Originario de Manzanillo, núcleo del que proviene un segmento importante de la plástica cubana más actual en el oriente de Cuba, Lago se graduó del Instituto Superior de Arte en La Habana y trabaja mayormente usando pigmentos fluorescentes que resaltan bajo la luz negra.
Suele pintar símbolos de felicidad como mariposas, caras sonrientes y flores, y para esta ocasión su idea fue crear “una forma de escapismo que envíe un mensaje de amor, felicidad y espiritualidad», explicó en la misma misiva.
El artista ha realizado varias exposiciones en la Isla. En 2011 ganó el Premio Internazionale di Pittura ISOLE Sardegna-Cuba y en los próximos meses hará una residencia artística en el Malévoz Cultural Quarter en Monthey, Suiza.
Siendo todavía estudiante universitario, encontró una línea de trabajo que desarrolla de forma sostenida hasta la actualidad. Con un sello estilístico absolutamente personal, Lago explora conceptos relacionados con la experiencia subjetiva de la felicidad humana y todos los estados que a ella se asocian: la tranquilidad, el placer, el deslumbramiento, el éxtasis, la euforia, el bienestar, la alegría, etc.
Las connotaciones relativas de muchos de estos conceptos se relacionan con la presencia de una dualidad que permea toda la obra del pintor: el contrapunto entre la experiencia real y la experiencia que, a través del arte, es sublimada en el recuerdo o en la imaginación; sin excluir la posibilidad de que ambas se fabriquen mutuamente.
La vivencia humana de la felicidad ha sido un tema que ocasionalmente trataron artistas como Henri Matisse, Paul Gauguin, Marc Chagall y otros. Alberto Lago bebe de estas fuentes, pero también de la visualidad psicodélica de los años sesenta y de las diversas corrientes del neoexpresionismo.
En su pintura se combina lo abstracto con lo figurativo y casi cada elemento está construido a partir de un repertorio de signos más o menos estereotipados por la cultura (happy faces, corazones, estrellas, flores, etc.), conectados a la impronta del bad painting norteamericano.
Todo el espectro cromático se utiliza de manera desinhibida pero cuidando de evitar la estridencia a partir de la mezcla con blanco. El resultado, sobre todo en el caso de los paisajes, es el de una “armonía ruidosa” que lo engloba todo.
La obra de Lago tiene además una característica que la distingue en el panorama plástico cubano contemporáneo: está pintada casi de forma exclusiva con pigmentos fluorescentes, por lo que los lienzos se transfiguran bajo el hechizo de la luz negra.
La vocación escapista –que este pintor tiene plenamente asumida como postura vital frente a una realidad que considera agresiva y cínica- alcanza así su paroxismo no ya en la creación de un tipo determinado de imágenes, sino en la creación de una atmósfera casi fantástica que invita al espectador a participar de su irrealidad.
Expuso sus obras en la muestra personal "La maravilla escondida" en una de las bóvedas de La Cabaña durante la duodécima Bienal de La Habana.
Daniel G. Alonso en OnCuba expresó "Cada obra que apreciaba llamaba la atención, sus resultados plásticos y visuales son únicos en nuestro contexto; allí, detenido en el tiempo, mis ojos trataban de captar cada detalle, cada pincelada y cada matiz. Asimismo, pude percatarme de varios aspectos que, sin lugar a dudas, forman parte del quehacer diario del artista, quien gusta mucho de jugar con la sensorialidad del espectador y con sus estados de ánimo".
Alberto Lago apostó desde sus años de estudiante en el ISA por investigar la pintura como material histórico de expresión visual, hasta encontrar en ella procedimientos suficientes que le permitieran desarrollar su sensible imaginario neorromántico de joven artista del siglo XXI.
Para algunos profesores, críticos y especialistas los riesgos asumidos por su pintura eran de los más atrevidos planteamientos de su generación, porque su obra se mueve entre una luminosidad y una coloratura de la felicidad real y aparente pero que lleva en el interior de su caos un nivel alto de conflicto existencial, muy propio de los tiempos en que se desarrolla.
Por otra parte, Lago no le teme al medio: ni al pictórico ni al sociológico, y se desborda desde el acrílico para obligarnos a no ser indiferentes a sus preocupaciones, estados emocionales y placeres vivenciales.
Ese propio accionar desde una pintura actualizada hacia todo su pensar interior le va fomentando nuevos conflictos creativos de los que ha surgido Metanoia, una serie que es vista como un proceso potencialmente productivo de saneamiento luego de una caída o rompimiento.
Los lienzos que está creando parten y se nutren de ese acto y concepto psicológico asociado a la autorrecuperación positiva y en ella va nuevamente reorganizando y maximizando sus procedimientos y sus inquietudes hacia las problemáticas que lo obsesionan: a veces más o hasta muy intimistas, a veces más globales hasta muy constelares, y aún muy representativas de un imaginario fresco e inconforme a nivel sensible con el pasado dominante y el presente irresuelto. Su hacer con la pintura sigue enrumbado a descubrir que en medio de tantos miedos, al final existe y nos rodea un mundo de infinita de luz aún por explorar y disfrutar.