Soldado del Ejército Libertador. Fue el último combatiente cubano de las Guerras de Independencia en morir, por lo que se le denominó el último Mambí.
Nació en Guayabal, en un lugar cercano al poblado de Contramaestre, actual provincia de Santiago de Cuba, formando parte de una familia pobre, sustentada en las labores agrícolas.
A los 16 años de edad, Fajardo Vega se incorpora a las filas del Ejército Libertador Cubano el 10 de julio de 1897, incorporándose a la escolta del entonces general de brigada Saturnino Lora, en el 2 cuartel general, División 2 Cuerpo que operaba en Jiguaní y Bayamo. Posteriormente fue trasladado al regimiento de infantería de Baire, perteneciente a la 1 brigada de la misma división.
Sus otros seis hermanos se fueron también a la manigua, a ganar con las armas la independencia cubana, y uno de ellos, Francisco, se sumó a las tropas del lugarteniente general Antonio Maceo Grajales y junto a él protagonizó la Invasión de Oriente hacia Occidente, una de las hazañas militares más trascendentes de su época.
Pese a las penurias económicas de la época, el luchador independentista rehusó cobrar pensión alguna por su participación en la guerra, al considerar que no había ido a ella por interés material, sino por la libertad de Cuba. Esta posición él mismo la definiría así: “Cada vez que la Patria ha estado en peligro, he dejado mis oficios y me he puesto al servicio de su defensa y cuando volvía la paz, de nuevo a mis oficios. ¡Nada de estar viviendo de la Patria!
Durante la República participó en la sublevación del Partido Independientes de Color mayo y junio de 1912 y en el alzamiento de los liberales contra el reeleccionismo del presidente Mario García Menocal febrero de 1917. Durante la Guerra de Liberación Nacional colaboró como armero en el Tercer Frente “Mario Muñoz Monroy”, del Ejército Rebelde, en la región de Santiago de Cuba.
Estuvo presente en la Guerrita de la Chambelona, una experiencia que pasó a la historia de Cuba, como algo triste, pues cubanos deshonestos se enfrentaron con aspiraciones arribistas de ambos lados.Su posición fue a favor de la libertad de Cuba, sin compromiso de partido alguno, siempre con el honor como escudo y los ideales libertarios como armas.
En las luchas desarrolladas por el Ejército Rebelde liderado por el comandante en jefe Fidel Castro Ruz, participó como armero del III Frente Oriental . El triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959 lo sorprende con la carabina al hombro, ya no es el bisoño mambí que tuvo la desdicha de llevarse a la tumba la última imagen de Antonio Maceo vivo, es un hombre dedicado a las faenas agrícolas, un simple campesino que no escribió libros sobre la guerra como lo hicieran muchos de sus contemporáneos.
Este sencillo hombre de campo se comprometió con la causa de Fidel Castro y es de los que se vincula a las diferentes acciones que emprende la Revolución.
No dejó obra escrita que lo inmortalizara, ni ningún poeta cantó sus glorias. Como hombre anónimo salido de lo más profundo de lo cubano, su misión fue darse a los humildes con los que compartió suerte como uno más, no tuvo grandes hechos de guerra, ni se distinguió por sus hazañas militares, pero sus ojos fueron los últimos que vieron al Ejército Libertador, los últimos que vieron a Antonio Maceo vivo.
El soldado Juan Fajardo Vega recibió numerosos condecoraciones sobresaliendo la medalla por Servicios Distinguidos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en ocasión de cumplir 107 años, en reconocimiento a su larga y destacada trayectoria revolucionaria.
Era el único combatiente del Ejército Libertador con vida en Cuba en el año 1990. Murió el 2 de agosto de ese mismo año en Santiago de Cuba. Su cadáver fue velado en el histórico Museo de la localidad de Baire y sus restos fueron depositados en el Mausoleo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en El Cacahual, provincia de La Habana junto al invicto general Antonio Maceo y su joven ayudante Panchito Gómez Toro.
Juan Fajardo Vega es el hombre humilde que dijo ante el tribunal de la historia:
“Cada vez que la Patria ha estado en peligro, he dejado mis oficios y me he puesto al servicio de su defensa y cuando volvía la paz, de nuevo a mis oficios. ¡Nada de estar viviendo de la Patria!”.