Luchadora independentista. Esposa del patriota cubano Ignacio Agramonte con quien se casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad el 1 de agosto de 1868.
Nació en Puerto Príncipe, Camagüey. Era la mayor de las dos hijas del matrimonio formado por el médico José Ramón Simoni y Manuela Argilagos.
Hija de una familia acomodada, mantuvo siempre ferviente patriotismo y ansias liberadoras para Cuba.
Esposa del patriota cubano Ignacio Agramonte con quien se casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad el 1 de agosto de 1868.Pero para llegar a aquel momento tuvieron que sortear el difícil escollo que representaba el padre de la muchacha. Ignacio, aunque sin problemas económicos, no era bien mirado por el cabeza de familia, ya que sus riquezas materiales no se correspondían con la de los Simoni.
En un momento de tensión ante la oposición paterna, Amalia le expresó: No te daré, papá, el disgusto de casarme contra tu voluntad, pero si no con Ignacio, con ninguno lo haré.
Puede decirse que aún en la Luna de miel, Ignacio va a la manigua redentora el 11 de noviembre de 1868, para luchar contra el colonialismo español.
El primero de diciembre de aquel año inolvidable, la familia Simoni decide abandonar la casa-quinta de Puerto Príncipe y trasladarse a la finca La Matilde. En la ciudad están señalados por las autoridades coloniales: los dos yernos del doctor Simoni son líderes de la insurrección.
Cuando la vida de campaña lo permite, para la pareja se convierte en un lugar de amor La Matilde, donde nació el 26 de mayo de 1869 el primogénito Ernesto, al cual su padre nombraría cariñosamente Mambisito.
Pero la situación en aquel lugar se había complicado por la cercanía de las operaciones enemigas. Agramonte, que para entonces ya era un respetado jefe, decidió trasladarlos a un sitio que llamó El Idilio, en las proximidades de la serranía de Cubitas.
Sin embargo, tiempo después vendría la separación definitiva: celebraban el cumpleaños del niño cuando se anunció la inminente llegada de una columna española. La esposa de un soldado tiene que ser valiente, fue lo último que le escuchó decir Amalia a su marido.
Si durante la etapa de noviazgo, cuando él estudiaba o trabajaba en La Habana y ella permanecía en Puerto Príncipe, el intercambio epistolar fue intenso y muy emotivo, en el período de la guerra alcanza una trascedencia que perdura por el desbordamiento de amor y de patriotismo.
Amalia fue una activa colaboradora de las fuerzas mambisas y prestó servicios en hospitales de campaña. Asimismo sufrió los rigores de la cárcel y luego del exilio.
En una ocasión, arrestada por las fuerzas españolas, ya en plena Guerra de los Diez Años, se le requirió que escribiera a su esposo, Ignacio Agramonte, para que abandonara la lucha. Su respuesta fue categórica:
"Primero me dejo cortar una mano antes que escribirle a mi esposo para que sea un traidor".
¡Fáciles son los héroes con tales mujeres!, diría años después el Prócer cubano José Martí, al conocer de este lance.
Al hacerse insostenible su permanencia en Cuba emigró a Nueva York, donde naciera su hija Herminia, a la cual no llegó a conocer El Mayor.
El 11 de mayo de 1873 cae en combate en los potreros de Jimaguayú el mayor general Iganacio Agramonte, uno de los principales y más queridos jefes de la lucha independentista, a quien sus soldados llamaban, simplemente, El Mayor.
En Yucatán, México, conoció de la caída en combate de su amado y dejó una frase de hondo amor a la patria y a la familia:
"Parece que cuando una tiene hijos ama más la libertad".
Al concluir la Guerra Grande (1868-1878), Amalia regresa a su Puerto Príncipe, pero en 1895 estalla la nueva contienda, organizada por Martí, y el gobierno colonial practicamente la obliga a emigrar. Le temen a su ejemplo y a su patriotismo.
De vuelta a Estados Unidos, otra vez recauda fondos para la lucha. En la temporada actúa como soprano en el De Garmo Hall, de Nueva York, en funciones de beneficio. Tiene buena acogida de la crítica, que llegó a considerar su voz entre las mejores y más timbradas de entonces, según su amiga la poetisa Aurelia Castillo.
Al finalizar sin independencia la guerra, se opone tenazmente al intervencionismo yanqui y a la Enmienda Platt. Le ofrecen ayuda económica por ser la viuda de El Mayor, pero la rechaza: Mi esposo no peleó para dejarme una pensión, sino por la libertad de Cuba."
El 24 de febrero de 1912 devela en el principal parque de la ciudad de Camagüey -antes Puerto Príncipe- una estatua ecuestre de Agramonte, hecha por colecta popular. El parecido es tal que sufre un desmayo.
A los 73 años de edad falleció Amalia en La Habana. Había pedido que la enterraran junto a su padre en el Cementerio de Camagüey, cerca de donde podría estar su amado Ignacio, cuyas cenizas debieron ser esparcidas en el camposanto por orden de las autoridades españolas, según reza la leyenda popular.
Desde el primero de diciembre de 1991, los restos de Amalia reposan en su querido Camagüey, a donde fueron trasladados desde la capital cubana.