Dramaturgo, actor y director teatral cubano. Una de las figuras emblemáticas del llamado teatro popular.
Gustavo Robreño nació el 18 de diciembre de 1873 en Pinar del Río, extremo occidental de la Isla de Cuba. Fue biznieto, nieto e hijo de artistas “cómicos”, de lo cual se desprende que la formación teatral más importante la recibe de forma natural, desde el propio seno familiar; ello explica, además, que su vida artística haya comenzado tempranamente y que el fenómeno teatral, con toda su complejidad textual y espectacular, lo haya cautivado con gran hondura. Sin margen a dudas, cuando se emprende un repaso por el teatro cubano, el nombre de Gustavo Robreño impone una reflexión particular. Se trata de un hombre importante dentro de la escena cubana desde ángulos disímiles, particularmente dentro del usualmente denominado teatro popular. Fue dramaturgo, actor y director teatral. Se desempeñó además como periodista y novelista.
Como actor debutó a los cinco años en una compañía infantil, dirigida por Justo Soret, de la cual llegó a ser figura principal ya cuando transitaba la adolescencia. En 1893 viajó por España, donde se relacionó con los jóvenes que luego pertenecerían a la llamada Generación del 98. Allí sería perseguido y encarcelado por sus ideas separatistas y por su filiación con los “muchachos de la Acera del Louvre”; o sea, con el grupo de jóvenes que en La Habana, en el lugar conocido con ese nombre, se reunían para expresar su simpatía por la causa independentista.
Regresó a Cuba en plena injerencia yanqui en los finales del siglo y trabajó junto a su amigo Regino López en el teatro Lara. En 1900 formó parte de la compañía Alhambra y se mantuvo en ella hasta dos años antes de su desintegración.
Esta compañía fue creada por Regino López, Miguel Arias y Federico Villoch, bajo el nombre de Teatro Alhambra y tuvo como propósito hacer un género que recogiera, al igual que el Teatro bufo del siglo XIX, los tipos y costumbres cubanos. En este teatro se representaron más de dos mil piezas teatrales vernáculas, pero lamentablemente la mayor parte de los libretos se perdió. Los textos que se han logrado rescatar apenas constituyen la décima parte de esa producción. Su cuadro artístico estuvo inicialmente conformado por un personal que había tenido alguna experiencia anterior en la puesta de este tipo de teatro y al que se le exigía la capacidad de actuar, cantar y bailar. Formaban parte también del talento de la compañía los creadores musicales, factor primordial para la realización de las obras que caracterizarían a este teatro. Por sus peculiaridades y la capacidad de convocatoria de un público heterogéneo y representativo de los más diversos sectores sociales, se acuñó el calificativo de “alhambrescas” con el cual se cualificaba una obra teatral del tipo de las presentadas en el Teatro Alhambra.
Gustavo Robreño accedió a esta compañía en calidad de actor y escritor. Como actor fue encargado de la representación de personajes típicos de gran importancia en las distintas obras que se montaban. Descolló también como un gran imitador de personajes de la política nacional de entonces. Como escritor, fue uno de los más prolíficos; a veces, componía solo y otras, lo hacía en colaboración con su hermano Francisco. Un humor con uso muy efectivo del doble sentido y una ironía política a favor del progreso de Cuba son ingredientes característicos del teatro de Gustavo Robreño.
Entre sus piezas más destacadas pueden señalarse Buffalo Exposition (1900), La madre de los tomates (1899); Toros y gallos (1901), El jipijapa (1902), El ciclón (1906), Napoleón, Dos boers improvisados, Los dardanelos, El bombardeo de Ambares, La paz del mundo, etcétera. Su obra más célebre, escrita en colaboración con su hermano, es Tin-tan te comiste un pan o El velorio de Pachencho (hoy también conocida como Pachencho vivo o muerto), la cual ha sido llevada a escena en numerosas ocasiones con gran éxito y cuya puesta resulta aún hoy siempre esperada por un público que la siente divertida y nada obsoleta. También escribió zarzuelas, entre ellas La emperatriz del Pilar, estrenada en el Teatro Martí en 1936, con la cual cerró su producción autoral.
Crónicas y artículos suyos acerca de la vida nacional y extranjera, el teatro y las costumbres del país, aparecieron en el Diario de la Marina, La Discusión, La Prensa, La Lucha, así como en los semanarios Gráfico, La Política Cómica y La Semana, de los cuales fue fundador. Para sus publicaciones periodísticas utilizó el seudónimo Calabobos. Escribió asimismo, una Historia de Cuba que subtituló “narración humorística”, un libro titulado Saltapericos y la novela histórica La acera del Louvre.
El último título mencionado merece un comentario aparte pues resulta uno de los primeros ejemplares de importancia en el siglo XX en cuanto a narrativa histórica. En sus páginas se reconstruye el ambiente de las tres décadas finales del siglo XIX en la capital cubana y, especialmente, el que entronca con una juventud calificada como “caballeresca y festiva”. Se ha marcado, sin embargo, en detrimento de la calidad literaria del texto, su atiborramiento de datos históricos que, puestos en función de la reconstrucción epocal, ahogan la narración.
En 1936 cerró su ciclo de entrega a la escena tanto en la actuación como en la escritura. Su nombre permanece como uno de los pilares de la escena vernácula cubana.
Longevo, Gustavo Robreño falleció en La Habana, el 11 de marzo de 1957.