Germán fotógrafo cubano pionero de la fotografía del cuerpo humano en especial del cuerpo masculino.
Germán Puig nació en Sagua la Grande. A los diecisiete años matriculó pintura y escultura en la Academia San Alejandro.
Su primer cortometraje "Sarna" lo filmó con Edmundo Desnoes en el año 1952, a su vuelta de París, tras haber fundado en 1951 la Cinemateca de Cuba con la ayuda de Henri Langlois, director y cofundador de la Cinémathèque Française con George Franju.
Su encuentro con Langlois (que se identificó con Puig dado que ambos enfrentaron problemas iniciales similares) fue decisivo: Langlois aceptó enviar filmes franceses para el Cine-Club de La Habana, con la condición de el Cine-Club de la Habana se convirtiera en la Cinemateca de Cuba, puesto que la Cinémathèque Française podía solamente intercambiar filmes con un organismo similar. Esto fue prácticamente una mera formalidad para Puig ya que los estatutos del Cine-Club de La Habana contemplaban la recuperación de filmes como una verdadera Cinemateca.
Así, el Cine-Club de la Habana (oficializado como institución en 1948 y fundado con Ricardo Vigón) se transforma por iniciativa de ambos (Puig y Langlois) en el marco del Congreso de la Federación de Archivos Fílmicos (FIAF) de 1951, en la Cinemateca de Cuba, nombre del que utilizó en 1961 Alfredo Guevara dentro del recientemente creado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). El legado tanto de Puig como de Vigón sería luego negado y hasta silenciado. Ricardo Vigón seguiría colaborando con Langlois en el funcionamiento de la Cinemateca de Cuba al regreso de Puig a La Habana en 1952.
A pesar de que el cine cubano no fue impulsado hasta la creación del ICAIC en 1959, Puig ya había realizado varios cortometrajes junto a un grupo que incluía a Carlos Franqui, Edmundo Desnoes y Néstor Almendros. Este último fue director de fotografía de uno de ellos, titulado "El Visitante" (hacia 1955), nunca terminado.
Junto a Carlos Franqui realizó "Carta de una madre", y con Edmundo Desnoes Sarna (1952).
Desde los años 60 al 70, Puig hace fotografía de moda, retrato, y trabaja en publicidad como fotógrafo así como cineasta publicitario en España. Fue en Madrid donde primero empezó a experimentar con el desnudo masculino pero fue arrestado y acusado de pornógrafo, durante el franquismo. Puig no acude a su cita con el juez para aclarar su situación, lo que provoca su Busca y Captura por las autoridades españolas, y se marcha a París para probar que su obra es artística.
En París sería pionero en la edición de la historia del desnudo masculino en la fotografía, iniciativa que sería recuperada más tarde por distintas editoriales del mundo entero. Y gana fama como artista en contra de toda acusación de pornografía. Sus fotos están actualmente en la Bibliothèque Nationale de France como artista contemporáneo. Poco tiempo después de la muerte de Franco, se muda a Barcelona donde vivió hasta su muerte.
Pionero, tanto en la edición como en la autoedición de la Historia del desnudo masculino fotográfico en general, con su editorial "Collection Nu Masculin". Editó "Yang" (de su propia obra) ,2 "Von Gloeden et le XIX siècle",3 "Akademia, Le Nu academique Français",4 "Païdos, l'enfant nu"5 y "Cuir et fantasmes".6
Herman Puig fue el protagonista de un film documental de David Boisseaux-Chical sobre su exilio cultural de Cuba, 789 así como de "Fermento" de Manuel Zayas, y también de entrevistas filmadas para televisión.
Rafael Acosta de Arriba ha escrito:
La relación de elogios hechos a la obra de Puig es grande, y plasmarla en esta nota consumiría demasiado espacio. Solo reflejaré algunas muestras del reconocimiento general a su trabajo: Miguel Losada consideró que Puig con sus fotografías había instaurado la moda Camp, incluso antes de Susan Sontag; Enmanuel Vincenot alabó los esfuerzos del cubano por que se considerase la fotografía un arte independiente; Francisco Umbral se refirió en uno de sus artículos en El País, de 1980, al aliento hamiltoniano de las fotos de Puig; Juan Cruz reconoció el magistral tratamiento de la luz en las imágenes; Guillermo Cabrera Infante lo llamó “el Cocteau cubano”; Terence Moix consideró que era un artista de gusto sofisticado, y C G Cupic afirmó que ante sus desnudos era irrelevante el adjetivo de masculino.
