Miguel Monck, diseñador cubano que ilustra el New York Times desde Ciutat Vella
La vida le ha cambiado total mente en estos dos últimos años a Miguel Monkc. De manera resumida: hace dos años Monkc cogía habitualmente el bus camino a La Habana desde Santa Fe, un pueblo común de origen pesquero situado al oeste de la capital, que en los años 50 vivió su momento de esplendor repleto de casas de ricos.
Aunque están a apenas 25 kilómetros recorriendo la costa norte, solía llevarle cerca de dos horas moverse para visitar la universidad, a sus clientes… Hasta hace dos años la vida de Monkc transcurría entre ese trayecto por donde se desbordaban las manos que harían que este joven de Cuba se convirtiera rápido en una de las mayores promesas de la ilustración internacional.
Hace dos años, justo hace dos años más ocho días, Monkc hacía su primer viaje al extranjero. La Habana - Barajas - Atocha - Manises - Ciutat Vella.
Pero antes de todo esto a Miguel Monkc, cuando se arrinconaba para dibujar sin levantar casi un palmo del suelo, su familia le dedicaba frases mitad lisonja mitad profecía: “¡por ahí va el artista!”. Aunque también, aleatoriamente: “¡por ahí va el pintor!”. El artista recuerda a mamá llevándole a ‘las casas de las culturas’ para que soltara mano. “Nunca dejó de llevarme, nunca”. La persistencia por el chico que comenzó dibujando ‘pokemones’, previo a que llegaran esos primeros óleos que están en la mitad de la casa que le corresponde a su madre después de que su padre y ella se separaran y dividieran en dos el hogar. De las paredes cuelga un dibujo de un gato con una cola que se parece a un poste de los que sostienen las vías eléctricas de la isla.
Su mamá y su abuela tampoco desistieron cuando la oportunidad de entrar en una carrera pendía del hilo de lo improbable. Monkc había estado preparando las pruebas para entrar en arquitectura. La misma profesora que preparaba hacía lo propio con la carrera de diseño y, literalmente, ese otro mundo quedaba detrás de esa puerta al fondo de la clase. Sencillo: atraído, andó hacia allí, pasó y entró.
El día en que se decidía si Monkc ganaba el acceso al Instituto Superior de Diseño de La Habana, la abuela, la mamá y el susodicho se personaron en el patio universitario a la espera de que una señora saliera ante un micrófono a cantar los números que podían cruzar la pasarela. La función se alargaba. Monck, el artista, el pintor, el que iba a ser ilustrador, tomó el camino al coche para desistir. Cabeza gacha. La pérdida de toda esperanza. De repente mamá y la abuela corren hacia el coche. Su abuela no sabe qué es la carrera de diseño pero llora y lo abraza.
Es solo el principio de una concatenación de cosas-que-no-se-saben. Una vez que entra en la carrera Monkc no sabe que es la ilustración. Hasta que el segundo año un profesor lanza al aire: ‘¿alguno de ustedes piensa ser ilustrador en el futuro?’. El futuro ilustrador que no sabe qué es la ilustración, levanta la mano. ‘Yo’. Tampoco sabía que podría ganarse la vida con ello cuando justo al acabar la universidad, una amiga le recomienda ante la jefa de ‘Periodismo de barrio’ (“Organización periodística sin fines de lucro ubicada en Cuba”). Crea varias ilustraciones para una especial sobre la carencia de agua y la directora, para no decantarse por ninguna, acaba quedándose a Monkc, quien ejerce ahora desde la distancia como director de arte de la publicación.
Hay más cosas que no se saben. El ya ilustrador tampoco sabía hace dos años cómo iba a hacer para comprar tipografías nuevas que requieren el pago por Paypal o tarjeta de crédito, sin tener ninguna de las dos vías. Su familia tampoco sabía cuál era ese periódico en el que apareció este último verano la ilustración de Monkc con cuatro mujeres encarnando la unidad, la diversidad, el coraje y el empoderamiento, y caminando sobre dos piernas de pies aleteados.
“¿El New York Times?, ¿es un periódico conocido?”. Lastrado por la diferencia horaria en el que dio acuse de recibo al mail del director de arte del NYT, Monkc corrió desde su habitación despachito de Ciutat Vella para llegar de madrugada a un encargo que debía parecer libre, rápido y espontáneo, acompañando un reportaje sobre las manifestaciones de julio en Cuba.
No se ha dicho que Monkc no sabía nada de València cuando aplicaba para hacer un máster en las mejores escuelas del mundo, cuando todas lo aceptaban y cuando para todas no le alcanzaba la plata con la que pagar la trinidad del viaje, la visa y la vida. Al final, de tanto esperar, ahorró. Un buen día vio que designaban a València algo así como la capital mundial del diseño para el año 2022. Quizá sea allí, pensó. Y aplicó para el máster de ilustración de la ciudad, en Barreira. Lo aceptaron y todo fue fácil. El viaje y la vida sí, pero el visado no. El mismo día que tenía su vuelo hacia València, hasta unas horas antes no llegó la visa. Todo eso es de lo que ahora hace dos años.
Al llegar Monkc se encontró con un falso río muy largo y verde que lo dejó “estupefacto”. Con gente menos fría de lo que sospechaba y que casi alcanza los ‘límites de la frescura’ de La Habana. Vio que las exposiciones de ilustración se llenaban. Y que desde la habitación al lado del salón en su casa del barrio del Carmen podía ser muchas cosas a la vez, en connivencia con Québec, donde está su agencia internacional, Anna Goodson.
En carrerilla, llamaron a la puerta ese conocido periódico de Nueva York, la revista Nature, Dwell, Gràffica, Mr. Porter Post… Desde allí leyó como decían de él que “no juega a ser inocente, todo lo contrario” (Luis Sicre, Art Advisor). Desde allí diseñó una bandera -la ‘bandera de la libertad’- con una rosa blanca, un triángulo y los colores verdes y negros que ondearon como emblema de las protestas en Cuba.
Hace dos años y algunas semanas estaba cogiendo el bus de Santa Fé a La Habana. En cambio, los domingos de ahora, guía a sus amigos en una vuelta satelital recurrente del IVAM al Centre del Carme, más local que los locales. Porque dibujar la ciudad equivale a recorrerla muchas veces. Monkc está a punto de mostrar la ilustración para el calendario de la embajada de España en Cuba. A él le ha correspondido el mes de febrero y el contenido de la obra se ha contado en esta conversación. Aunque, como tantas otras cosas, todavía no se sabe.