Destacado pintor cubano, su trabajo fijó pautas para la generación de La Vanguardia.
Nació en La Habana en el seno de una familia acomodada, a los 12 años había ganado, por oposición, su plaza en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, siendo su maestro Leopoldo Romañach, quien le enseñara a poner los colores en la paleta.
En 1919, cursando su tercer año como estudiante de pintura en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro en La Habana, gana una beca de cinco años para estudiar en Europa. Permaneció allí durante siete años, compartió estudios en París, Francia e Italia con el escultor cubano Juan José Sicre.
Hizo copias de Rafael y Sandro Botticelli, de modo que se nutrió del ingenio de los grandes maestros, especialmente de los primitivos italianos. Luego permaneció una temporada en España estudiando al Greco y a Goya, entre otros, y por último se trasladó a París, en cuya escuela libre de Montparnasse bullían los debates estéticos en torno a los nuevos derroteros del arte mundial. Se familiarizó con la técnica de Paul Cézanne y Paul Gauguin, trabajó de primera mano con Jules Pascin y Georges Rouault, con quienes entabló amistad.
Durante el tercer año como becario, cuando Gattorno se encontraba en Francia, la Academia intentó retirarle su pensión por el evidente espíritu anticanónico de sus últimos envíos. Frente a esta reacción de varios profesores, salió en su defensa Romañach, quien sostuvo el derecho de todo artista joven a tener la oportunidad de hallar sus propios medios expresivos mediante búsquedas y experimentaciones.
Su experiencia intelectual en el viejo continente fue determinante en el crecimiento del artista, pues asimiló elementos formales de disímiles procedencias para la conformación de su estilo. Así llegaría a ser uno de los gestores de la nueva sensibilidad en el arte cubano de la década del 20.
A su regreso a Cuba, en 1927, se instala en la barriada capitalina de Pogolotti (Marianao), donde vive y trabaja junto a su primera esposa, la actriz francesa Llilianne Cointepax. Se desempeña en esa época como Instructor de Arte en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro. Realiza una exposición personal que resume su fructífera estancia en Europa e incluye obras pintadas aquí.
Esta muestra, precedida por la de Víctor Manuel y la del escultor Juan José Sicre, preparan el camino para la gran exposición de Arte Nuevo, en mayo de ese mismo año, donde exhibe "Mujeres junto al río". Pionero de las imágenes del criollismo, a esta tendencia le aporta "El Mural" realizado en los años 30, "Guajiros en Nueva York", el que provocaría una de las más bellas crónicas escritas por Pablo de la Torriente Brau.
Durante la década siguiente desde 1927 hasta 1939, perfeccionó su técnica plástica, mientras explora temas tradicionales cubanos de una manera no tradicional, su trabajo de esta época fijó el estándar para la generación de pintores cubanos conocido como La Vanguardia, un grupo que incluye a Wilfredo Lam, Víctor Manuel y Amelia Peláez. Fue miembro del Grupo Minorista, retrata a Rubén Martínez Villena, en fina plumilla.
Realizó murales en los edificios públicos en La Habana, también en viviendas particulares, y se hizo extensiva la decoración teatral en toda Cuba, muchos de estos murales ya han desaparecido.
Posteriormente exhibió 5 óleos y 18 dibujos en la Sociedad Lyceum el 22 de noviembre de 1933. Presentó en el Salón Nacional de Pintura y Escultura su obra Autorretrato y modelos, por la cual le fue otorgado el primer premio por los dos primeros jurados, que fueron disueltos, y finalmente un tercer jurado decidió adjudicarle el segundo premio mientras el primero quedaba desierto. Dos años más tarde, en 1935, se editó un libro monográfico con sus principales trabajos, en total 36 obras de técnicas diversas. En el volumen aparecieron textos críticos de Ernest Hemingway, John Dos Passos, Ramón Guirao, Alejo Carpentier y otros.
