Soprano. cantante y patriota cubana. Esposa del músico Guillermo Tomás
Nace en la calle Velasco No. 46 e/ Santa Clara y San Carlos, en la ciudad de Cienfuegos, Cuba.
Esta cantante y patriota cubana comienza sus estudios de primaria y de música a los 7 años de edad en la Escuela de Rafaela González Mendosa, de su ciudad natal. En 1878 se traslada en unión de su familia a la Coruña (España). Allí continúo sus estudios secundarios en el Colegio de Alfredo Totosaus, y a su vez, estudió canto con el presbítero y excelente cantante español Antonio Diez y piano con el maestro Casa. En la gran metrópoli, Ana Aguado dio lecciones de canto y música con el profesor Emilio Agramonte.
Terminados sus estudios musicales y de formación académica a los diecisiete años, Ana Aguado hizo su debut el 27 de diciembre de 1883, interpretando un programa de obras vocales de Chopin y Robandi. Con su bella y poderosa voz de soprano dramática, logró sus primeros triunfos artísticos que le valieron un contrato como profesional en el exclusivo Liceo Brigantino, de la Coruña. Actuó desde ese momento en la misma infinidad de veces con igual éxito.
Regresó a Cuba en 1885, residió de nuevo en la ciudad de Cienfuegos, donde se presentó en sociedades populares, El artesano, Liceo artístico y Literario, y en otros escenarios de esta ciudad. En todos esto recitales Ana Aguado va adquiriendo un considerable prestigio por sus fieles interpretaciones de la obra teatral lírica de los compositores españoles Francisco Barbieri, Joaquín Gaztambido, Sebastián Güell, José Rogel, Romea y Valverdi, Enrique Campano, y del santiaguero Laureano Fuentes Matons de quien entrenó a principios de 1889, su ópera Seida, con algún éxito de público y crítica. En muchas de éstas presentaciones, la joven cantante actuó junto a músicos Cubanos prestigiosos que se habían radicado en Cienfuegos después de concluida la guerra de los Diez Años, y posteriormente a sus grandes triunfos en el extranjero. Entre ellos se encuentran los compositores y pianistas Tomás D´ Clouet (1820-1887), José Manuel Lico Jiménez (1851-1917), y el flautista sagüero Ramón Solís (1854-1891).
Se cuenta como uno de los tantos hechos significativos en la carrera artística de Ana su actuación el 8 de julio de 1888, en la sociedad El Artesano donde fue acompañada en el piano por Lico Jiménez. Otro hecho importante por la joven artista fue el haber conocido en una de esas veladas en 1885, al joven flautista Guillermo M. Tomás, quien será más tarde su esposo, y el hombre que más influiría en su vida personal y profesional.
A fines de 1889, al igual que muchas familias cienfuegueras inconforme con la política del régimen español, Ana Aguado y sus parientes más cercanos se vieron precisados a marchar a Estados Unidos. Ya en Nueva York se reúne con Guillermo M. Tomás el que la esperaba exiliado por la misma causa revolucionaria. A los pocos meses (1890), contrajeron matrimonio, y se radicaron en el barrio de Brooklin. En esta ciudad se integraron al movimiento de artistas revolucionarios que existía entre los emigrados cubanos, encabezados por el pianista y cantante camagüeyano Emilio Agramonte (1844-1918).
Secundado por un vigoroso grupo de excelentes aficionados y profesionales de la música. Al igual que todos esos artistas Ana, no sólo se destaca como cantante, sino también como eficaz organizadora de veladas patrióticas musicales, efectuadas voluntariamente en los distintos clubes revolucionarios cubanos organizados en la ciudad de Nueva York.
El 7 de julio de 1890, fue invitada por José Martí a participar en una función periódica a beneficio de la guerra libertadora.
En 1893, Ana Aguado ganó en difícil oposición la plaza de soprano solista en la Capilla de Música de la iglesia de San Francisco Javier, de Brooklyn. En dicho lugar existía por esa época un excelente cuarteto vocal clásico y un coro de treinta cantores y un organista. La capilla era punto de reunión de los diletantes de la música de la época. Ya por esos años Ana era conocida por el sobrenombre de “La Calandria Cienfueguera” y había ganado un sólido prestigio por sus recitales en el Club Política Cubano, Los independientes y en los teatros Hardman, Columbus Hall, Berkeley Liceum, Brunswie Hall y en la Escuela de Opera y Oratorio, fundada por el pianista y cantante camagüeyano Emilio Agramonte (1844-1918), este último, aprovechando la fama de Ana con la colonia de emigrados Cubanos de Nueva York, organizó una velada patriótica el 28 de agosto de 1895 con el fin de recaudar fondos para socorrer a los heridos cubanos en campaña. Esta actividad tuvo lugar en la Iglesia Metodista Americana. Por el numeroso público y lo recaudado, quedó demostrado una vez más el fervor revolucionario de los cubanos en el exilio. Independiente de Ana, se contó también con la participación del propio maestro Agramonte y Guillermo M. Tomás.
Terminada la guerra del 95, un 30 de septiembre de 1898, la soprano Ana Aguado, su esposo Tomás y su pequeño hijo Eduardo, regresan a Cuba. A pesar de los nueve años de exilio, con la nostalgia y sin sabores sufridos en país ajeno, no puede ocultar la alegría del regreso a su patria.
Radicados en la Ciudad de La Habana, Ana fue nombrada profesora de canto en el Conservatorio Nacional de Música de Hubert de Blank. Intentó fundar un instituto vocal (de poca duración), y dio clases particulares de canto con los métodos más modernos de su época.
Cuando su esposo Guillermo M. Tomás (flautista, compositor y director) organizó la Banda Municipal, la Academia Municipal de Música Dr. Juan R. O´Farril (adjunto a la banda), en 1904 el Orfeón Municipal y en 1908 la Orquesta Sinfónica de la Habana, encontró en Ana Aguado su más cercana y eficaz colaboradora. Precisamente, en la primera presentación de esta última agrupación fundada por Tomás, efectuada el 26 de diciembre de 1908 en el Teatro Nacional (hoy Galería Lorca), la orquesta acompaño a Ana Aguado en una de sus últimas actuaciones públicas. Ya se encontraba delicada de salud. La artista interpretó la escena y aria “Giunse al fin”, de la ópera “Las bodas de Fígaro”, de Mozart, Standehen, de Shubert, Mir. sus don Augen, de Chopin y la escena y aria “Ah Pérfido” de Beethoven.
Desde el 1915 no era ya dueña de su garganta y el momento terrible llegó finalmente en la madrugada del 6 de mayo de 1921, cuando dejando la más inefable memoria, desapareció de esta vida, quien había triunfado como mujer, como artista, como madre y esposa abnegada y sobre todo, como patriota. Aquella voz en otro tiempo tan dulce y bien timbrada, dejó de sonar para siempre.
Martí, refiriéndose a su arte, le expresó en una famosa carta: “Para disponerse a morir es necesario oír antes la voz de una mujer”
Fuente: Wikipedia