Ingeniero cubano ganador del premio
Estudió la carrera de Ingeniería en Instalaciones Nucleares y Energéticas los años 2000 y 2004 en el InSTEC (Intsituto Superior de Ciencias y Tecnologias Avanzadas), antiguo ISCTN (Instituto Superior de Ciencias y Tecnologías Nucleares). Durante su maestría, realizada en el InSTEC, hizo una visita al ICTP (Centro Internacional de Física Teórica) en Triestre, Italia; esta sería a clave que le abriría las puertas de la Universidad de Twente.
Durante una conferencia en Argelia en el año 2006, un profesor que había conocido el año anterior en Triestre, le ofreció la posibilidad de elegir entre dos proyectos; entonces se decantó por los trabajos biomédicos, dentro de los cuales el desarrollo de inyecciones sin agujas es el que mayor atractivo genera. Al preguntarle sobre esta investigación responde:
“La idea en sí es bastante antigua, al menos desde el siglo XIX en Francia hay una referencia. A partir de 1950 se han visto ejemplos con variada tasa de éxitos, en campañas de vacunación, etc. Pero se detectaron algunos riesgos debido a contaminación entre inyecciones a diferentes personas.
“En las dos últimas décadas se ha dado un incremento en el número de artículos y unos pocos productos en el mercado. La novedad de mi visión es que se enfoca en inyectar cantidades de líquido muy pequeñas (pL y nL) en las capas más superficiales de la piel. Anteriormente se buscaba inyectar aproximadamente 1mL y de manera intramuscular.”
El proyecto está conformado por varios estudiantes de postgrado y un desarrollador de negocios, lo cual permite una mayor interdisciplinariedad. Esto es vital para la eficiencia científica, así como para el reconocimiento social y la consiguiente obtención de presupuesto.
“Estamos todavía una fase temprana, pero hemos acumulado resultados muy interesantes e importantes. Unas seis publicaciones en revistas de alto calibre y una patente publicada. Hemos recibido financiamiento de la Unión Europea, y recientemente del gobierno Neerlandés”, agrega. Durante este tiempo han estado trabajando con tejido exvivo de piel porcina, y planean empezar a trabajar con piel humana próximamente.
Hay varios métodos de inyecciones sin aguja, explica. “El nuestro se basa en calentar el líquido a ser inyectado con láseres de onda continua como fuente de energía. El calentamiento resulta en la formación de una burbuja de vapor que crece rápidamente. Debido al confinamiento brindado para contener el líquido dentro de un canal de dimensiones microscópicas y la explosividad del fenómeno, el líquido frente a la burbuja es expulsado a velocidades del orden de los 360 km/h. La alta velocidad y las pequeñas dimensiones de las gotas de líquido (o jet) aproximadamente 50 µm, permiten atravesar la piel causando daños imperceptibles.
“Muchas veces la gente se pregunta si no se daña la medicina debido al calentamiento y, hasta ahora, los estudios que hemos realizado nosotros y otros grupos de trabajo indican que no hay cambio que se pueda detectar, pero tenemos que seguir haciendo investigaciones para corroborarlo. Otros investigadores han resuelto el problema construyendo una membrana que separa el líquido que estás calentando del líquido que vas a inyectar, así no hay ningún riesgo de dañar por el calor lo que se inocule.”
“Nosotros estamos usando láseres menos potentes de onda continua, y todavía estamos investigando el tiempo exacto, pero todo ocurre en menos de un milisegundo”, expone.
Durante este primer momento se han empleado las inyecciones sin agujas para los tatuajes médicos. Fernández Rivas explica las razones: “En efecto, he elegido comenzar con los tatuajes médicos pues la tinta usada no se ve afectada por el calor del láser, como sí puede pasar con los medicamentos; esto es oportuno para probar la tecnología y aprender. El aprendizaje puede llevar a utilizar la misma tecnología en tatuajes de recreo, algo muy popular últimamente.
En momentos en que la COVID-19 atemoriza al mundo y los prototipos de vacunas son ya una realidad, una campaña de vacunación masiva a nivel mundial está en camino. Según el ingeniero su proyecto podría ayudar mucho: al eliminar la aguja, se acorta el tiempo de preparación de la inyección, se ahorra en materiales y esterilización. “No menos importante, mucha gente les teme a las agujas; una de cada cinco personas aproximadamente”, afirma.
Según estimados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se usan 44 millones de agujas cada día. Si podemos aliviar de alguna manera el sufrimiento a las personas que necesitan ser inyectadas, y a la vez reducir la contaminación ambiental, `matamos dos pájaros con una sola piedra´.