Compositor y guitarrista. Estudió solfeo, teoría de la música, técnica de la guitarra y como trovador se formó al contacto de Pepe Sánchez, Sindo Garay, Manuel Limonta, Emiliano Blez, Pepe Bandera y Manuelico Delgado.
Nace en Santiago de Cuba, antigua provincia de Oriente. Recibió clases de música de Mariana de la Torre , y concluyó, en 1914, su formación teórica y de la técnica de la guitarra, con Ángel Palacios Colás.
La primera agrupación musical a la que perteneció fue un cuarteto integrado por Ángel Palacios, Julián Garbey (Suñita) y Sabás Hechavarría; hacia 1920 formó un trío con Miguel Bisbé y Miguel Matamoros; más tarde, uno con Alberto Aroche (después lo sustituyó Gerardo Caballero) y Ñico Escudero; y otro con Juan Mustelier y Elpidio Mancebo.
En la década del 30 Salvador Adams fundó el trío Toronto-Adams, con Salvador Adams, director y guitarrista; José Toronto (Che), voz prima, y Rufino Ibarra, segunda voz.
Sobre su manera de componer apunta: «...Muchas veces comienzo por la letra, otras veces lo que bulle en mi cerebro primero es la melodía, teniendo entonces que esperar algún tiempo para componer el texto, hay que tener en cuenta que no todas las veces el compositor se inspira en un hecho de la vida cotidiana, el lenguaje puede ser real o figurado, ello determina que muchas veces el autor a la hora de crear su obra no parte de un hecho real; sino de algo que es producto de su inspiración, y así surgen la letra y melodía [...].»
Virtuoso de la guitarra, como armonista, según Vicente González-Rubiera (Guyún): «Sabía enlazar los acordes y la manera de adornarlos con los efectos que nos brinda la alta técnica guitarrística. Estos efectos los conseguía por medio de los ligados, mordentes, gruppetos, arrastres, etcétera, los cuales lograba con gran nitidez. Estas filigranas guitarrísticas hicieron muy relevantes su estatura como acompañante y como solista.
Al analizar determinados tópicos en la canción trovadoresca, Margarita Mateo Palmer considera que: El beso se convierte en uno de los más anhelados favores a que aspira el amante, lo cual entronca esta temática con la canción galante. El trovador no sólo implora y suplica, sino se siente capaz de complacer cualquier petición de la mujer amada —incluso ofrendarle su propia vida— con tal de obtener su deseado propósito:
Sublime ilusión He visto una boca que sola ha dejado perturbada mi mente desde que la vi. Qué boca tan linda, de labios de grana, qué dientes más chicos de puro marfil. Besarla quisiera y luego morir. Qué más yo quisiera, tan sólo una vez juntar a los tuyos mis labios sedientos de amor o capricho; delirio o locura. Qué boca tan linda, esa que yo vi. Besarla quisiera y luego morir.
La idea de la muerte por amor no goza de popularidad, ni tan siquiera de mediana aceptación, en la trova tradicional, aunque, dicho sea de paso, el trovador parece conocer la socorrida eficacia de este recurso en la tradición galante. [...]. Un modo bastante singular empleado por los trovadores en su canto es aquel que parte de la comparación entre los héroes de la patria. Dos figuras descuellan en estas composiciones: Antonio Maceo y José Martí. Por extraño que parezca a primera vista, suele convertirse en eje esencial del paralelo entre ellos la contraposición de los lugares de nacimiento y muerte de ambos:
Dos patrias
Nació el Titán de Bronce en el Oriente bravío una gloriosa mañana, sin saber que su destino era morir en La Habana. Martí nació en La Habana para morir en Dos Ríos, de cara al sol en Oriente muriendo por su bandera como mueren los valientes por ver a su patria libre y también independiente. Martí y Maceo son dos escudos de gloria, son dos clarines de mambises, son dos clarines de victoria y para el blanco y el negro un ejemplo y una historia.
Adviértase cómo aquí, de modo sutil, inconscientemente quizás, se refleja un eco de viejos problemas de la guerra —el regionalismo— que debilitaron al ejército cubano. Puestos a observar soterrados matices, es inevitable reconocer que la canción entraña también un deseo sentido de que haya en la patria verdadera unidad entre los cubanos, más allá de las diferencias y prejuicios raciales que estos dos grandes hombres supieron sortear.» Pero el amor fue el centro de la obra de Salvador Adams.
Otro aspecto notable de la vida de este trovador, fue su preocupación por trasmitir sus conocimientos del instrumento. Así, fueron sus alumnos Ubaldo Muñoz, Felipe Miranda, Luis Gálvez y Lorenzo Mustelier.
Obras
Bolero
Basta de dudas.
Beso de consuelo.
Burla del destino.
Cuando tú comprendas.
En mi última serenata, La niña.
La última serenata, letra: Ofelio Guevara.
Los tormentos que pasé.
Me causa celos.
Mi loco empeño.
Negro abismo.
Pobre Leonor.
Primera morita.
Se convierte en maldición.
Segunda morita
Todo me es indiferente.
Una sublime ilusión.
Zoila.
Canción
Canción de la tarde triste, letra y música: Salvador Adams y Ángel Castro.
El jilguero.
Eres un niño en el amor.
Gitana negra.
Guitarra sola.
Mercedes traicionera.
Mi último llanto.
Criolla
Dos palmas patrióticas.
La altiva palma.
La bella criolla.
Lloramos también.
Mujer y Santa Cecilia.
Naturaleza prodigiosa.
Odio en mi alma.
Presagios.
Remembranza a José Bandera.
Son
Aunque me lo pida un cura.
Dicen que mucho te quise.
Nadie nos ve
Paseando por el Yarey.
Otros géneros
Amor de madre. Vals en la mayor.
Lágrimas. en la menor.
Sonatina, en sol mayor.