La aplicación de los presupuestos de la pintura moderna europea a temas cubanos, iniciada una vez que regresó de su beca, desembocó en la concepción de los célebres guajiros de los años 30, sobre los que Pablo de la Torriente Brau destacó un evidente sustrato de denuncia social. Una de las obras más conocidas de esa tendencia criollista que recreó críticamente la ruralidad fue ¿Quiere más café, don Ignacio?, premiada en el Salón Nacional de 1938. Aquí se observa uno de sus rasgos formales más recurrentes: la relación dinámica figura-fondo que descentra la focalización del espacio figurativo con varios niveles de representación. Incluso en este cuadro se complejiza su semiosis visual con un nivel elíptico: el supuestamente ocupado por el personaje de don Ignacio, que no aparece como tal pero se sugiere en relación con el espacio del espectador. El regusto primitivista, evocador de Gauguin, caracterizó este periodo que devendría como el más genuino de su trayectoria.
Mientras permaneció en La Habana, sirvió como instructor en San Alejandro, ejecutó murales comisionados en edificios públicos de la ciudad y en casas particulares, entre otras labores de carácter decorativo. Hacia finales de la década del 30 decidió emigrar a los Estados Unidos.
Su monografía, escrita y publicada por Ernest Hemingway en abril de 1935, contiene reproducciones de 36 obras en óleo, acuarelas, lápiz, y tinta y lápiz. Hemingway patrocinó la primera exposición individual de Gattorno en los Estados Unidos de América en la Galería Georgette Passedoit, Nueva York, 12 de enero al 2 de febrero de 1936.
A finales de la década del 30 decide radicarse en los Estados Unidos de América. Allí abandona la pintura de inspiración campesina y se aplica, bajo la influencia de Dalí, a la escuela surrealista. Realiza dos exposiciones personales, como sistema, en la Galería Marquié y viaja a Cuba, cada dos años, de vacaciones.
A partir de 1936 y hasta 1955 presentó varias exposiciones personales y otras colectivas en Nueva York. Su obra recorrió otras ciudades norteamericanas como San Francisco, Dallas, Memphis y Wichita; diversos lugares de América Latina, incluyendo Venezuela y Cuba; y Europa.
Gattorno fue el primer artista cubano de su generación en alcanzar un renombre internacional. Su traslado a Estados Unidos provocó no pocas críticas negativas (por ejemplo, la de José Gómez Sicre que le reprochaban el abandono del liderazgo artístico que había logrado, al reorientar su discurso visual hacia el surrealismo y desligarse de la herencia cultural cubana. Ciertamente cedió a los aspectos más pintorescos y exteriores de la pintura criollista para transformarse en un pintor desarraigado, al perder el fundamento cosmogónico que había sostenido lo más auténtico de su praxis. Con ello quedaba contradicha la afirmación de Hemingway de que dondequiera que el artista pintara, llevaría a su isla consigo. Su exclusión de una de las más importantes exposiciones de arte cubano moderno que tuvo lugar en el MOMA en la década del 40 –víctima nuevamente del rechazo que provocó su emigración– motivó que Gattorno escribiera una carta de protesta a Alfred Barr, entonces director del referido museo. Una muestra retrospectiva que recogió 60 años de trabajo del pintor, fue llevada a cabo en la Universidad de Massachusetts en octubre de 1978.
En 1959 viaja a Cuba por última vez. Entrega la finca de sus padres y pinta El héroe caído, dedicado a Pablo de la Torriente Brau y su lucha en España. Este cuadro ha desaparecido.
En las dos últimas décadas de su vida, se confirma como un surrealista exuberante, de fuerte influencia de Dalí. Antonio Gattorno muere el 5 de abril de 1980, en su casa de Massachussets.
Premios
1er Premio en el Primer Salón Nacional de La Habana, Cuba, 1934
1er Premio en el Segundo Salón Nacional de La Habana, Cuba, 1937.
Watson F. Premio Adquisición Blair en la Exposición Internacional de Acuarela 15 en el Instituto de Arte de Chicago, 1936.