Guerra-Madrigal: el piano crece
A la espiral ascendente del repertorio pianístico cubano, que hunde sus raíces en la tradición de Saumell, Ruiz Espadero, Cervantes y Lecuona, acaba de sumarse un nuevo pero nada sorprendente giro con la puesta en circulación de la obra de Yalil Guerra, interpretada por Marcos Madrigal.
El estreno del álbum Yalil Guerra Piano Music Marcos Madrigal (sello Rycy), grabado en el estudio Abbey Rocchi, de Roma, se hará bajo la advocación de don Fernando Ortiz, al conmemorarse este 10 de abril el quincuagésimo segundo aniversario del deceso del antropólogo calificado por Juan Marinello como el «tercer descubridor de Cuba».
Dista de ser un acto voluntarista el tributo orticiano compartido por el compositor y el intérprete: para ambos el ejercicio de todas las músicas en el ámbito insular, incluida la de concierto en sus formas más elaboradas, tendrían que reverenciar como referente el legado del intelectual que en la pasada centuria desenredó la madeja del proceso de forja y consolidación de la identidad cubana, puso en su lugar sus componentes y reivindicó la enorme deuda con África.
El pensamiento musical de Guerra (La Habana, 1973) revela su plena madurez con la Sonata no. 1 (2013), no gratuitamente subtitulada Siglo xxi, en tanto asume una visión actualizada de cómo encarar una de las grandes formas para instrumentos solistas, consagrada por la tradición occidental clásica y romántica.
Cada movimiento posee desarrollos temáticos robustos y exigentes para el intérprete. Se advierte en el compositor una inteligencia técnica y emocional, a partes iguales, capaz de encauzar las tensiones entre la herencia de los planteamientos de la pianística de un Prokófiev, un Scriabin y un Bartok, y los atrevidos avances armónicos y estructurales del último medio siglo.
El resultado es un lenguaje original en su complejidad, audaz en su propuesta y agradecido por su poder comunicativo. En uno de los pasajes del tercer movimiento, Guerra devela las claves de su origen cultural, al acentuar el linaje rítmico africano, que deriva hacia estaciones cercanas al pianismo criollo del siglo XIX. Resultado promisorio pero que no toma desprevenido al escucha, dados los antecedentes de Guerra y Madrigal.
Cuando los votantes de la Academia Latina de Grabación en 2012 tuvieron ante sí el disco Elizabeth Reboso Live in LA, no dudaron en conceder el Grammy Latino a la Mejor Obra Clásica Contemporánea Seducción. Estoy seguro de que, más allá de su impecable y ceñida concepción formal, inclinó la balanza su relieve evocador, puesto de manifiesto por Marcos Madrigal en el nuevo fonograma.
Completa la entrega El batey (2009), suite de seis piezas a manera de estampas –El tostao, El dulcero, El wititío dormido, El saltarín, La criollista y El babalao– que de, un modo u otro remedan procedimientos y lenguajes caros al piano cubano desde el siglo xix hasta los tumbaos timberos, pero arrimándolos a una sensibilidad e inventiva propias.
No es casual que las partituras hayan sido incorporadas por Marcos Madrigal. A más de que, desde hace algún tiempo, trabajan de conjunto, las virtudes interpretativas del pianista cubano se hallan en plena sazón, al punto de que hoy por hoy es uno de los representantes más prominentes de nuestra escuela a escala internacional. Su posicionamiento tiene pilares en la amplia paleta de sus posibilidades técnico-expresivas, el análisis a fondo del repertorio y el estado de gracia que emana, tanto de sus grabaciones en estudio como en recitales y conciertos.
Mientras el viaje de Yalil Guerra Piano Music Marcos Madrigal comienza por las más importantes plataformas internacionales de distribución, ambos preparan una presentación especial para la audiencia cubana en la programación de cmbf, Radio Musical Nacional. Habrá que prestar atención. El piano cubano crece.