Sonero de gran estirpe. Legendario intérprete de la música cubana. Se inició como intérprete de la canción y el son con el Sexteto Habanero, luego estuvo en otros grupos de son y en orquestas típicas, como intérprete del danzonete. Se destacó al frente de su charanga López-Barroso. Integró, a partir de la década del cincuenta, la orquesta Sensación. Grabó innumerables discos.
Nació en La Habana, en la barriada de Cayo Hueso -cuna de rumberos y soneros famosos. Desde muy joven se vio obligado a ganarse la vida en varios oficios, entre ellos el de chofer de alquiler. Fue también boxeador y jugador de béisbol.
En sus ratos libres se iba a cantar con trovadores que actuaban en cafés habaneros, o con los grupos soneros que se presentaban en pequeños y precarios cabarets de la Playa de Marianao, reductos marginales del son -que, nacido en las montañas de la región oriental, aún no había logrado vencer los prejuicios sociales y establecerse en la capital.
En los primeros años del siglo el son era censurado, por considerársele “música de negros incultos”. Incluso, algunas sociedades recreativas de la clase media “de color” no permitieron que se ejecutara en sus salones hasta entrada la década de 1940.
A principios de los años veinte disminuyó el hostigamiento que padecía el son por parte de las autoridades, y comenzaron a proliferar grupos de intérpretes en barrios populares y zonas de la periferia de la capital.
En la playa de Marianao, el joven Abelardo Barroso conoció a soneros que iban a transformar la música popular cubana desde el momento en que el nuevo género comenzara a grabarse en discos. Barroso participó activamente en el debut fonográfico de los más destacados grupos soneros de la llamada “época de oro”.
En 1918 –aunque algunos autores aseguran que fue en 1920- se había fundado el Sexteto Habanero, primer grupo que “vistió de frac el son”, según una expresión comercial utilizada durante décadas para referirse a esta agrupación, la primera en alcanzar gran popularidad y ser introducida, progresivamente, en los salones la burguesía habanera.
El 17 de julio de 1925 Abelardo Barroso entró a formar parte del Sexteto Habanero, que actuaba entonces en el exclusivo Vedado Lawn Tennis Club. El 29 de octubre del propio año el Sexteto realizó sus primeras grabaciones en La Habana, para la firma RCA Victor. La segunda sesión de grabación tuvo lugar el 2 de noviembre, cuando se imprimió uno de los sones considerados “clásicos”: A la loma de Belén, de Juana González de Cabrera. Esos discos se cuentan entre los primeros registros fonográficos no acústicos que se realizaron en la isla.
En las primeras grabaciones del Sexteto Habanero, Abelardo Barroso cantó y tocó las claves. En 1926 ingresó en la agrupación del bongosero, guitarrista y tresero Alfredo “El jorobado” Boloña (1890- 1964), quien venía tocando sones desde 1915. Con el Sexteto Boloña viajó en octubre de 1926 a Nueva York, con el fin de realizar una serie de grabaciones para el sello Brunswick.
En dos sesiones de grabación (de 18 y 21 de octubre de 1926), el Sexteto Boloña, con Abelardo Barroso como voz principal y claves, dejó registrados fonográficamente dieciséis sones, entre ellos el famoso Échale candela, de Boloña, y Flora, una de las escasas composiciones que llevan la firma de Barroso.
El 19 de marzo de 1927 Barroso volvió a grabar con el Sexteto Habanero, en La Habana, para la firma RCA Víctor, y en octubre o diciembre del mismo año (no se ha podido precisar con exactitud) participó en las primeras grabaciones que realizó en Nueva York el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, para la compañía Columbia. En uno de esos discos iniciales del Septeto Nacional apareció Fernanda, otra composición de su autoría.
Al año siguiente, el ya solicitado Barroso –a quien el público llamaba “Caruso” por la potencia de su voz– grabó discos con el Septeto Nacional y con el Septeto Habanero, a pesar de que ambos grupos fueran rivales en la competencia por la supremacía en la difusión del son, muy en boga ya no sólo en Cuba, sino en otros países de Latinoamérica y Europa, y en los Estados Unidos.
En 1929 se incorporó a la compañía de variedades Salmerón, que durante un año se presentó en Bilbao, Barcelona y Madrid.
A su regreso a Cuba comenzó a trabajar como cantante en la orquesta de Ernesto Muñoz y popularizó una novedad musical, el danzonete -modalidad nacida del danzon-, que posee al final un montuno sonero.
En 1933 fundó con Orestes “Macho” López (a cargo del piano y de la dirección musical) la charanga López-Barroso, y alternó actuaciones con su septeto Universo hasta 1935, año en que fundó el sexteto de sones Pinín. Al año siguiente pasó a cantar con la orquesta de Andrés Laferté y, más tarde, con la agrupación del pianista Everardo Ordaz.
