Novelista, crítico, ensayista, periodista, guionista de cine. Premio Cervantes de la Lengua Española. Una de las figuras insoslayables de la literatura cubana de la segunda mitad del siglo XX.
En 1941 se traslada con su familia a La Habana y allí empieza a escribir, por lo que abandona sus estudios de Medicina y comienza a trabajar en diversos oficios, ingresando en 1950 en la Escuela de Periodismo de Cuba.
En 1951 funda la Cinemateca de Cuba junto a Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea, y lo dirige hasta 1956. Trabaja como crítico de cine con el seudónimo de G. Caín desde 1954, en el semanario Carteles, del que tres años más tarde es redactor-jefe. En 1959, tras el cambio político en Cuba, se le nombra director del Consejo Nacional de Cultura y, a la vez, subdirector del diario Revolución. Poco después es director del magazine cultural cubano Lunes de revolución, desde su fundación hasta su clausura en 1961.
Durante el primer gobierno de Fidel Castro (1962-1965) es enviado a Bruselas como agregado cultural y también como encargado de negocios, pero sus discordancias con el nuevo gobierno llegan a su punto máximo en 1968, cuando concede una entrevista a la revista argentina Primera Plana criticando al régimen cubano; esto provoca una fuerte reacción en Cuba que le lleva a abandonar su cargo diplomático. Pasa una temporada en Madrid y, más tarde, pide asilo político en Inglaterra donde se nacionaliza, fijando su residencia en Londres.
El conjunto de su obra es una especie de "collage" de La Habana prerrevolucionaria, además de una síntesis de la ideología del autor; considera que el compromiso no es indispensable para hacer una literatura crítica y que, en ciertas condiciones, el goce estético sirve también para cuestionar los poderes establecidos.
El erotismo está presente en toda su obra, pero siempre "en función de la parodia y de la risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", según dice él mismo. Siendo el cine lo que le atrae e impulsa al comienzo su actividad cultural y periodística, marcha a Hollywood y se convierte en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga y Wonderwall. Ejerce también como profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia y conferenciante en otras universidades americanas, como la de Oklahoma.
Guillermo Cabrera Infante evidenció su afición por el cine desde sus primeros escritos críticos, publicados en la revista Carteles en 1954 y reunidos luego en el volumenUn oficio del siglo XX (1973), donde compone una suerte de biografía imaginaria del crítico G. Caín, alter ego del propio autor. Asimismo pueden citarse otras compilaciones de artículos o ensayos sobre cine, como Arcadia todas las noches (1978), donde aparecen algunas conferencias que impartiera en La Habana sobre realizadores como Orson Welles, Alfred Hitchcock, John Huston o Vicent Minnelli; o como Cine o sardina (1997), con el que alcanza cuatro ediciones a sólo cuatro meses de ser publicado.
Además del cine o de la música popular, la historia de Cuba es otro de los temas frecuentes en la obra ensayística y crítica de Cabrera Infante. En ese sentido, los textos reunidos en Mea Cuba (1992) constituyen una exaltación del exilio y un ejercicio de la memoria, puesto que en ellos reinventa a su país natal desde la distancia y desde sus propias ideas políticas.
En Holy Smoke (1985) –luego traducido al español bajo el título de Puro humo (2000)– desarrolla el relato autobiográfico de un fumador adicto y ofrece un catálogo de películas, actores y canciones donde el humo y el cigarro tienen una presencia protagónica. Entre esta zona de la obra de Cabrera Infante sobresalen también algunas obras de carácter experimental, como O (1975) y Exorcismos de esti(l)o (1976), compuestos a partir de fragmentos o misceláneas narrativas imposibles de clasificar según límites estrechos de lo narrativo o lo ensayístico. En sentido general las obras de Cabrera Infante contaminan géneros en prosa como la crónica, la crítica, el ensayo, la autobiografía, la viñeta, el relato, el cuento o la novela.
El primer volumen narrativo de Guillermo Cabrera Infante se titula Así en la paz como en la guerra (1960), y reúne varias viñetas de la lucha contra Batista así como relatos que recrean la vida de La Habana prerrevolucionaria. Sin embargo, el reconocimiento internacional como narrador lo conquistaría a partir de 1964 con su primera novela, con la cual obtuvo el Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral. Publicada luego con el título de Tres tristes tigres (1967), esta obra recrea las experiencias de un grupo de jóvenes heterogéneos en el ambiente nocturno de los bares habaneros de 1958. Además de la ciudad como escenario fundamental, en su primera novela sobresalen también otras preocupaciones que luego se repetirán en la obra narrativa de Cabrera Infante. Tal es el caso de las estructuras narrativas sofisticadas, conformadas a partir de voces y discursos del más diverso origen; el carácter autorreflexivo de la obra literaria y la parodia de sus propios procedimientos; así como los numerosísimos juegos verbales que se alimentan también de su interés por diversas cuestiones lingüísticas. Así, en sus obras es frecuente el uso de anagramas, palíndromos, paradojas, hipérboles, errores tipográficos, pastiches y todo tipo de malabares verbales; así como también se repite el interés por reproducir el habla viva de las más disímiles normas lingüísticas que confluyen en La Habana de sus recuerdos, como la jerga del jazz, el habla popular o el habla de la pequeña burguesía. En La Habana para un infante difunto (1979) –considerada por muchos como novela erótica– Cabrera Infante insiste también en un relato de contenido autobiográfico donde la capital, la historia y el habla de su país natal se hacen centros temáticos, y donde se afianza un estilo narrativo conformado a partir de la parodia, la burla, las marcas de la oralidad, las travesuras verbales y la intertextualidad. Como continuación de sus obsesiones Cabrera Infante escribe también varios libros de cuentos y relatos, así como una última novela titulada Ella cantaba boleros (1996), donde recupera y enriquece algunas de las historias de Tres tristes tigres.
Guillermo Cabrera Infante fue uno de los primeros guionistas latinoamericanos en insertarse exitosamente en Hollywood, adonde viajó en 1970 para el rodaje de Vanishing point, una road movie que obtuvo gran éxito de taquilla. Con anterioridad, y con menos éxito, ya había escrito el libreto del film Wonderwall (1967), enriquecido luego por la música de George Harrison. También participa en otros proyectos cinematográficos, como la adaptación para Joseph Losey de una novela de Malcolm Lowry titulada Under the volcano –el guión homónimo, terminado en 1972, nunca se llegó a filmar–; o la escritura del libreto que dio origen a La ciudad perdida (2005), ambientada en Cuba y dirigida por Andy García.