Actor y dramaturgo. La figura más importante de la escena en Cuba durante la primera mitad del siglo XIX. Considerado el fundador del teatro nacional.
Nació en La Habana. Realizó estudios de filosofía y latín y se graduó como cirujano. Se casó y se estableció como médico en uno de los ingenios próximos a la ciudad.
La atracción que sentía por el teatro la expresó primero como actor amateur hasta que, en 1800, atendió una solicitud del Circo del Campo de Marte, que buscaba figuras para sus producciones. El 2 de noviembre de ese año, debutó como cómico y obtuvo los aplausos del público y los elogios de la crítica. A partir de ese instante, su trayectoria está compuesta por una sucesión de éxitos hasta su retiro, en 1850.
Llegó a ser el más aplaudido de su época, también el que devengó el salario más alto en ese medio y el que introdujo probablemente en 1812 al «negrito», personaje muy importante del teatro bufo cubano.
Como dato curioso, el día que Covarrubias hizo su debut en las tablas del capitalino teatro El Circo, toda su familia, se vistió de luto cerrado.
El carácter de tragedia asumido por su familia respondía a los cánones de la época. A la edad de 25 años, Covarrubias abandonó una prometedora carrera como médico para dedicarse al teatro, al que se acercó como aficionado y terminó por ser uno de sus representantes más destacados del país.
Se presentó en todos los escenarios habaneros y también en los de Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Trinidad, Regla, Marianao, Güines y Guanabacoa. Resultó parodiado por sus colegas y hasta transformado en personaje dramático.
Sobre él, se escribieron tres biografías y, en 1841, hasta se litografió su retrato para expendio público.
Fue el primer intérprete cubano en gozar de enorme fama entre hombres y mujeres del teatro, tanto cubanos como españoles. Sus contemporáneos afirman que brilló al lado de los más destacados actores foráneos, quienes se presentaron en nuestras tablas por sus probadas capacidades histriónicas.
Se le reconoce como la figura más importante de la escena en Cuba por espacio de medio siglo.
Escribió una buena cantidad de sainetes, pero tan sólo los títulos de éstos lograron sobrevivirlo. Son algunos de ellos: Las tertulias de La Habana (1814), La feria de Carraguao (1815), Los velorios de La Habana (1818), La valla de gallos en los baños de San Antonio (1820), El peón de tierra adentro (1825), No hay amor si no hay dinero o Doña Juana y el limeño (1826), El montero en el teatro o El cómico de Ceiba Mocha (1829), El gracioso o El guajiro sofocado ( 1830), Los dos graciosos (1841).
Se le reconoce como el creador de los personajes del Negrito y el Montero, quienes han devenido criaturas míticas de la escena cubana.
Covarrubias coloca en la escena tipos, ambientes, música y bailes populares. Los títulos de sus sainetes, alguna referencia de la prensa y la comparación con aquellos firmados por Don Ramón de la Cruz permiten establecer la hipótesis de la cubanización de buena parte de estos, adaptando a nuestro ámbito personajes y trama.
Sus sainetes influyeron en algunas sensibilidades dramáticas, que emergen durante las décadas del 30 y el 40 como sus epígonos.
El caso más destacado es el de José Agustín Millán, nuestro primer comediógrafo, quien fuera su amigo y uno de sus biógrafos.
Covarrubias hizo su última aparición escénica el primero de febrero de 1850, en Cárdenas. El paso del tiempo se hacía sentir sobre sus chistes y sus criaturas, y el caricato se vio obligado a decir adiós.
El 22 de junio de ese año murió en condiciones de pobreza, pues aunque llegó a ganar considerables sumas, malgastó su fortuna.
Murió pobre y casi olvidado después de una larga y brillante carrera escénica.
Fue este incansable hombre de la escena, el iniciador y creador del llamado género chico cubano. Su nombre ha devenido símbolo del teatro nacional. La semilla de Covarrubias fructificó en un teatro popular que dio origen a un sinnúmero de creadores que van desde aquellos saineteros del siglo XIX hasta los más geniales creadores contemporáneos. En honor a su memoria una de las salas de teatro más prestigiosas del país ubicada en el Teatro Nacional lleva su nombre.
Francisco Covarrubias se mantuvo íntimamente relacionado con el teatro cubano a través de casi medio siglo. Lo vivió y disfrutó intensamente.