Literato, abogado e historiador cubano. Integrante de la primera generación republicana y figura puente con los más destacados de las letras cubanas que irrumpieron en ella hacia finales de la década del 20.
Nació en la ciudad de Holguín, actual provincia del mismo nombre, al norte de la zona oriental de Cuba. Su padre fue un español que arribó a la Isla durante la Guerra de los Diez Años, y la madre, una criolla, de familia arraigada en Santiago de Cuba.
Parte de sus primeras letras la recibió en la ciudad de Manzanillo (actual provincia Granma), donde su padre se había asentado después de sustituir la milicia por la administración, para emprender negocios comerciales. Con altos grados dentro de la masonería, propició en su hijo una enseñanza laica, en escuelas no regenteadas por españoles, sino por criollos.
En 1901 ya había quedado huérfano, debiendo colaborar en el sostenimiento de su familia, lo que lo llevó a realizar las labores más humildes; entre ellas, la de mandadero y dependiente en comercios. No obstante, a los 18 años se inició en el periodismo en el diario La Independencia de Santiago de Cuba.
Sus primeras tendencias intelectuales se encaminaron hacia lo literario, conociéndose que escribió, al menos, dos novelas. En su condición de fundador de la revista Renacimiento (1910-1912), jefe de redacción de Orto Literario (1910) y promotor con José Francisco Sariol de Orto, resultó una figura puente en la renovación del modernismo propiciada por el guantanamero Regino E. Boti, dentro de la poesía, el santiaguero José Manuel Poveda y el matancero Agustin Acosta.
Se incluye en la primera manifestación original de esta generación republicana, en rechazo a la nueva evolución insular derivada de los acontecimientos de la república de 1902, que no correspondían con los ideales independentistas por los que se había luchado.
Una acción encaminada a la mayor influencia de los intelectuales en la vida social y política del país, la realizó hacia 1910, al participar del llamado efectuado por Jesús Castellanos para crear la Sociedad de Conferencias, que fundó este en unión del intelectual dominicano, radicado en Cuba, Pedro Henríquez Ureña.
En la misma tendencia abierta por Castellanos, se enmarcó la revista Cuba Contemporánea, a la cual se incorporó como colaborador, encargándose, hacia 1919, de su Sección Bibliográfica, al cesar en este trabajo Henríquez Ureña.
Desplegó una importantísima labor de crítico de los libros que aparecían en Cuba procedentes de los países americanos. Tarea que lo llevó a profundizar en los problemas continentales y conocer las fuerzas ideológicas predominantes en esos momentos. Su labor en Cuba Contemporánea resultó extensiva a su desempeño como jefe y secretario de redacción.
En 1925 se doctoró en Derecho en la Universidad de La Habana, pero ya, desde dos años antes, figuró entre los integrantes de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional, desempeñándose con posterioridad como consultor legal de la Secretaría de Estado (1929), especializado en problemas internacionales. Artículos suyos sobre estos asuntos aparecieron en el Anuario de la Sociedad de Derecho Internacional.
En el año 1925 publicó su trabajo La América Indefensa: la intromisión norteamericana en Centroamérica, que alcanzó una verdadera notoriedad. Fundamentó con cifras y argumentos que la América se encontraba más desprotegida que en el siglo de Bolívar, por lo que era urgente acudir a subsanar este mal mediante la palabra sincera de unión, afecto y fraternidad.
Sin tener una participación activa en los hechos que culminaron con el derrocamiento del gobierno de Gerardo Machado, y sin afiliarse al Grupo Minorista, integró los proyectos intelectuales en que coincidieron los integrantes de la primera y la segunda generación republicana. En los años 30 pasó a colaborar en la Revista de La Habana, en la cual compartió la responsabilidad de redactor con Antonio Sánchez de Bustamante, Antonio Fernández de Castro, Luis Gómez Wangüemert, Emilio Roig de Leuchsenring y José Zacarías Tallet, entre otros. Sus trabajos sobre escritores contemporáneos, aparecidos en esta publicación, ganaron el elogio de los entendidos.
En plena coincidencia con el predominio que alcanzó el género ensayo, después de los años 30, se inscribió en una corriente que daba énfasis a los asuntos históricos, relacionados tanto a la historia de Cuba como a la de América. Entre sus trabajos más significativos de esa época se encuentran: El padre Varela en las Cortes españolas de 1822-1823 (1937), Arango y Parreño. Ensayo de interpretación de la realidad económica Cuba (1937), «El cubano, avestruz del trópico» (1939), «Orígenes de la literatura cubana» (1939), así como una serie de tres monografías dedicadas a los símbolos patrios; en especial, a la bandera, el escudo y el himno nacional.
En 1939 se incorporó a la comisión redactora de la Revista Bimestre Cubana, refundada por Fernando Ortiz en 1910, y que fue objeto de reajustes en julio-agosto de 1936. Además de funciones como redactor y miembro de la comisión, asumió la secretaría de la publicación.
Participó como colaborador en la Historia de la Nación Cubana, publicada en 1953, en 10 volúmenes, por el equipo integrado por Ramiro Guerra y Sánchez, José Manuel Pérez Cabrera, Juan J. Remos y Emeterio Santovenia. Su contribución fue en el volumen sexto, con «El Autonomismo y otros partidos políticos».
Después del triunfo de la Revolución Cubana, en el año 1962 se vinculó a la figura del Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, con quien participó en su labor de promoción cultural.
Este destacado narrador, periodista y ensayista, además de su múltiple colaboración en los diarios y revistas cubanos, escribió en La Revue de l’Amérique (Francia), Nosotros (Argentina), Repertorio Americano (Costa Rica), Ariel (Honduras) y Rodó (Chile).
Lo más revelador de su producción estuvo dirigido al afianzamiento de nuestra nacionalidad, luego de no alcanzarse en 1902 el pleno triunfo de los ideales independentistas.