En 1876, tras el fallecimiento de sus padres, Marta, de común acuerdo con sus hermanas, decidieron materializar la voluntad póstuma de la familia de dedicar la fortuna a realizar una extensa obra benéfica.
Así se inicia un proyecto donde son fabricadas dos escuelas para niños pobres de la raza blanca, una para varones y otra para hembras; inaugurada la primera el 31 de enero de 1882, con el nombre de San Pedro Nolasco y la segunda en septiembre de 1883 la que llevó por nombre Santa Rosalía en honor a su madre.
Martha continúa el legado de sus padres y es así como paralelo a este proyecto, en 1882 crea una escuela para niños de raza negra, La Trinidad, todos dirigidos a combinar la instrucción básica con el aprendizaje de oficios útiles para permitir a los alumnos enfrentar su vida futura.
En los siguientes años construye dos asilos para ancianos desamparados, el último de ellos todavía funciona en la ciudad de Santa Clara.
En mayo de 1886 adquirió el terreno, donde se construyó un edifico con tres departamentos: uno para la Policía, otro para el Cuerpo de Bomberos del Comercio y el dedicado a la enseñanza hacia el que se trasladó la Escuela Municipal Conyedo.
Su obra cumbre, el teatro La Caridad, fue inaugurado el 8 de septiembre de 1885, dotando a la ciudad de la institución cultural más importante de ese siglo en Santa Clara.
Este mismo año entregó habitaciones a veinte familias de la ciudad de Santa Clara, en un local que fue desocupado, nombra un conserje para custodiar el lugar y preservar el orden interior; el lugar contó con cocina y patio colectivo. Con este proyecto no sólo se proporcionaba el habitat y la alimentación a un número de personas, sino que los integra a la sociedad, abandonando su condición de marginados.
El 15 de julio de 1886, en ocasión de conmemorarse el Aniversario 198 de la fundación de Santa Clara, Marta Abreu tuvo la idea de erigir, en la entonces Plaza de Armas, hoy Parque Leoncio Vidal, el primero de los monumentos que allí existió: un obelisco dedicado a la memoria de Juan Martín de Conyedo y Francisco Hurtado de Mendoza, construido en Filadelfia, con granito de Boston en color gris, y que honra a dos hombres que mucho hicieron por la educación y la salud de la villa.
En uno de sus viajes por Europa, visita Suiza, y allí vio unos lavaderos públicos, que le hacen pensar de inmediato en las mujeres de Santa Clara que lavaban en el agua del río y bajo el sol. Regresa a su ciudad natal con el proyecto de construir cuatro lavaderos públicos, idea que es trasmitida al Ayuntamiento de Santa Clara.
En 1887, se levantan dos lavaderos en las proximidades del Río Bélico e igual número en el Cubanicay. Su labor benefactora no se detiene y en 1894 construye y habilita una Estación meteorológica, de las más avanzadas de la época, para ser operada por el prestigioso meteorólogo villaclareño don Julio Jover y Anido
En 1895 patrocinó la construcción de una Planta eléctrica y, paralelamente, mandó a realizar otras obras sociales de gran beneficio a los santaclareños para el mejoramiento de sus condiciones de vida, una fue la estación de Ferrocarriles, inaugurada el 28 de febrero de ese año.
En 1895 se inaugura un dispensario para niños pobres nombrado El Amparo que suministraba atención médica y medicamentos gratuitos a los niños.
En 1899 regaló los instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos, lo que además de prestigiar esa organización, le ofrecía la posibilidad de utilizarla en actividades que le permitía incrementar los ingresos para el sostenimiento de la misma.
Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní y a las reformas que se hicieron a la iglesia del Buen Viaje y a la de Encrucijada.
También ayudó a muchas personas y fue mecenas de artistas e intelectuales y hombres de ciencia como los Doctores Carlos de la Torre, naturalista; Julio Jover Anido, astrónomo y Manuel Velasco.
Al asumir la posesión de sus bienes, entre las que se encontraban grandes dotaciones de esclavos, Martha y su esposo le dieron la libertad a estos, entregándole parcelas de tierra para que las trabajaran y los esclavos domésticos los convirtieron en obreros asalariados.
Participó en la guerra de 1895 para lo que puso toda su fortuna al servicio de la causa y manifestó que si se acababa pedirían limosna ella y su familia pero la libertad de Cuba era lo primero.
Sus ideas independentistas, bien conocidas por las autoridades coloniales, la obligan a abandonar el país junto a su esposo, radicándose en Francia desde donde desarrolla una intensa labor conspirativa y de recaudación de fondos para la guerra contra el colonialismo español. Desde Francia mantiene un vínculo muy directo con el delegado del Partido Revolucionario Cubano, don Tomás Estrada Palma, y con el paladín de la independencia de Cuba y Puerto Rico, Ramón Emeterio Betances.
En 1898 pasa a los Estados Unidos, y en 1899 se traslada a La Habana. El prestigio patriótico del matrimonio era tal que Estrada Palma escoge a Luis Estévez y Romero como la figura ideal para ocupar la vicepresidencia de la república, y en ese equipo se lanza a las primeras elecciones republicanas.
En 1903, ante las manipulaciones politiqueras del Presidente y los manejos que nada tenían que ver con su visión de la república, Luis Estéves, alegando razones de enfermedad, renuncia al cargo y en 1906, cuando el gobierno de estrada Palma termina para dar paso a la segunda intervención norteamericana en Cuba, Marta y su esposo regresan de nuevo a Francia.
En el año 1908 su salud se haya muy quebrantada, se hace necesario aperarla, asumiendo esta tarea el gran médico cirujano (nacido en Sagua la Grande), y amigo íntimo de Martha, don Joaquín Albarán. Pero la operación realizada de forma urgente el 31 de diciembre de 1908 se complica y el día 2 de enero de 1909 muere en París, a solo un mes de su deceso, el 2 de febrero de 1909, su esposo, se suicida.
El vapor Flandres partió de Francia el 4 de febrero de 1920 con los restos mortales de Marta Abreu y de Luis Estévez, y el 20 fueron inhumados en la tumba de la familia Abreu Arencibia en la Necrópolis de Colón. Antes, recibieron honores de las autoridades gubernamentales.
El Ayuntamiento de La Habana, decidió cambiar el nombre de la calle Amargura en la Habana Vieja por el de Marta Abreu. Desde entonces, se rinde tributo a esta benefactora mujer y a su legado patriótico, inclaudicable e inconfundible, al cabo de un siglo de existencia en la memoria perdurable de los cubanos.
El recuerdo de la protectora de los pobres y de la ciudad de Santa Clara fue conservado por sus conciudadanos, quienes el 24 de junio de 1945, al celebrarse el centenario de Martha Abreu, le erigieron un monumento en el parque central de la ciudad.