Rosa Castellanos Castellanos, "La Bayamesa". Luchadora en las guerras de liberación nacional de Cuba en el Siglo XIX. Fue una hábil enfermera, organizó hospitales de campaña, y empuñó el machete y el fusil, con gran destreza en sus incursiones guerreras.
Nació en un barracón del poblado del Dátil, en Bayamo, en el Oriente del país. Sus padres se llamaban Don Matías Castellanos y Francisca Antonia Castellanos, esclavos traídos de África que asumieron los apellidos de sus amos. Compartió su vida íntima con José Florentino Varona Estrada, antiguo esclavo negro, con quien se incorporó a la contienda independentista de 1868 a 1878.
Quizá sus mayores dotes como enfermera los expresara Rosa María a través de la conjunción de su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundía respeto entre todos.
Luego de la grotesca intervención yanqui en la lucha del pueblo cubano contra el colonialismo español y tras la llegada de la mediatizada República instaurada el 20 de mayo de 1902, a La Bayamesa le fueron liquidados sus haberes de acuerdo con su grado militar. Y en el marco de desilusiones y pobreza, continuó entregando sus parabienes en labores de comadrona y otros servicios como la cura de erisipelas y empachos.
Con el estallido de la guerra, el 10 de octubre de 1868, se internó en la sierra de Guisa, en la ranchería de la Manteca. Desempeñó un papel decisivo en el abastecimiento de alimentos a las fuerzas mambisas y a los heridos en campaña.Posteriormente se hizo hábil como enfermera, organizó hospitales de campaña, y en 1870 también empuñó el machete.Fue muy perseguida por las tropas españolas y se vio precisada a marchar a Camagüey en 1871, internándose en la sierra de Najasa, para curar a los heridos insurrectos, constituyó un admirable hospital en una cueva de la Loma del Polvorín.
Salvó muchas vidas de mambises heridos gravemente en combate y se desempeñó asimismo como comadrona.Los medicamentos los fabricaba de la flora tradicional cubana. Conocía los métodos para curar las enfermedades comunes en la manigua, para las que encontraba el remedio apropiado.
Rosa participó en los combates de Palo Seco y el Naranjo, acciones en las que trasladó a sitio seguro a los heridos en la batalla. El general Máximo Gómez al visitarla en el rústico hospital, en 1873, le dijo:
He venido a conocerte, de nombre ya no hay quien no te conozca por tus nobles acciones y los grandes servicios puestos a la patria.
Ante estas palabras del bravo guerrero, Rosa le respondió:
Yo cumplo con mi deber y de ahí no me saca nadie porque lo que se defiende se defiende y yo aquí no quiero ningún majá y el que se cura se va de nuevo a la batalla (...).
Participación en la Guerra del 95
Cuando estalló la Guerra de 1895, el propio mayor general Máximo Gómez le pidió a Rosa que organizará y dirigiera un hospital en Santa Rosa, en Najasa, el cual jamás pudo ser asaltado por las fuerzas enemigas, como consecuencia de las férreas medidas de protección y vigilancia. Como un soldado más, cuando sus enfermos le dejaban ratos libres, cubría turnos en las filas de combate, cargaba armas, disparaba fusiles y manejaba el machete con destreza.
En ese contexto cuando el Generalísimo estuvo frente a la morena, le ordenó que tomara 12 hombres de su confianza e iniciara la construcción del hospital; a lo que ella le respondió: “General, me basta con dos”.
En mayo de 1896, en el sitio conocido por Providencia de Najasa, Rosa es recibida por Máximo Gómez Báez, quien después de estrecharla en fraternal abrazo le otorga los grados de capitán del Ejército Libertador de Cuba, única mujer que llegó a ostentarlos en toda la epopeya.
El ascenso además traía la siguiente observación:
Esta mujer abnegada prestó servicios excelentes en la guerra de los diez años, y en la revolución actual, desde sus comienzos ha permanecido al frente de un hospital, en el cual cumple sus deberes de cubana con ejemplar patriotismo.
Sus últimos días de vida
En plena desgracia, a duras penas el Ayuntamiento le aprobó un crédito de 25 pesos mensuales como socorro, el 4 de septiembre de 1907. Pero quedaban solamente veintiún días para su fallecimiento, víctima de una afección cardiaca.
Por sus sobrados méritos, su cadáver fue velado en el Salón de Sesiones del mismo Ayuntamiento, donde permaneció por espacio de unas treinta horas. El Centro Territorial de Veteranos de la Independencia le ofreció los honores militares que le correspondían, y el pueblo de Camagüey desfiló depositando ofrendas y otorgándole el merecido tributo de cariño y admiración a La Bayamesa. En la primera plana del Periódico El Camagüeyano de ese día, se publicó la noticia.
Antes de morir, ella hizo un testamento en el que designaba como albacea y heredero universal de sus escasos bienes a Nicolás Guillén Urra , padre de quien se convirtió en el Poeta Nacional de Cuba. Tal parece que con ello, anunciaba la continuidad de su vida revolucionaria.
El Monumento a Rosa la bayamesa es una construcción conmemorativa hecha en homenaje a su destacada labor en las Guerras de liberación nacional. El objeto social del mismo es el de habilitar un lugar que permitiera crear fuente de empleo a la mujer bayamesa y desarrollar actos conmemorativos, actividades infantiles. En fin crear un espacio donde se reconociera el trabajo de la mujer en cualquier esfera de trabajo.