Elizabeth
Caballero

Elizabeth  Caballero

Nació en La Habana es una soprano lírica cubano-americana. Ella emigró de niña, en 1980, a Estados Unidos a través del Mariel. Inicialmente estudió canto en la Universidad de Miami y luego tomó clases privadas con el maestro Manny Perez.

Participó en el Programa de Artistas Jóvenes de la Gran Ópera de la Florida (temporada 1999-2000) y obtuvo una beca Adler en la Ópera de San Francisco (2004) al igual que estuvo como miembro de la compañía Merola Opera Program por dos veranos (2001 y 2002). En el 2001 fue Gran Finalista Nacional en las audiciones del Metropolitan Opera National Council.

Ha actuado en la Metropolitan Opera, New York City Opera, Florida Grand Opera, San Francisco Opera, Seattle Opera, Carnegie Hall, el Teatro Verdi di Trieste y en muchos otros escenarios.

En noviembre de 2010 Elizabeth fue nominada como una de las Personas más influyentes de Miami por el Miami New Times Magazine y en mayo de 2011 entró en el Hall de la Fama del Miami Dade College en Miami, FL. A principios del 2011, Elizabeth participó en Sabado Gigante como juez para la competencia de American Idol, estilo de voz para jóvenes cantantes de ópera: Su Majestad La Voz.

La soprano cubana-estadounidense Elizabeth Caballero, es una “marielita” que llegó de muy niña a Miami, ha logrado hacerse un espacio en el mundo de la ópera, al que se acercó vendiendo entradas en la Gran Ópera de Florida y donde precisamente en enero interpretó “La Rondine”.

“Comencé vendiendo 'tickets' recién salida de la secundaria, y de ahí luego hice una audición para participar en el coro y después en el programa de artistas jóvenes de la Gran Ópera de Florida”, explicó la cantante, que dijo estar en sus “treinta y muchos”.

La entrada en la ópera “fue pura casualidad”, apuntó. “Me gustaba cantar desde niña y estudié piano. En casa nunca se escuchaba ópera, si acaso zarzuelas o algunas grabaciones de Plácido Domingo, como en todas las casas latinas”.

Empezó a estudiar canto porque la animó una maestra cuando ya estaba en el Miami Dade College, “aunque yo me burlaba, porque me parecía como los dibujos animados”.

Llegó a Miami, como muchos otros cubanos, en el éxodo del Mariel en 1980.
“De lo que sí me acuerdo es de que nuestro bote, de 24 pies y con más de 19 personas, tuvo algún problema y los guardacostas nos pasaron a las mujeres y a los niños a su embarcación”, explicó la mujer, que dijo no olvidarse de “la cara” de su padre, “quedándose en aquel bote”.

Al llegar a los cayos de Florida les recogió una tía, que fue quien financió la operación, y “todo ya fue más fácil: Nos fuimos a su casa y todo empezó a ir bien”.

“Me enamoré de la ópera de inmediato, cuando canté por primera vez el vals de la Musetta”, de “La Bohéme”, reconoció. Tan sólo un año después, a los 19, se atrevió a presentarse a una competencia que organizaba Luciano Pavarotti en Miami y quedó entre las cien finalistas.

Aunque no ganó, sí se empezó a tomar en serio el canto, “sólo por cantar ante él y por lo que me dijo en las semifinales, que fueron en Nueva York, mi primera visita allí. Me dijo que yo era un diamante que sólo había que pulir”.

“No me veo haciendo nada más que cantar”, dijo la soprano, para la que ese es el secreto de lograr lo que uno quiere, aunque “la competencia y la carrera sean tan duras, especialmente porque esta es una profesión basada en opiniones”.

Caballero ha realizado recitales acompañada sólo de un piano y en el que canta, entre otras, “la primera canción italiana” que aprendió. “Hay algo muy especial en los recitales. Uno se enfrenta al público casi desnudo, sin maquillajes, pelucas u orquestas. Es algo muy íntimo”, dijo emocionada.

La soprano tiene especial predilección por los compositores españoles, así que también canta piezas de Enrique Granados (1867-1916), como “La maja y el ruiseñor”, un aria de “Goyescas”, así como “Poema en forma de canciones”, del sevillano Jaoquín Turina (1882-1949). La segunda parte la dedicará a arias operísticas, algo poco habitual en los recitales, que se dedica más a canciones líricas, según explicó.

“La opera Rondine le encanta, porque es de Puccini, pero no es muy Puccini. Le encargaron hacer algo menos melodramático de lo que acostumbraba. Él trató, pero no lo consiguió”, dijo entre risas la soprano, quien destacó que, aunque la ópera fue escrita a finales del siglo pasado (se estrenó en 1917), “su argumento es muy, muy moderno”.