En 1939 comenzó a trabajar en la emisora COCO, con la orquesta Maravilla del Siglo, sustituyendo al famoso cantante Fernando Collazo.
En la década de 1940 actuó en varios shows del cabaret Sans-Souci, haciendo coros en “cuadros típicos”, y en 1948 comenzó a trabajar como cantante y ejecutante de claves y maracas de la Banda de Música de la Policía Nacional, aunque por poco tiempo.
Por entonces los sextetos y septetos de sones apenas conseguían contratos, y las orquestas de tipo charanga parecían a punto de ser vencidas por jazz bands como Orquesta Casino de la Playa, Riverside y Hermanos Castro, muy populares. Solo con el chachachá, en la siguiente década, las charangas recuperaron el favor del público.
Barroso atravesó un período de profunda depresión económica, que lo obligó a trabajar como pintor de brocha gorda y como estibador en los muelles del puerto de La Habana. En muy contadas ocasiones era solicitado para cantar sus viejos sones en alguna celebración privada.
En 1954, mientras tocaba la tumbadora en la orquesta de Rafael Ortega, en el cabaret Sans-Souci, el dueño de la empresa de discos Puchito, Jesús Gorís, lo reconoció y lo invitó a grabar, sin saber si el veterano cantante estaba en condiciones de hacerlo, por recomendación de Benny Moré, con una nueva orquesta que recientemente había contratado: la Sensación, de Rolando Valdés.
Por sugerencia de Gorís, Barroso grabó para el sello disquero Puchito dos de sus antiguos éxitos, Milonga española (La hija de Juan Simón) y En Guantánamo, de Juana González de Cabrera, un son de los tiempos del Sexteto Habanero del que hacía una creación.
Las primeras grabaciones de Abelardo Barroso con la orquesta Sensación tuvieron extraordinario éxito entre el público cubano y se distribuyeron en otros países del área del Caribe. En 1957 la agrupación recibió por las ventas realizadas un Disco de Oro. Ese año mismo año la orquesta fue contratada, con su cantante estelar, para actuar en la ciudad de Miami. Contaba con dos eficientes vocalistas: Luis Donald y Ta Benito y, en la flauta, con Juan Pablo Miranda, notable instrumentista y arreglista, autor de populares boleros, que había integrado la charanga López-Barroso.
La orquesta Sensación estaba integrada, además, por Ovidio Pérez Pinto y Lauri en los violines; el timbalero Jesús Esquijarrosa y Miguel “El Piche” Santa Cruz en la tumbadora. En grabaciones participaban también Alejandro “El Negro” Vivar, en la trompeta; el saxofonista Enemelio Jiménez y el trombonista Generoso Jiménez. Hacia 1960 se les sumó el cantante Eddy Álvarez.
Entre las piezas más exitosas de esa etapa en la carrera de Barroso están Un brujo en Guanabacoa y Hagan juego, de Bienvenido Julián Gutiérrez; El huerfanito, de Hermenegildo Cárdenas; El guajiro de Cunagua, de Juana González; Naufragio, de Agustín Lara; La cleptómana, de Agustín Acosta y Manuel Luna; Longina, de Manuel Corona; Bruca maniguá, de Arsenio Rodríguez y, en especial, su pregón El panquelero.
En los años finales de la década de 1950 Barroso apareció muy a menudo en programas de radio y televisión, y fue solicitado en carnavales de las principales ciudades cubanas y para promocionar productos comerciales de gran demanda.
Viajó con la orquesta Sensación a Nueva York en 1959 y 1960, y participó del homenaje nacional que se rindió al célebre Sexteto Habanero, actuando junto a algunos de sus antiguos compañeros.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, Barroso continuó trabajando con la orquesta Sensación, a pesar de que ya lo aquejaban algunas dolencias.
Grabó en 1961 un disco de larga duración junto al conjunto Gloria Matancera, con arreglos de Severino Ramos, en el que incluyó, entre otros “clásicos” del repertorio popular cubano, El amor de mi bohío, de Julio Brito, y Lágrimas negras, de Miguel Matamoros.
En la década de 1960 realizó sus últimos registros fonográficos con la orquesta Sensación; entre ellos, No te agites, una pieza del ritmo de moda en Cuba por esos años: el mozambique.
Abelardo Barroso se retiró de la música definitivamente en 1969. Falleció en La Habana el 27 de Septiembre de 1972. Sus grabaciones con la orquesta Sensación se han reeditado en Cuba en múltiples ocasiones.
El sello Tumbao (Camarillo Music Ltd.) publicó en 1998 un estuche de cuatro discos compactos titulado “Sexteto y Septeto Habanero–Grabaciones completas de 1925-1931”, que contiene todas las actuaciones de Barroso con ese grupo.
La misma firma discográfica ha editado también un considerable número de sus grabaciones con el Sexteto Nacional, y las dieciséis que realizó en 1926 con el Sexteto Boloña.