Durante cuatro décadas la obra de Puig fue desconocida para los públicos y la crítica especializada cubana. Gracias a la observación de un amigo valenciano supe de la existencia del fotógrafo cubano. Andaba yo en mis investigaciones sobre fotografía del cuerpo, mientras armaba un libro sobre el tema, y de pronto tropiezo con las imágenes gestadas por Puig. De inmediato me propuse conocerlo.
Durante una visita a Barcelona, Acosta de Arriba pudo conocer personalmente al eminente fotógrafo. Un hecho fortuito ayudó. Casualmente, Puig había leído en Internet un artículo que publiqué en 2004 en la Revista Sexología y Sociedad, lo que facilitó el intercambio epistolar. Primero cruzamos correos electrónicos, y luego conversábamos por teléfono cada vez que visitaba Madrid. Su voz era notablemente juvenil, no la de un octogenario, lo cual le hice saber y le agradó. Era un gran conversador, muy criollo y cotillero, lleno de gracia y ocurrencias. Después publiqué una entrevista que le hice por correo, publicada en la revista Revolución y Cultura y un ensayo en La Gaceta de Cuba.
Casi al mismo tiempo, el crítico de cine Juan Antonio García lo había contactado para que le narrara las peripecias que condujeron a la creación de la Cinemateca que, entre Puig y Ricardo Vigón, habían organizado en los años 50 en La Habana. Como resultado de estas indagaciones simultáneas, Puig comenzó a ser divulgado en su país, tardíamente, cierto, pero finalmente en Cuba su obra y su entrega a la cultura y al arte se conocían.
Mantuvimos durante mucho tiempo una comunicación electrónica, y a veces telefónica, hasta que en la primavera de 2013 pude visitar Barcelona y conocerlo personalmente. Este encuentro se convirtió en el centro de ese viaje a la antigua Ciudad Condal.
En su apartamento mantenía un cuarto como estudio, pues Puig hizo fotografías del cuerpo hasta el final de sus días. Allí conversamos toda una tarde y nos hicimos algunas fotos, luego me invitó a que participara como opinante de su obra en un documental que le iban a realizar y pude comprobar lo presumido que era aquel anciano a la hora de escoger la bufanda que se pondría para la filmación. En un bello parque de Barcelona se grabaron las imágenes del documental y, sentados en un banco, establecimos una desenfadada conversación que formó parte de la película.
Lo invité a volver a Cuba, de la que solo tenía noticias por los medios y por las escasas vistas que recibía de la isla. Quería organizarle una muestra en alguna galería, y pude armar toda la logística de ese viaje gracias a los buenos oficios y la voluntad de ayuda a la cultura de Eusebio Leal, pero a Puig no le entusiasmaba la idea de viajar en avión, a pesar de sus grandes deseos de pisar de nuevo el suelo natal, y la visita y la muestra no se materializaron.
No obstante, en la exposición colectiva que realicé en 2012 sobre fotografía del cuerpo en el Centro Hispanoamericano de Cultura incluí sus imágenes, y en el libro La seducción de la mirada. Fotografías del cuerpo en Cuba (1840-2013), de 2014, un vasto panorama sobre el tema en la historia de las imágenes del lente en el país, al único artista al que le dediqué un capítulo completo fue a él.
Realmente German Puig fue un embellecedor de la imagen del cuerpo humano, un enamorado de las significaciones estéticas del signo cuerpo. Conocido en Europa y en el mundo, fue en su país donde más tardíamente se le reconoció. Su vida fue entregada a ese sublime propósito, y creó un imaginario del cuerpo humano de altísimo nivel.
Corresponde ahora a la cultura cubana organizarle, en algún momento y lugar, el homenaje que se merece, una vez que la normalidad regrese a nuestras vidas.