Nacida en La Habana, Cuba, Jacqueline Fumero comenzó su carrera en la moda con una colección de trajes de baño lanzada en 2003. Desde entonces, su marca de estilo de vida hecha a mano que abarca colecciones de trajes de baño, ropa de playa y ropa de noche se ha exhibido en semanas de la moda en Cuba y en el extranjero.
Dada su misión de preservar y promover el legado cultural de Cuba a través de sus diseños, en 2011 Fumero recibió el prestigioso premio de la Feria Internacional de Artesanía de Cuba (FIART) por su compromiso con la artesanía y la tradición.
Sus diseños glamurosos sin esfuerzo son piezas versátiles que van de la playa a la ciudad, inspirados en la belleza natural de la isla, el clima y la elegancia y sensualidad innatas de las mujeres cubanas.
Jacqueline Fumero no era una diseñadora de modas, no era una artista, no era una empresaria, ella era, simplemente, una visionaria que hace 15 años encontró en el arte una forma de expresarse y transmitir lo que sentía y quién era, su amor por lo bello y lo útil, por lo elegante.
Todos sabemos que fue una gran persona, capaz de dar más de lo que podía, capaz de mostrar una sonrisa afable y sacrificar mucho por todos. La conocemos a través de sus diseños, verla hacerlos era un verdadero espectáculo, no se le escapaba nada, cuidaba desde la tela hasta la entretela, la costura y sobre todo el terminado. Era sutil, pero implacable cuando de trabajo se trataba.
Todos conocemos también su amor por el Café del Ángel, un sitio que construyó de cero, destinando sus esfuerzos, días y noches para que fuera una imagen viva de sus visione, de lo mejor de la gastronomía cubana e internacional. Un sitio tan ecléctico como la plaza, como La Habana, como ella misma.
Ahora no estará físicamente, a sus 56 años, el miércoles 18 de mayo, nos dejó producto de un cáncer contra el que también luchó mucho y tenazmente.
Pero Jacqueline Fumero no se fue del todo, se quedó para siempre en la moda cubana, en su Café del Ángel, en los cientos de personas con las que trabajó y a las cuales regaló tanto amor, sabiduría, consejos. Se queda, para siempre, como parte de ese patrimonio intangible de quienes, sobre todas las cosas, la admiramos mucho, desde cualquier lugar, en cualquier situación o empresa que tuviera.
Jacqueline Fumero era, en última instancia y como su marca retrata, una libélula fuerte, resiliente, madura, llena de luz y creatividad, que vivirá siempre.
Durante su infancia, mientras otras niñas jugaban con las muñecas, Jacqueline las tenía como modelos para idear atuendos creativos y si bien, en su juventud eligió los estudios de medicina por tradición familiar, las habilidades manuales y la aptitud innata, la aventuraron al derrotero de la moda, el diseño y la elegancia.
“Cuando hablamos de lucir bien no significa, necesariamente, que estemos en tacones y trajes las 24 horas del día. Representa, además, limpieza y cuidado del cabello”, advertía en aquella oportunidad la profesional, cuyas piezas decoraron habitualmente espacios como la Feria Nacional de Artesanía (Fiart).
Desde la primera colección, su hija fue la imagen protagonista, “sin ella no soy yo; cuando me dice que le gusta, ya estoy tranquila”, e imprimió a su obra un carácter atemporal, la inclusión continua de los nuevos estilos y su intuición sobre tendencias, estampados y tonalidades.
“No tengo tiempo de sentarme y crear. Mis musas despiertan ante la premura de organizar pasarelas y stands para diversos eventos como Arte Moda y la Semana de la Moda en Lion. Me inspiran las personas y la vida”, afirmaba entonces la versátil creadora.
En sus piezas textiles y de bisutería resultaron constantes la distinción, modernidad y sencillez. “Mis batas cubanas y mis guayaberas son diseños actuales. Rompo con estereotipos y conceptos predeterminados para evitar la monotonía. Hay colores que siempre están presentes: blanco, negro, rojo y turquesa”, aseguró.
Jaqueline Fumero consideraba que la principal cualidad de un diseñador era su capacidad de soñar y los deseos por concebir, aunque sea con lo imprescindible.
“Un artista es un soñador. Por ejemplo, mi proyección es que Cuba alcance un lugar cimero en la moda internacional, al nivel de países como Italia, Francia y Reino Unido. Existen profesionales muy capaces de lograrlo”, expresó Fumero, defensora de ese arte hasta sus últimos días.
A su juicio, su labor estaba encaminada a la mujer cubana: “siempre ha sido muy distinguida, cuidadosa y deviene patrón para el resto de las féminas del mundo. Para mí el mejor halago es que en las citas foráneas, los asistentes sepan que yo nací en esta isla”, concluyó.