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Marta Valdés según la caricia musical de Dayron Ortiz

Las canciones de Marta Valdés han pasado (y quedado para siempre) en las voces de inolvidables intérpretes cubanos.

Se siguen interpretando dondequiera que reine el buen gusto. Ellas continúan transmitiendo esa delicada visión acerca del amor y el desamor, de las incongruencias de la existencia y de la persistencia silenciosa, de la imaginación desatada por el enamoramiento, entre otras emociones, con esa poética tan propia de la autora, que ha enriquecido de manera notable el acervo musical de la isla.

Esos ángulos hacia donde nos obligan a volvernos las letras y las melodías de esta creadora, son de por sí suficientes para satisfacer a los más exigentes melómanos y a los grandes intérpretes que las han incorporado a su repertorio a lo largo de varias generaciones. La obra de Marta sigue arrastrando felices consecuencias hasta el presente.

Es el caso del talentoso guitarrista Dayron Ortiz, quien la noche del lunes, en el marco del Festival Jazz Plaza, en la Sala Covarrubias, nos ¿sorprendió? con su apropiación personal del legado de Valdés, a quien admiraba desde adolescente. No estoy seguro de que haya sido una sorpresa. Cuando se trata de Marta, la belleza ha tocado techo. O eso creíamos.

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Marta Valdés asomó su rostro en el escenario, con bastón en mano y estola al hombro. Fotos tomadas de La Jiribilla

La audiencia fue a la cita con las expectativas por lo alto, a acoger esas nuevas caricias a las canciones de Marta, con arreglos contemporáneos que conservan en lo absoluto el espíritu de cada una de las creaciones elegidas para el espectáculo. De manera que Dayron nos descubrió otra Marta que no es más que la misma, pero con irradiaciones que esperaban por salir a la luz.

El intérprete confiesa que lleva diez años en compañía de estas composiciones. “Sigo escuchando admirado sus búsquedas en la música, la forma en la que le arrebata al silencio soluciones sonoras sorprendentes, y más que eso, canciones que nacen ya eternas por la forma original en que son concebidas”.

Qué enorme satisfacción para la creadora, pero sobre todo para sus admiradores, que su obra resuene, despierte emociones e inquiete estéticamente a las mentes jóvenes. Qué placer ser testigo de que pasa a otras manos para seguir generando belleza desde la admiración y el trabajo conjunto. Pues ella acompañó a Dayron en la conformación del espectáculo, y salió a recibir junto a él, una cerrada y larga ovación.

No podía ser de ninguna otra manera. Había terminado un espectáculo íntimo y a la vez aglutinador de gentes. Es la sumatoria de la complicidad, la saturación de la belleza que irradia la buena música y los talentosos intérpretes capaces de descubrir recodos, pasadizos cálidos, alturas quemantes o reminiscencias innombrables donde pensábamos que ya todo había sido dicho.

¿No habrá algún estudiante de música que, desde sus clases y sus prácticas con el instrumento escogido, se encuentre en camino también de mostrarnos más aristas de la obra de otro de los tantos grandes compositores de nuestra historia musical? Que así sea.

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Marta Emilia Valdés González


guitarrista, música, compositora, artes, cantautora

Compositora, guitarrista e intérprete de sus obras. La creación bolerística de Marta Valdés refleja un trabajo artístico acabado que le ha permitido viajar con el tiempo. Su armonía —en estrecha interrelación con el carácter de la melodía y el sentido del texto— desempeña un papel fundamental en este logro, que le ha permitido trascender las referencias o pautas de comportamiento establecidas durante la década de 1950.