Escritora cubana del siglo XIX, una de las más distinguidas representaciones del romanticismo en la literatura cubana.
Luisa Pérez de Zambrana nació en la finca El Melgarejo, cerca de las minas de El Cobre, Santiago de Cuba. Bautizada Luisa Pérez y Montes de Oca, "perdió" el apellido materno al casar con el renombrado intelectual y promotor cultural Ramón de Zambrana.
Huérfana de padre tempranamente, se mudó con su familia a la ciudad de Santiago donde se dio a conocer como poeta, allí colaboró con alguna frecuencia en El Orden, El Diario, El Redactor y Semanario Cubano (1855). Su casa fue en Santiago centro de reuniones y veladas artísticas. Por esos días fue declarada socia de mérito de la Sección de Literatura de la Sociedad Filarmónica.
Es una de las poetisas de las que se dice «nació con el don de la poesía» y está considerada entre las mejores de Cuba e Hispanoamérica.
Su padre era originario de las Islas Canarias. A la edad de 14 años compuso su primer trabajo literario y sus versos, que recogió en un cuaderno publicado con la ayuda de los intelectuales que la rodeaban -y admiraban su poesía- en Santiago. El libro dio la vuelta a la Isla, y ya en La Habana, el intelectual Don Ramón Zambrana quedó prendido de su obra, yendo a Santiago de Cuba para conocerla y comprometerse con ella, una vez que la conoció por una foto, para luego llevársela a La Habana donde formaron hogar y tuvieron cinco hijos.
Por sus grandes dotes poéticas y su gracia y finura, Luisa fue elegida para coronar a la gran Gertrudis Gómez de Avellaneda en el Teatro Tacón en 1860.
Publicó algunos capítulos de su novela Angélica y Estrella en los folletines de El Siglo (1864) y de El Mercurio (1876). Su episodio histórico «La hija del verdugo» apareció en Revista del Pueblo (1865). En Diario de la Marina publicó la primera parte de la novela Los Gracos. Colaboró además en Cuba literaria, La Reforma (Guanabacoa, la Habana) y Ofrenda al Bazar de la Real Casa de Beneficencia (1864). Frecuentaba las tertulias celebradas en la casa de Nicolás Azcárate.
A causa de que su vida estuvo marcada por la presencia constante de la muerte, ya que perdió a su esposo y a sus cinco hijos paulatinamente entre 1886 y 1898, su obra estuvo llena de sensibilidad, melancolía, pasión y ternura, con reflexiones religiosas y de toque filosófico sobre la muerte: estas dos últimas características se dan a notar en sus elegías.
Tras la muerte de su esposo (1866), quedó en una precaria situación económica con sus cinco hijos. Entre 1866 y 1899 fallecieron éstos. En 1908 el Ayuntamiento de La Habana le concedió una pensión que alivió insuficientemente sus necesidades materiales.
En el año 1918, recibió un homenaje por parte del Ateneo de La Habana y posterior a esto apareció una nueva edición de sus poesías con prólogo de Enrique José Varona quien la bautizó como «la más insigne elegíaca de nuestras líricas».
Fue fundadora del Liceo Artístico y Literario de Regla. Sus obras fueron premiadas en los selectos Juegos Florales de la ciudad de Madrid. Entre dichas obras se encuentra el libro de oraciones llamado Devocionario, La vuelta al bosque, Dolor supremo, Martirio. De ella dijo José Martí: «se hacen versos de la grandeza, pero sólo del sentimiento se hace poesía».
Obras destacadas: Amor matermo (1852), Angélica y Estrella (1864), El Mercurio (1876)
Vivió sus último años en el municipio habanero de Regla, donde murió el 25 de mayo de 1922.